Cata había hecho una lista de las cosas que había que comprobar antes de empezar los combates y la fuimos revisando punto por punto para estar seguros de que no se nos olvidaba nada.
Pilas nuevas, sensores limpios, última versión del programa cargada, cables apretados y cosas así. Parecíamos los astronautas cuando comprueban todo antes de despegar.
En el gimnasio, todos los equipos estaban listos.
La organización había colocado seis mesas de juego formando un círculo y una mesa más en el centro que nos imaginamos que sería para la final. Estas mesas de juego no eran más que unos tableros blancos colocados sobre unos caballetes y con una circunferencia negra pintada en ellos. El interior de la circunferencia era la zona de combate y de donde había que tratar de expulsar al contrincante.
En realidad, los tableros eran bastante parecidos a la tabla que Cata trajo a clase en nuestras pruebas clasificatorias pero con un aspecto un poco más profesional.
En cada mesa había un árbitro con una libreta para asegurarse de que todo era correcto y para llevar la cuenta de los puntos de cada combate.
Al llegar al gimnasio, nos habían entregado una hoja con los participantes en cada grupo de la primera ronda. Nosotros estábamos en el grupo 1 y competíamos en las mesas 1, 2 y 3. Echando un vistazo a los participantes, había nombres tan chulos como «TurboMonster», «BricKiller», «BlackDragon» o «BotZilla».
El TurboMonster era el robot del Torres y competía en el grupo 2. De momento, no nos íbamos a encontrar con ellos.
El primer combate nos tocaba en la mesa 1 y nos dirigimos hacia allí. Nuestro contrincante se llamaba «SumoMachine» y ya nos estaba esperando en la mesa con su equipo detrás. Tenía un aspecto imponente y se veía que habían trabajado mucho el diseño. Saludamos y nos pusimos a preparar nuestro robot.
Habíamos quedado en que Sonia y Óscar se iban a alternar como capitanes del equipo y en este primer combate le tocaba a Óscar. Sin sacar a Megalodón de la caja para que no se viera nuestra idea, le quitamos los calentadores de las ruedas. Óscar le echó un último vistazo de comprobación y lo colocó en el terreno de juego, apagado y de espaldas a su oponente como decía el reglamento.
El árbitro de nuestra mesa era una chica un poco mayor que nosotros que nos recordó las normas básicas. A la de tres, los dos contendientes tenían que pulsar el botón de encendido y retirarse.
No sé si te lo he contado antes, pero en los combates de RoboSumo, los robots tienen que funcionar de forma autónoma. Nadie los maneja y una vez que se ponen en marcha, tienen que funcionar solos con el programa que les hayan cargado.
Nuestro primer combate oficial de RoboSumo estaba a punto de comenzar.
El árbitro anunció la cuenta atrás: tres, dos, uno… y los dos capitanes pulsaron el botón de encendido.
Como estaba programado, Megalodón giró noventa grados hacia la izquierda y avanzó hasta encontrar la raya negra que delimitaba la zona de juego. Entonces hizo un giro completo y se encaró al centro del círculo.
Mientras tanto, SumoMachine había ido directamente hasta el borde y había girado, así que cuando Megalodón empezó a avanzar, interceptó al otro robot por un costado y nuestro rival no pudo hacer nada por evitar que lo sacáramos del tablero. Megalodón había empujado con fuerza y parecía que el truco de las ruedas podía funcionar. 1-0.
Los otros dos rounds con SumoMachine discurrieron de forma parecida y tuvieron el mismo resultado. Habíamos ganado el primer combate por 3-0. Increíble.
Nos pusimos a saltar y a gritar como si hubiéramos ganado la final, pero la verdad es que habíamos tenido la suerte del principiante y enseguida vimos que no iba a ser tan sencillo. Los siguientes combates fueron más igualados, aunque no íbamos mal. Lo de calentar las ruedas estaba funcionando porque cuando Megalodón enganchaba bien a su oponente y se ponía a empujar, no tenía rival.
Terminamos la primera ronda en la cuarta posición. Por delante de nosotros estaban TurboMonster, BricKiller y BlackDragon. TurboMonster, el robot del equipo de César, había ganado todos los combates menos uno y estaba claro que era el rival más fuerte.
En la segunda ronda nos volvimos a librar de enfrentarnos a él. Nuestros rivales iban a ser BricKiller y BotZilla.
Entre la primera y la segunda ronda sí que se podían hacer cambios en la programación del robot, pero no habíamos pensado en eso. Habíamos estado tan concentrados en nuestros combates que no habíamos ido a «espiar» las estrategias de los robots del otro grupo.
Había quince minutos de descanso hasta el comienzo de la segunda ronda, así que guardamos a Megalodón en la caja y volvimos a colocar los calentadores en las ruedas. Teníamos que aprovechar la ventaja del agarre.
La segunda ronda fue más disputada, pero con las ruedas calentitas y a tope de tracción, acabamos ganando a los dos contendientes por 2 a 1 y conseguimos 4 puntos que nos dieron la victoria.
No nos lo podíamos creer y empezamos a soñar con la gloria. En nuestra primera participación, habíamos llegado a la final. Todos estábamos atacadísimos, incluida Cata, que había celebrado cada victoria como si fuera la final de un mundial.
TurboMonster también había ganado todos los combates en su grupo de la segunda ronda y ya nada nos libraba de enfrentarnos con ellos. César se acercó a felicitarnos y estuvo un rato hablando con Cata. Mientras tanto, Megalodón descansaba en su caja con los calentadores puestos.
La gente se fue congregando alrededor de la mesa central y los dos equipos nos colocamos uno frente al otro. En el último momento, quitamos los calentadores y cambiamos las pilas para que estuviera a tope de tracción y de energía.
Megalodón estaba listo y nosotros no podíamos hacer nada más.
Ahora todo dependía de él.
La suerte estaba echada.