Holiiiiii:
Sí, ya sé que es cursi, pero ¿qué quieres? Estoy súper contenta. ¿Te acuerdas de que te dije que me habían dado el trabajo? Pues ahora tenemos una convención en un precioso hotel del centro de la ciudad. ¡Hasta nos han reservado habitaciones! Parece ser que va a haber también una gala de entrega de no sé qué premios. Vamos a ir casi todos, Andrew y yo, Álvaro, Brian y Sasha. Ya sé que Sasha no tiene ni por qué estar allí, no tiene nada que ver con esto, pero se ha empeñado en dar una vuelta por el hotel y rodar cosas para su programa. ¡Nunca me he alojado en un hotel de lujo! Puede que incluso Andrew y yo podamos aprovechar para tener una nochecita romántica. Ya te contaré.
Besos, Maddie.
El hotel estaba en pleno centro de la ciudad, en un enclave privilegiado que permitía acceder desde el edificio caminando a Regents Street, Oxford Street y todo el Mall. Al parecer había sido en épocas anteriores sede de un grupo de escritores elitistas y se decía que sus fantasmas deambulaban por allí por las noches, y eso era precisamente lo que había atraído hasta el lugar a Sasha, que era el único huésped que no había sido invitado.
Cuando el grupo llegó, lo primero que hicieron fue abrir los ojos como platos ante el magnífico espectáculo proporcionado por la enorme lámpara de cristales tallados que iluminaba el hall. Una vez que se hubieron inscrito, cada uno se dirigió a la que sería su habitación aquella noche, sin dejar de sorprenderse ante la decoración clásica y exquisita de los pasillos. Las habitaciones eran muy amplias con grandes camas king size, zona con mesa y sillas, minibar y un lujoso cuarto de baño de mármol, que incluía bañera de hidromasaje. Unas enormes cortinas estampadas con filigranas y cogidas a cada lado con alzapaños de seda dorada le daban un aspecto menos sobrio al lugar. Sasha se lanzó a la cama sin pensarlo.
—¡Ni lo sueñes, Sasha! ¡No vas a quedarte! —dijo Álvaro señalándolo con el dedo.
—¡No seas egoísta! En esta cama cabemos todos los que hemos venido juntos a la convención.
—No voy a dormir contigo.
—No seas ridículo. Hemos dormido juntos muchas veces, ¿o es que ya no te acuerdas de cuando hemos salido de acampada con una sola tienda? ¿O aquella vez...
—¡Vale, vale! Si así te vas a callar, dormiremos juntos.
Sasha siguió revolcándose en la cama.
—Pienso probar esa bañera mientras vosotros estáis abajo —dijo dando pequeños saltitos hasta perderse en el cuarto de baño.
Una vez que bajaron todos, lo primero de lo que disfrutaron fue de un cóctel de bienvenida en el piano bar del hotel. Maddie pensó que había menos gente de la que ella hubiera esperado, y en el fondo se alegró. Andrew estuvo saludando a un grupo de conocidos que habían ido a celebrar los veinte años de la compañía en la que trabajaban. Una mujer alta, quizás excesivamente delgada, pero desde luego muy elegante, que llevaba puesto un precioso vestido de cóctel negro y unos tacones de infarto, destacaba entre todos los demás, a pesar de que no era la única fémina de la reunión. Maddie, que se paseaba por entre los invitados con su copa en la mano, se paró a charlar un instante con Álvaro, que ese día estaba espectacular. Tanto que ella se ruborizó al sorprenderse a sí misma sin ser capaz de quitarle la vista de encima. Llevaba un elegante traje gris oscuro y una corbata también gris, pero unos tonos más clara; el pelo, como siempre, peinado hacia un lado, aunque ligeramente revuelto y aquellos ojos que ella querría que le contaran tantas cosas... Cuando el joven la saludó cordialmente, como si solo de dos compañeros de trabajo se trataran, ella lo agradeció. Andrew estaba cerca y no se sentía cómoda hablando con hombres con él delante. A veces después tenían una buena discusión sobre el tema, y ese día no era eso lo que buscaba. Al contrario, ese día aprovecharía la cama del hotel todo lo que pudiera. Sonrió para sus adentros.
Después tuvo lugar la entrega de premios en uno de los salones de actos del hotel y una hora más tarde todos los invitados volvieron a reunirse en la discoteca. En aquel momento, incluso Sasha se unió a ellos sin levantar ningún tipo de sospechas. Maddie colocó con un grupo de chicas que trabajaban para la empresa y que habían decido organizar una fiesta por su cuenta sin sus parejas. Bailaron, bebieron y rieron, y poco a poco la estancia se fue vaciando hasta que solamente quedaron unos cuantos, incluidos Sasha y Álvaro, que al cabo de un par de horas más eran los únicos y bailaban abrazados sujetando entre los dos una botella de whisky y turnándose para darle un trago. Para ese momento, las chicas habían trasladado su fiesta al piano bar y estaban imitando una manifestación pidiendo al camarero que encendiera el karaoke. Por cómo estaban, iban a darlo todo. Fue Sasha el primero en decir que ya era hora de acostarse porque quería estar despierto al día siguiente para disfrutar del opíparo desayuno con el que serían agasajados los invitados antes de acabar su estancia allí, y Álvaro lo siguió tambaleándose.
Cuando llegaron a la habitación, Álvaro duró en pie lo suficiente como para quitarse la ropa y meterse en la cama. Ni sabía ni le importaba lo que estaba haciendo Sasha ni dónde o cómo iba a dormir. Puso un pie en el suelo para no marearse y se durmió enseguida. Sin embargo, Sasha estaba totalmente de subidón y, como lo de grabar fantasmas con su móvil no estaba dando el resultado esperado, se le ocurrió que podía gastar una broma a Andrew y Maddie, que en ese instante estarían solitos en su habitación. A juzgar por la última vez que los había visto, iban ya un poco puestos, así que no iba a interrumpir nada íntimo. Su cabeza ya podía ver que daban un salto de la cama al escuchar el sonido de la bocina que tenía preparada. No había traído su cámara, pero no era necesaria, el móvil sería suficiente.
Salió sigilosamente de la habitación y bajó a recepción a decir que su tarjeta no funcionaba y que quería que la volvieran a activar. Eso le permitiría abrir la puerta de la habitación de sus amigos sin que lo escucharan. En su mente era todo tan divertido que no podía esperar a encontrarse dentro. Tal y como había planeado, abrió la puerta grabando con móvil en la mano y se acercó a la cama cegado por la luz del flash. Entonces dio un bocinazo y estalló en carcajadas diciendo «¡Os pillé!» sin parar. Andrew no paraba de gritar y maldecir, y Maddie...
—Un momento... Tú no eres Maddie... ¿Dónde está Maddie? —dijo caminando hacia atrás lentamente hasta que salió de la habitación como alma que lleva el diablo al darse cuenta de lo que había sucedido.
Ya en el pasillo echó a correr como un loco y se encerró en su cuarto dando un portazo. Varios golpes en la puerta le advirtieron de que iba a tener muchos problemas. Salió a abrir y un Andrew amenazante le dijo:
—¡Eres gilipollas o qué te pasa! ¿Cómo has conseguido entrar?
Sasha no contestó. Estaba empezando a asustarse de verdad al ver cómo el otro se dirigía hacia él con actitud poco amistosa.
—¡Dame el móvil! —gritó.
Álvaro entreabrió los ojos sin saber qué pasaba y, chistándole para que se callaran, volvió a dormirse enseguida.
—He dicho que me des el móvil. No lo voy a repetir.
Entonces Sasha se acercó a la mesilla de noche donde lo había soltado un momento antes y se lo dio. Andrew entró al baño, abrió el grifo del lavabo y llenándolo dejó luego caer el móvil dentro.
—Una palabra y el resto de tu vida será un infierno. ¿Me has entendido? —amenazó.
Sasha asintió mientras contemplaba con estupor el móvil de Álvaro hundido en el lavabo. No lo había hecho a propósito, estaba nervioso, pero ya estaba hecho y las pruebas de lo sucedido seguían intactas.
Dando un portazo Andrew salió de allí y volvió a su habitación.
A la mañana siguiente, cuando la claridad de la mañana empezó a filtrarse a través del visillo de la ventana, Sasha ya no pudo resistir más y empezó a zarandear a Álvaro, que se daba la vuelta murmurando que lo dejara en paz. Pero no estaba dispuesto a parar.
—Tienes que despertar, Al —insistió el otro quitándole la almohada de la cabeza.
Finalmente, Álvaro abrió los ojos como pudo para protestar:
—Eres con mucho el peor compañero de cama que he tenido en mi vida.
—Es urgente —dijo recuperando de pronto toda la fuerza de su acento—. Es Maddie.
Álvaro se sentó en la cama frotándose los ojos dispuesto a prestarle toda la atención que fuera capaz. Miró el reloj y luego buscó su móvil en la mesilla de noche, pero no lo encontró.
—¿Dónde está mi móvil, Sasha?
—Eso no es importante. ¡Esto es importante! —dijo con los nervios a flor de piel mientras rebuscaba las imágenes que había grabado la noche anterior—. Presta atención —advirtió antes de dar al play.
Se veía todo muy oscuro y se escuchaba susurrar a Sasha mientras entraba, al parecer, en la habitación del hotel. De pronto sonó un bocinazo seguido de su típico «¡Os pillé!» y lo siguiente que se vio fue a Andrew, que gritaba desnudo, y a una mujer que no era Maddie, que se tapaba con la sábana y gritaba asustada. Los ojos deslumbrados de Andrew fueron lo último que apareció antes del final de la grabación.
Álvaro se llevó las manos a la frente.
—¿Qué coño es esto, Sasha? —soltó sin apenas poder conciliar su cerebro con su vista aún.
—Era una broma. Yo solo quería asustarlos para ver si podía ponerlos en mi programa. No sabía que Andrew estaba con otra mujer —repitió rápidamente Sasha visiblemente afectado
—¿Y dónde estaba Maddie? —dijo abriendo más los ojos.
—No sé. La última vez que la vi iba para el bar con un grupo de chicas. ¡Oh, tío! Ahora sí que estoy en un lío. Andrew vino a por mi móvil y me amenazó... y sin darme cuenta le di el tuyo.
—¡Qué!
—Sí... Y ahora tu móvil está ahogado en el lavabo.
—¿Ahogado? —dijo dando un salto de la cama para ir a buscarlo—. ¡Maldita sea, Sasha! —gritó desde dentro—. Tienes que dejar de hacer estas cosas. Un día...
Sasha lo interrumpió.
—No importa, yo te compro uno. Tenemos la grabación. Podremos enseñársela a Maddie.
Álvaro salió del baño y se pasó ambas manos por el pelo.
—¡No voy a decirle nada a Maddie! ¡Ni tú tampoco! No es asunto nuestro. No nos habríamos enterado si no te metieras donde no te llaman.
—¿En serio? ¿Podrás seguir siendo su amigo sin contarle lo que hemos visto?
Álvaro cogió aire como si fuera a soltar después un huracán, pero se metió en el baño y cerró la puerta. Lo siguiente que se oyó fue el sonido del agua de la ducha. Si hubiera podido escuchar los pensamientos de su amigo, habría tenido que oír unas cuantas palabras malsonantes. La idea de la infidelidad era algo que le repugnaba, pero además era que se notaba tanto que la única que había puesto su alma y su corazón en aquella relación había sido Maddie que sabía que perder a Andrew sería un golpe muy duro para ella. La imagen de la mirada inocente de Maddie apareció en su mente. Era tan bonita, tan dulce... Demasiado para Andrew, eso lo había notado desde el primer momento en que los vio. Inmediatamente había tenido la sensación de que algo no cuadraba en aquella pareja, aunque no supiera decir por qué.
Una vez que los dos se hubieron duchado, bajaron al comedor a disfrutar del desayuno, solo que Álvaro ya no podía probar bocado por culpa del nudo que había sentado plaza en su estómago. Ver a Maddie en una de las mesas con Andrew, ambos sonrientes, como si nada, consiguió removerle las tripas aún más. Ellos se colocaron en otra mesa y, mientras Sasha daba cuenta de una gran cantidad de comida, Álvaro bebía lentamente de su taza de café sujetándola con ambas manos y sin apartar la mirada de Andrew. Quería hacerle ver que lo sabía, aunque él no supiera que conservaban las pruebas de lo que había sucedido la noche anterior. Andrew lo miraba también de vez en cuando soberbio, sabiendo que, si decía algo, sería su palabra contra la de él y, al fin al cabo, él era su pareja y Álvaro casi un desconocido. No tenía nada que perder.
Ya cada uno en su casa, Álvaro fue incapaz de decidir qué hacer con la información que tenía. Pero estaba claro que tenía que actuar pues no podía trabajar, ni dormir, ni comer. Se había repetido a sí mismo mil veces que, si el caso fuera al contrario, a él le gustaría saberlo. Pero, cada vez que se imaginaba el rostro de Maddie al recibir la noticia, perdía el empuje que hubiera logrado reunir para decírselo. Recordó que seguramente Rain ya estaría en el restaurante y decidió bajar a tomar un café con ella. La joven, además de amenizar las veladas con su música y sus canciones, formaba parte del equipo de limpieza que cada mañana dejaba el local listo para una nueva jornada. Le envió un mensaje al móvil para avisarle de que iba a buscarla y ella le devolvió un emoticono sonriente.
El aspecto del Álvaro que tenía en ese instante delante no era el habitual. Parecía preocupado y hasta habían aparecido debajo de sus ojos dos ligeras sombras que oscurecían su preciosa mirada.
—¿Te pasa algo? —fue lo primero que dijo al verlo, mientras lo metía dentro del local agarrándolo por el brazo.
—¿Tanto se me nota?
—Ven, anda, vamos a la barra a preparar un café. No sé cuál de los dos lo necesita más.
Una vez sentados cada uno en un taburete saboreando su taza de café, Álvaro acertó a hablar:
—¿Te acuerdas de la convención a la que fuimos el fin de semana pasado?
—Sí, claro.
—Pues, en resumen, pillamos a Andrew enrollado con otra mujer.
Rain abrió los ojos de par en par.
—¡Cómo! ¡No me lo puedo creer!
—Pues deberías porque para colmo lo tenemos grabado.
Ante el asombro de Rain, Álvaro no tuvo más remedio que contarle cómo habían descubierto el pastel, maldiciendo de paso la horrible costumbre de Sasha de gastar bromas sin ton ni son. Sacó el móvil y se lo mostró.
—Vaya, me parece que estás ante un buen dilema.
—No sé qué hacer. Sé lo que tengo que hacer, pero no puedo soportar pensar en las consecuencias que esto va a tener en la vida de Maddie. Apenas hace dos meses que se mudaron a vivir juntos.
—No olvides que él dejó a su anterior pareja porque ya se había enrollado con ella.
—Rain —dijo él en tono gruñón.
—Es la verdad. Hay una cosa que se llama karma.
—Puede que tengas razón, pero aún te falta mucho por aprender del mundo de los adultos. A veces uno se enamora y pierde totalmente la capacidad de razonar. Pero lo de aquella noche no fue amor. Andrew sigue como si nada, y quién sabe si hasta seguirá liado con aquella chica, o si finalmente dejará a Maddie por ella.
—Quizás eso sea lo que se merece.
—¡A ti te han hecho algo parecido! —soltó Álvaro—. No estás siendo imparcial.
—Tú tampoco. A ti te gusta Maddie.
—¿Cómo? ¡A mí no me gusta Maddie!
—Vamos, reconócelo. He visto cómo la miras cuando crees que nadie se da cuenta. Te has estado aguantando porque no querías meterte entre ella y Andrew, pero de que te gusta, te gusta, te lo digo yo. Seré más joven que tú, pero no soy tonta.
Mientras aquella última frase giraba en su cabeza en brillantes luces de neón, Álvaro abandonó el local donde trabajaba Rain y echó a caminar por el barrio sin rumbo fijo dándole vueltas a su siguiente movimiento. Una cosa era saber lo que había que hacer, lo que era correcto, y otra muy distinta llevarlo a cabo sabiendo que causaría un terrible sufrimiento a alguien a quien apreciaba. No estaba preparado para pensar en lo que Rain le había dicho. ¿Si le gustaba Maddie? ¿A quién no le gustaría una chica como ella? Solo hacía un par de meses que se conocían y no habían tenido tiempo de intimar demasiado. Pero una cosa sí tenía clara: nunca la había visto realmente como la pareja de Andrew, o no había querido verla así.