Capítulo 8: Hola, SUSI

SUSI se movió ligeramente para vernos a todos y César señaló una pantalla que había sobre la mesa, en la que no habíamos reparado. En ella se veía lo que estaban viendo las cámaras de SUSI y en ese momento aparecíamos nosotros.

El robot se volvió hacia César y de su interior salió una voz femenina que dijo: «Hola, César».

La voz de SUSI sonaba totalmente natural y podía ser la voz de cualquiera de nosotros. Pero lo que no era tan natural era su aspecto. No es que fuera amenazador, pero tampoco era un peluche adorable e imponía respeto tenerla cerca.

La apariencia de SUSI era parecida a la de RoboDog, el perro robot de TC Robotics, pero con un acabado algo más casero.

Tenía cuatro patas y en la parte delantera del cuerpo sobresalía lo que podía ser la cabeza. Según nos explicó César, incluía las cámaras y los sensores para «ver» su entorno. Esta cabeza estaba montada sobre un brazo articulado que podía elevarse.

A los lados de la cabeza, tenía plegados lo que parecían ser un par de brazos, pero por el momento no los había usado para nada.

Vamos, para resumir, diría que era un robot con cuatro patas, dos brazos y una cabeza. Si César había conseguido que todo eso funcionara bien, SUSI tenía que ser la caña.

Como si me hubiera leído el pensamiento, César se dirigió a ella.

—Hola, SUSI, quiero presentarte a unos amigos —dijo como si estuviera hablando con su hermana pequeña, y después se dirigió a nosotros—. Decidle vuestro nombre y así puede registrar la imagen y la voz para identificaros —nos pidió César.

Uno a uno fuimos saludando y diciendo nuestro nombre.

Tengo que reconocer que resultaba un poco inquietante la sensación de que un robot estuviera registrando tu imagen y tu voz, pero en realidad, de alguna forma es lo que hacíamos los humanos cuando conocíamos a otra persona.

Además, SUSI era supereducada. En cuanto registraba tus datos, te devolvía el saludo: «Hola, Txano. ¡Encantada de conocerte!».

SUSI terminó con la ronda de presentaciones y se volvió hacia César. Justo en ese momento, Flash saltó al suelo delante de ella como queriendo también tener su turno de presentación.

El robot se inclinó y miró a Flash. Se movió a su alrededor tratando de identificar qué era aquello.

—Tú no eres humano —dijo SUSI con su voz suave—. Tú eres ardilla —añadió y se quedó unos segundos esperando.

Óscar se agachó y Flash se subió a su mano.

—¡Es verdad! Es una ardilla y es nuestra amiga —dijo mi hermano—. Se llama Flash.

—¡Hola, Flash! —dijo SUSI mientras registraba su imagen—. Yo también tengo un amigo pequeño. Se llama BB —añadió para sorpresa de todos.

—¡Es verdad! Se me ha olvidado presentaros a BB —dijo César mientras rebuscaba en otra caja que había bajo la mesa—. Voila! Este es BB. En realidad, se llama BabyBeast, pero le llamamos BB para abreviar. Es una versión mejorada del robot con el que gané mi primer campeonato de RoboSumo —añadió mientras lo encendía y lo dejaba en el suelo frente a SUSI.

—BB no sabe hablar, pero sabe decir «Hola, SUSI» —dijo el robot volviéndonos a sorprender—. ¡Mira! —añadió mientras se inclinaba frente a BB y le acercaba la cabeza.

SUSI acercando la cabeza a BB

Entonces, el pequeño robot de LEGO dijo con una voz metálica: «Hola, SUSI», y todos sonreímos por la ocurrencia de César de grabarle esa frase para soltarla cuando se le acercara algo.

César rebuscó en una estantería y sacó un juguete de esos para los niños pequeños en el que hay que meter piezas con una forma determinada por su agujero apropiado. El juguete era como una esfera y lo abrió para sacar todas las piezas que estaban dentro. Después colocó la esfera cerrada y las piezas sueltas sobre una mesita baja que había en un lado del garaje.

—¡SUSI, es hora de entrenar! —dijo César señalando la mesa, y el robot se dirigió hacia allí con movimientos fluidos.

Cuando SUSI llegó a la mesita, elevó la cabeza y la acercó a las piezas mirándolas desde arriba. Después de unos segundos, desplegó los brazos y, con una especie de pinzas que tenía en los extremos, empezó a separar las piezas y a cogerlas una a una para intentar meterlas por el agujero correspondiente a su forma. Iba despacio, pero lo estaba haciendo bien.

Visto desde fuera, todo parecía supernatural. Era como si fuera una niña pequeña jugando con su juguete. Nosotros para nada éramos especialistas en robótica o inteligencia artificial, pero SUSI era un flipe y no se parecía a nada que hubiéramos visto antes. César tenía que ser un genio si había conseguido eso él solo.

—¡Pero todo esto es increíble! —dijo Cata mientras señalaba a SUSI. Nuestra profesora estaba igual de flipada que nosotros o más.

—Llevo más de cinco años trabajando en ella —explicó César—. He dedicado todo mi tiempo libre y casi todo el dinero que consigo con el trabajo a comprar los materiales que necesito. Como vivo todavía con mis padres, casi no tengo gastos.

»He ido desarrollando cada IA por separado, aprovechando mucho material de código abierto que la gente comparte en Internet —continuó—. SUSI tiene una IA para reconocimiento del entorno y movimiento, otra para entender y hablar el lenguaje humano, otra para la manipulación de objetos... También sabe hacer dibujos y varias cosas más. Pero lo más importante es que he conseguido que trabajen todas juntas. Hasta tiene conexión a Internet para cuando necesita consultar información. Podría ir por la calle y se movería sin problema por nuestro mundo —añadió emocionado—. Incluso puede recargarse sola si es necesario porque lleva una placa solar desplegable integrada en la espalda. Creo que ya estamos preparados para ir a la RoboRide y terminarla —aseguró convencido.

—Yo creo que se la va a llevar de calle —dijo Óscar entusiasmado y se agachó junto a SUSI para darle un abrazo.

Oscar agachado para abrazar a SUSI

—¿Óscar es amigo de SUSI? —preguntó el robot mirando a su creador.

—¡Claro que sí! ¡Todos nosotros somos amigos de SUSI! —respondió mi hermano sin esperar a la respuesta de César y dándole otro abrazo más.

Entonces, Óscar se separó de ella de repente.

¡Ayyyy! Vaya chispazo me ha dado —exclamó mi hermano sacudiendo la mano mientras SUSI le miraba y se bamboleaba durante un segundo.

No, si al final el jersey de mi abuela nos iba a dar un disgusto.

Oscar sacudiendo la mano por el chispazo

—La lana se carga con facilidad de electricidad estática —comentó César agachándose al lado de SUSI—. Hay que tener cuidado con lo que se toca porque te puede dar una descarga y también estropear algo.

Abrió una puertita que el robot tenía en un lateral y comprobó algo en un panel que había dentro. No debió de encontrar ningún problema porque siguió hablando con normalidad.

—La RoboRide no está abierta al público, pero los participantes podemos llevar invitados —comentó César—. A mí me encantaría que vinierais y estoy seguro de que a SUSI también. ¿Alguien se anima a acompañarnos?

¿Tú qué crees que le dijimos?

Pues que sí, claro. Y no creas que fuimos los más rápidos, que Cata fue la primera en apuntarse.