Capítulo 6: La final

El árbitro inició la cuenta atrás y todo el mundo la coreó: «¡Treees, dooos, unooo, acción!».

Los dos robots se separaron del centro y cada uno se dirigió a una zona del círculo. Entonces giraron y cada uno empezó a avanzar según su programación. Megalodón consiguió alcanzar a TurboMonster, pero era un poco más rápido y se escurrió sin que le pudiéramos empujar fuera. Cuando se giró para volver a embestirnos nos pilló de lleno. Megalodón no tuvo tiempo de escapar y nos echó fuera. 0-1.

El segundo combate fuimos nosotros los que le pillamos de lado y no pudo hacer nada contra nuestra tracción. 1-1.

Quedaba un combate. El que se lo llevara ganaba la final. Sonia tenía el dedo listo esperando la cuenta atrás del árbitro.

Al principio, todo discurrió como en la primera ocasión y los dos robots se alcanzaban, pero no conseguían pillar al contrario de lleno. De repente, en medio del combate, TurboMonster dejó caer como una especie de plataforma en el momento en que nuestro robot le embestía. Las ruedas delanteras de Megalodón se subieron a esa plataforma y perdieron el agarre con el suelo.

Adiós la ventaja de la tracción.

TurboMonster empujó con sus cuatro ruedas en el suelo y Megalodón acabó fuera del círculo. Un silencio impotente recorrió las filas de nuestro equipo. El sueño de ganar nuestra primera final de RoboSumo se había esfumado en un instante. Lo habíamos tenido tan cerca que dolía mucho más que si nos hubieran eliminado en la primera ronda.

Los dos robots combatiendo

—¡Eso ha sido trampa! —gritó Óscar sin poder contener su frustración, pero Cata se acercó a tranquilizarle.

TurboMonster había sido mejor y había sabido jugar su baza, pero eso no quitaba para que nos hubiéramos hecho ilusiones de ganar.

Después del primer momento de enfado, hasta Óscar se dio cuenta de que había sido un combate legal y todos nos acercamos a felicitar a los ganadores. Ellos nos devolvieron las felicitaciones porque, según dijeron, sin tener experiencia, habíamos creado un robot supercompetitivo. Para ser la primera vez, el segundo puesto no estaba tan mal.

Cuando acabó la entrega de trofeos, César se acercó y se quedó un rato hablando con Cata. En cuanto terminamos de guardar a Megalodón, nos incorporamos a la conversación.

—¡Chicos! César me estaba contando el proyecto que tiene entre manos. Estoy segura de que os va a encantar —dijo Cata pasándole la palabra a César con la mirada.

—¡Veréis! La semana que viene hay una competición oficial organizada por TC Robotics —comentó César.

—¿TC Robotics? ¿La empresa del RoboDog? —preguntó Óscar sorprendido.

—Del RoboDog, del Titán y de otro par de prototipos que están en fase de diseño —respondió el amigo de Cata—. ¿La conocéis?

—Hemos visto varios vídeos de sus robots en YouTube —apuntó Sonia—. Son flipantes.

Los robots de TC Robotics bailando

—Es la empresa de robótica más avanzada del mundo —aclaró César—, y cada año organizan una competición. Se llama RoboRide y es una yincana en la que solo pueden participar robots de equipos amateurs. Compiten grupos de las universidades más potentes y también algunos que van por libre. Se trata de recorrer un circuito realizando una serie de pruebas en total autonomía. Hasta ahora, ningún participante ha conseguido terminarlo.

—Si compiten equipos tan avanzados, ¿cómo es que nadie lo ha terminado? —preguntó Cata curiosa.

—Porque el circuito y las pruebas cambian cada año —explicó César—. La empresa te pasa los vídeos de las pruebas anteriores, pero, aunque prepares tu robot para superar las pruebas del año pasado, las de este año incluirán algún elemento nuevo y serán distintas.

—¿Pero qué tipo de pruebas son? Si participan equipos de las mejores universidades y no las pueden resolver, es que tienen que ser muy difíciles —razonó Raúl.

—Pues en realidad, no —aclaró César—. Tanto el circuito como las pruebas las diseñan para que las pueda realizar un humano de unos seis años.

Al principio, todos nos quedamos boquiabiertos, incluida Cata, pero César sonrió como si esperara esa reacción.

—¡Tranquilos! Siempre que explico esto la reacción es la misma —advirtió—. Parece que la inteligencia de alguien de seis años no está muy desarrollada, pero, en realidad, un niño de esa edad puede hacer cosas muy complejas, y cuando hablamos de inteligencia artificial (IA) todavía estamos lejos de conseguir ese nivel.

—¡Pero si desde hace muchos años hay máquinas que le pueden ganar al campeón del mundo de ajedrez!, ¿cómo no van a ser mejores que un niño de seis años? —preguntó Esmeralda descolocada.

—Esa máquina será muy buena en ajedrez, pero no tiene ni idea de jugar al parchís, por ejemplo. Solo es especialista en una cosa. No puede dibujar, ni reconocer objetos, ni entender el habla, ni correr, ni hacer otro montón de tareas que un niño de seis años hace continuamente sin problema.

»El principal obstáculo para conseguir terminar la yincana no es de robótica, es de inteligencia artificial —explicó César—. La mayoría de las inteligencias artificiales que tenemos ahora han sido entrenadas para ser muy buenas en una cosa, pero no tenemos una inteligencia artificial general con todas las habilidades necesarias para enfrentarse con problemas del mundo real con los que un niño se enfrenta cada día.

—Aparte de un friki de la robótica, César es especialista en IA —añadió Cata, dándose cuenta de que se le había olvidado darnos ese dato.

—El proyecto en el que estoy trabajando trata precisamente de eso. De unir las distintas inteligencias necesarias para solucionar problemas que podría resolver un niño pequeño —indicó César.

—Pero no entiendo. Un niño solo tiene una inteligencia, no tiene varias —señalé.

—Eso no es del todo cierto —respondió él—. Es verdad que tiene un solo cerebro, pero dentro del cerebro hay muchos sistemas distintos. Tenemos una parte que se dedica a la visión, otra parte que se dedica a entender el lenguaje y a hablar, otra parte que se encarga de leer, o de hacer razonamientos lógicos, o de almacenar los recuerdos. En realidad, nuestro cerebro es un conjunto de muchas habilidades distintas —añadió.

Qué fácil era entender algo cuando te lo explicaba alguien a quien le apasionaba el tema.

César hablando de los diferentes tipos de inteligencias

—Muchas de esas tecnologías ya existen por separado. Hay sistemas de visión artificial que son capaces de reconocer lo que hay a su alrededor. También hay sistemas de reconocimiento del lenguaje que pueden entender el habla humana. Robots que pueden moverse por su entorno o agarrar objetos. Pero el problema es unirlo todo —continuó explicando—. Eso es en lo que llevo trabajando unos cuantos años y este año quiero presentarme a la competición.

¿Has creado un robot que puede hacer todo eso? —preguntó Óscar alucinado.

—Pues igual no puede hacerlo todo, pero creo que se le acerca bastante —respondió él—. Se llama SUSI. ¿Os gustaría conocerla?