Capítulo 10: Arranca la Roboride

SUSI seguía plegada en su caja, cargándose y con los cables enchufados a un portátil en el que César no paraba de teclear cosas.

Cuando sonó la sirena de que faltaban cinco minutos para comenzar, casi coincidió con el momento en el que César decidió sacarla de la caja y despertarla.

—¡Hola, César! —dijo SUSI como la vez anterior—. Después se volvió hacia nosotros y nos fue saludando sin dejarse a nadie.

Cuando vio que SUSI estaba encendida, Flash salió del bolsillo y saltó al suelo frente a ella. Enseguida recibió también su saludo.

Por fin sonó la sirena final y todos los responsables con sus robots al lado se dirigieron a la zona de salida.

Hubo una sencilla ceremonia donde, uno a uno, todos los robots iban subiendo a un pequeño escenario y los iban presentando.

Todos tenían una pinta bastante amateur y no tenían mucho que ver con los acabados profesionales de los robots de TC, pero ya nos dijo César que no nos dejáramos engañar por el aspecto. Íbamos a ver lo mejorcito de la robótica no profesional.

No es porque fuera nuestra amiga, pero SUSI era la que mejor aspecto presentaba de los seis. Cuatro de ellos, incluyendo a SUSI, se movían a cuatro patas y los otros dos eran bípedos. Verlos andando al lado de sus creadores transmitía una sensación especial.

A una indicación de los jueces, el primer participante con su robot se colocó en la línea de salida. El resto volvió a las gradas dejando a las máquinas en su área correspondiente del recinto, que estaba marcada en el suelo.

El primer robot era uno de los cuadrúpedos y se llamaba Ruedines. El nombre le iba que ni pintado porque tenía ruedas en el extremo de las patas. Era como un perro con patines y resultaba muy curioso porque podía andar normal o patinando.

La sirena de salida sonó y Ruedines se puso en marcha siguiendo las baldosas amarillas.

Subió sin problemas las escaleras y llegó a la mesa de las bolas de colores. El juez que estaba en la mesa le indicó que tenía que dejar en la cesta las bolas rojas.

Ruedines desplegó un brazo que llevaba pegado al cuerpo y, una a una, fue echando las bolas rojas a la cesta.

Bajó sin problemas las escaleras que llevaban al segundo circuito, pero cuando llegó al puente colgante se quedó unos segundos mirando.

Vista de ruedines frente al puente de tablones

—Ese tipo de puente no ha salido en ninguna prueba anterior —comentó César en voz baja—. Ya veréis como va a ser un problema para todos los robots. Yo he tenido que incluir un cambio rápido en SUSI que espero que funcione —añadió.

Ruedines comenzó a andar sobre el puente, pero las ruedas se metían entre los tablones y se le quedaban atascadas. Después de un par de intentos, parecía que le había cogido el tranquillo, pero cuando estaba en el medio, el puente se empezó a bambolear y el robot se desequilibró. Intentó moverse para recuperar el control, pero fue peor: dos patas pisaron fuera de los tablones y cayó del puente con un gran estrépito que nos dolió a todos.

El segundo robot era uno de los bípedos y tenía forma humana con piernas y brazos. En un alarde de imaginación, le habían puesto Rob.

La sirena sonó y Rob se puso en marcha.

Sus andares parecían más lentos y torpes que los de Ruedines, pero subió y bajó las escaleras sin esfuerzo y también realizó bien la prueba de las bolas de colores. Estaba claro que esa parte debía ser habitual en la prueba porque parecía que todos la traían entrenada.

Pero llegó al puente colgante y eso era otro cantar.

Sin embargo, en este caso, al tener pies más grandes, las piernas no se le metían entre los tablones y usó los brazos para sujetarse a la cuerda que hacía de protección lateral. A pesar de que el puente se volvió a bambolear, pudo aguantar el equilibrio y consiguió pasarlo.

La prueba que seguía a la del puente era hacer un dibujo con las pinturas de colores imitando otro que había sobre la mesa. En una gran pantalla que había frente a la grada, podíamos ver el detalle de lo que estaba haciendo el robot y ¡le estaba quedando bastante bien!

Había llegado a la tercera zona y el suelo de piedras sueltas le esperaba.

—Esto de las piedras sueltas también es nuevo —nos contó César—. Los robots cuadrúpedos no van a tener problemas porque tienen más equilibrio y pueden apoyarse en los espacios entre las piedras, pero para los bípedos va a ser complicado.

Rob inició la marcha, aunque los pies anchos y largos, que le daban una buena estabilidad sobre terreno llano, no podían apoyar bien entre las piedras. Los primeros pasos encontraron pequeños huecos donde posarse, pero finalmente pisó sobre una piedra que rodó, perdió pie y acabó en el suelo como el participante anterior.

Empezábamos a entender por qué ningún equipo lo había conseguido hasta ahora.

Era nuestro turno.

César bajó de la grada y se dirigió a la zona de los robots. SUSI le reconoció y caminó con él hasta la línea de salida.

Cesar y SUSI en la línea de salida

Los nervios estaban a flor de piel.

Incluso Flash estaba asomada al orificio del jersey de Óscar para verlo.

En ese momento, la sirena de salida sonó.