Capítulo 3: Nuestro robot

La voz era de Cata, nuestra profesora de Steam, que conocía perfectamente la faceta friki de Óscar y Sonia y que ese día estaba de cuidadora en el patio.

—Si lo que queréis es construir un robot, creo que el proyecto que tengo en mente os va a encantar —dijo mientras echaba un vistazo a su reloj—. El timbre está a punto de sonar. Luego, en clase, os lo cuento.

Y se fue dejándonos con la mosca. Teníamos clase con ella a última hora, así que tampoco íbamos a tener que esperar mucho para enterarnos.

Cuando llegó la hora de Steam, tengo que reconocer que estaba un poco nervioso pensando en el proyecto que Cata podía tener en mente. Yo no era tan friki como Óscar, pero también me gustaba disfrutar con la tecnología. Y eso que, a veces, mi hermano lo ponía complicado, intentando acaparar todo el protagonismo.

Te voy a confesar una cosa: en ocasiones, me sentía un poco celoso de su ingenio. Pero luego me acordaba de que nadie conocería ese ingenio si no fuera porque yo me encargaba de contar nuestras historias y, entonces, se me pasaba. Además, Esmeralda tenía como un radar para detectar cuándo me sentía así, y siempre me decía algo que me alegraba. Como decían nuestros padres, cada uno teníamos nuestras cualidades.

Cuando llegó Cata, no dijo nada y, para nuestro disgusto, hicimos clase normal. Solo cuando faltaban quince minutos para el final, explicó que íbamos a dejarlo ya porque quería contarnos una cosa a toda la clase. Esperó unos segundos hasta que todos le prestamos atención:

—Se me ha ocurrido que podríamos crear un robot y participar en la liga escolar de RoboSumo de Twin City —comenzó—. Le he propuesto a la directora que compremos varios kits de Lego Mindstorm para enseñaros los principios de la robótica. Podemos hacer varios equipos en clase, construir varios robots y elegir el mejor de ellos para participar en el campeonato de la ciudad. ¿Qué os parece? —preguntó recorriendo la clase con la mirada.

Caras confusas y unos segundos de silencio siguieron a su pregunta. Algunos compañeros de clase hacían la extraescolar de robótica con Sonia y Óscar, pero la mayoría no. Yo estaba seguro de que no sabían lo que era ni el RoboSumo ni el Lego Mindstorm y no habían entendido lo que Cata estaba proponiendo.

Ella se dio cuenta también y lo explicó con más detalle:

—El RoboSumo es como el sumo japonés. Ya lo habréis visto alguna vez en la tele. Dos hombres gordos y enormes que se agarran y se empujan para sacar al otro fuera de la zona de lucha. Pues igual, pero con robots. Es una modalidad de torneo donde los dos robots se enfrentan hasta que uno empuja al otro fuera del área de combate. Y los kits de Lego Mindstorm son kits de Lego para aprender robótica.

Cata hablando de Robosumo

Dicho así sonaba más divertido y las caras fueron cambiando.

Para acabar de explicarlo nos enseñó un par de vídeos de YouTube y eso ya fue otra cosa. La mayoría de la clase se mostró entusiasmada con la idea y el silencio anterior dio paso a un creciente murmullo de comentarios.

Al día siguiente, Cata nos confirmó que los kits ya estaban pedidos y que llegarían la semana siguiente.

Teníamos que ir organizando los equipos en clase.

Ni que decir tiene que nosotros cinco montamos un equipo y ese mismo día, mientras íbamos camino de casa, ya fantaseábamos con el robot.

Óscar era el más flipado de todos, como de costumbre.

—¡Wow! ¡Vamos a hacer un superrobot que se va a cargar a todos! —exclamó—. Yo he visto un montón de combates de RoboSumo en YouTube y es la caña —añadió.

—Pues yo también he visto alguno y tampoco es para tanto —respondió Raúl.

—Bueno, lo importante es que lo vamos a construir entre todos —terció Sonia—. Estoy deseando aprender a programar un robot.

—Yo alguna vez he estado con mi padre en el almacén central de los supermercados Eldorado y hay un montón de robots moviéndose solos y llevando cajas de acá para allá —añadió Esmeralda.

Cata había conseguido despertar nuestro espíritu creativo y estábamos deseando empezar con el proyecto. Solo tenía que pasar una semana, pero eso es una eternidad cuando estás esperando algo con ilusión.

 

El día llegó. Los equipos estaban organizados y se notaba el nerviosismo en toda la clase.

Cuando entramos en el aula de Steam, Cata nos estaba esperando con las cajas de Lego Mindstorm encima de las mesas. Una para cada equipo. Antes de que nos abalanzáramos sobre ellas, nos explicó lo que íbamos a hacer.

—Durante las primeras semanas, vamos a construir varios modelos de robots sencillos para que aprendáis a hacerlos y a programarlos. Después, cada equipo creará su propio robot de combate y haremos un pequeño torneo en clase para ver cuál va a la liga escolar.

Todos nos pusimos manos a la obra y durante las siguientes semanas disfrutamos de lo lindo con los robots. Aunque los kits de Lego se podían considerar un juguete, también se podían hacer cosas increíbles con ellos.

Cata era una apasionada de la robótica y nos felicitaba con cada avance. En nuestro equipo, Sonia y Óscar casi siempre iban un poco por delante del resto porque ellos ya habían probado algunas cosas en la extraescolar de robótica. Sonia siempre intentaba enseñarnos y no se pavoneaba, pero Óscar… ¡Bueno, ya le conoces!

Cuando llegó el momento de empezar a construir el robot de combate, todos teníamos ideas en la cabeza, pero él arrancó el primero.

—¡Podemos llamarle SumoRaptor! —dijo mi hermano mientras sujetaba uno de los motores que teníamos que montar.

Reconozco que el nombre nos gustó a todos y lo adoptamos sin más discusión.

La construcción de nuestro robot de combate había empezado. Cata iba de grupo en grupo ayudando cuando nos atascábamos en algo y dando consejos para mejorar el diseño.

Habíamos visto por los vídeos de combates que lo más importante era que el robot fuera robusto. También era muy importante que las ruedas tuvieran un buen agarre para no resbalar y que no lo pudieran empujar con facilidad.

Al cabo de tres clases más, el SumoRaptor estaba listo y el resto de los robots también. Había que elegir cuál de ellos iba a ser el representante del colegio en la liga escolar y Cata iba a ser el árbitro.

Ese día, nuestra profesora apareció en clase con una tabla cuadrada de un metro de lado que tenía una circunferencia negra pintada en una de las caras. Juntó cuatro mesas y la colocó encima. Esa tabla iba a ser nuestra zona de combate.

Todos habíamos hecho un gran trabajo y, siguiendo la guía de Cata, cada equipo había conseguido crear un buen robot. Pero tengo que reconocer que Sonia y mi hermano tenían un toque especial para estas cosas. Raúl, Esmeralda y yo ayudábamos en lo que podíamos, pero estaba claro que ellos dos marcaban la diferencia; el SumoRaptor ganó la mayoría de los combates y se alzó con la victoria final.

—Os felicito a todos por el trabajo que habéis realizado estas semanas —dijo Cata dirigiéndose a todos los equipos—. Vais a tener una nota muy buena en Steam este trimestre.

Entonces cogió el SumoRaptor y lo mostró a toda la clase.

Cata enseñando el SumoRaptor

—Ya tenemos representante en la liga escolar, pero no penséis que va a ser sencillo. Allí compiten los mejores equipos de la ciudad y algunos nos llevan años de ventaja.

SumoRaptor se iba a enfrentar a los mejores equipos de RoboSumo escolar de Twin City.

En un par de semanas íbamos a comprobar si estaba a la altura.