Al día siguiente, en el colegio, todavía estábamos con el subidón y, aprovechando el recreo, volvimos a comentar la llegada.
Óscar había visto tropecientas veces el vídeo del descenso y estaba emocionado con todos los detalles de la misión.
—¿Sabíais que el paracaídas escondía un mensaje secreto codificado en los patrones del diseño? —preguntó mi hermano haciéndose el otaku—. La NASA no lo había dicho, pero alguien lo descubrió y enseguida lo hizo público. Decía: «Atrévete con cosas poderosas» y resulta que es el lema del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA —añadió.
—A ver, en realidad tampoco es para tanto —dijo Raúl—. Ya hay un montón de rovers en Marte.
—Sí, pero este es el primero que lleva todos los instrumentos necesarios para buscar indicios de vida en el planeta —respondió Óscar.
—Bueno, pero eso tampoco es ninguna novedad. Nosotros ya sabemos que hay vida fuera de la Tierra —alegó Raúl encogiéndose de hombros.
Todos nos quedamos descolocados un momento pensando en lo que había dicho Raúl, pero tenía razón y enseguida recordamos a qué se refería.
—¿Cómo que ya sabéis que hay vida fuera de la Tierra? —preguntó Esmeralda sorprendida.
¡Upsss, claro! Todos lo habíamos recordado, menos Esmeralda. Ella no podía saberlo. Empezó a venir con nosotros después de la aventura en China y no sabía lo que habíamos encontrado en el País Dogón y tampoco participó en nuestra aventura con los cromatitas. Si no sabes de qué te hablo, te recomiendo leer nuestros libros anteriores.
No es que fuera un secreto entre nosotros; si hubiera salido el tema en cualquier conversación, se lo habríamos contado. Ahora ya era de la pandilla y confiábamos plenamente en ella, pero preferíamos no hablar mucho de estos temas para que no se nos escaparan sin querer y nos tomaran por locos.
Esmeralda nos mantuvo la mirada a la espera de una explicación.
—Antes del viaje a China conocimos un par de formas de vida extraterrestres —le expliqué—. Ninguna venía de Marte, pero eran seres vivos de fuera de la Tierra.
—¡Bueno, vale! Si encuentran vida en Marte no nos va a sorprender mucho, pero solo la parte tecnológica de la misión ya es una pasada —dijo Óscar—. ¿Sabéis que está alimentado por un generador nuclear que tiene una vida de 14 años? Le da lo mismo si es de día o de noche, invierno o verano. No es como los otros rovers que necesitan el Sol para recargarse.
—¡Pero a ver! ¡¿Es que estamos locos o qué?! —exclamó Esmeralda recorriéndonos con la mirada—. Ya sé que habéis vivido muchas aventuras, que tenéis telepatía y que vuestra hermana es descendiente de una hechicera china. Vale. Pero me decís que habéis conocido formas de vida extraterrestre, ¿y os quedáis tan anchos?
Esmeralda tenía razón. Nosotros ya no le dábamos importancia, pero para cualquier otra persona eso sería un descubrimiento asombroso.
—¡A ver cómo te lo explicamos en plan resumen…! —comencé—. En un viaje que hicimos al País Dogón en África, encontramos un extraterrestre de Sirio y en otra aventura junto al profesor Antonov conocimos otros extraterrestres de un planeta que ni siquiera sabemos dónde está. Pero es que no se lo podemos contar a nadie y por eso no hablamos mucho del tema.
Esmeralda al principio no reaccionó, pero enseguida volvió a la carga.
—¡Vamos a ver si lo he entendido bien! —replicó marcando cada palabra—. La humanidad se gasta millones en crear robots para ir a buscar vida a otros planetas, ¿y vosotros ya habéis conocido dos formas distintas de vida extraterrestre sin salir de la Tierra? Lo tenéis claro si creéis que me voy a conformar con dos frases rápidas. Ya me lo podéis contar todo con detalles.
Nos costó un rato convencerla de que no era el mejor sitio para hablar de esas cosas porque había muchos oídos alrededor. Al final lo entendió, pero no se quedó tranquila hasta que no le prometí contárselo personalmente en cuanto tuviéramos la primera oportunidad.
Sonia recondujo la conversación de vuelta a la parte tecnológica.
—Lo que me extraña es que hayas estado viendo tantos vídeos de Perseverance y todavía no hayas dicho nada de Ingenuity —dijo mirando a mi hermano— ¡Si el dron marciano es la novedad más importante de la misión!
—¡Bueno! Es que un dron lo hace cualquiera. ¡Incluso nosotros mismos hemos construido uno supercañero! —dijo mi hermano en plan sobrado.
—¡Hombre, pero no es lo mismo! ¡No te flipes! —le rebatió Sonia—. Este tiene que funcionar en la atmósfera marciana, que es mucho más ligera que la terrestre.
—¡Pues por eso! Si la atmósfera es más ligera, será más fácil volar, ¿no? —argumentó mi hermano sin pensar mucho lo que decía.
—¡No seas animal, que es al revés! —replicó Sonia—. Cuanto más denso es el medio, más fácil es sostenerse. ¿Dónde vuelas tú más fácilmente, en el aire o en el agua? Cuando buceas es como estar volando, pero en el mar —añadió Sonia convencida.
A estas alturas, la conversación se había convertido en un toma y daca entre ellos dos, como solía pasar cuando nos metíamos en temas frikis.
—Bueno. No te enrolles, que volar es volar y bucear es bucear —dijo mi hermano para salir del atolladero en el que se había metido—. El caso es que nosotros ya hemos construido un dron, pero todavía no hemos hecho un robot y estoy seguro de que podríamos hacer algo como Perseverance —dijo alcanzando los niveles más altos de flipamiento oscarizante que habíamos visto nunca.
—¡Claro! A la NASA le cuesta diez años preparar un rover para que vaya a Marte y tú lo vas a construir en un par de semanas en el Área 51. ¡Ahora sí que se te ha ido la olla por completo! —dije sin poderme aguantar.
—Esta vez te has pasado tres o cuatro planetas de largo —dijo Sonia para apoyarme—. Este nivel de sobramiento es demasiado hasta para ti.
—¡Calma, pequeños terrestres! No me refiero a hacer un robot para ir a Marte. Solo digo que podemos construir un robot con un par de cámaras, que pueda andar por el jardín de casa y que podamos manejarlo desde el Área 51. Eso ya molaría mogollón. Y no puede ser tan difícil.
Nuestras miradas y nuestro silencio dejaron bien claro lo que pensábamos de su idea, pero en ese momento, una invitada inesperada aprovechó para meter baza en la conversación.
—¡Vaya! Pues si eso no os parece difícil, creo que tengo el reto perfecto para vosotros —dijo una voz familiar a nuestra espalda.