César volvió a la grada y SUSI comenzó a moverse con paso tranquilo. Llegó al pie de las escaleras y extendió un poco la cabeza para mirar hacia arriba.
—Cada vez que llega a un obstáculo nuevo se detiene un momento a mapear el terreno —dijo César, que se acababa de sentar junto a nosotros.
SUSI subió las escaleras con seguridad y llegó a la mesa de las bolas de colores.
El ayudante le pidió separar las bolas verdes y ella dedicó unos segundos a mirar la mesa y después extendió uno de los brazos.
—Cuando solo necesita un brazo, está programada para usar el derecho —explicó César—. Las pinzas del derecho tienen un agarre más fino. Las pinzas del izquierdo son más fuertes, aunque menos precisas. Puede distinguir más colores que el ojo humano, pero tiene una clasificación básica de 16 colores primarios que le sobra para esta prueba —añadió.
Era increíble tener al creador del robot al lado explicando lo que estaba pasando en cada momento.
Tal y como había explicado César, SUSI no tuvo ningún problema con las bolas y, a su ritmo, las iba agarrando con la pinza del brazo derecho y las iba depositando en la cesta.
Bajó las escaleras igual de tranquila que las había subido y se acercó al puente colgante. Allí se quedó unos segundos parada, mapeando el nuevo obstáculo.
En la prueba de la escalera, a César se le veía sereno, pero ahora estaba tenso y atento.
—Esto es nuevo para ella. Es un tipo de suelo que no tiene registrado y nunca ha andado por algo así —comentó César—. Cuando lo he visto, he intentado añadirle una opción nueva, pero no sé si funcionará.
SUSI se plantó frente al puente y adelantó una de las patas delanteras para dar un paso. La primera pata apoyó bien. Entonces adelantó la segunda y también apoyó bien, pero cuando fue a adelantar una de las patas traseras, esta se coló entre los tablones y la desequilibró.
Todos ahogamos un grito al verlo y César no pudo evitar ponerse de pie.
La pata no se coló del todo y SUSI consiguió recuperar el equilibrio. Respiramos aliviados, pero César tenía razón y los cuadrúpedos no lo tenían fácil para atravesar el puente. El espacio entre los tablones era una trampa mortal para la forma de sus patas.
SUSI se quedó parada un momento. Parecía que estaba esperando a que el puente dejara de moverse.
Entonces, muy suavemente, fue agachándose y plegando la articulación inferior de las cuatro patas hasta dejarlas horizontales. César sonrió en su asiento.
—¡Ha funcionado! —exclamó dándose una palmada sobre las pantorrillas—. Este movimiento es lo último que he intentado programar antes de empezar. Con la parte inferior de las patas en horizontal, se mueve muy lenta, pero no corre el riesgo de colarse entre los tablones. Además, baja el centro de gravedad y el puente se cimbrea menos —explicó.
SUSI avanzaba con pasos muy cortos y torpes, pero avanzaba. En un par de minutos consiguió atravesar el puente. Después de la tensión acumulada no pudimos evitar ponernos en pie y aplaudirla. Creo que, a estas alturas, todo el mundo tenía claro quiénes veníamos con SUSI.
—La prueba de copiar el dibujo es fácil —informó César—. Lo complicado es agarrar bien la pintura, pero esto sí que lo hemos entrenado muchas veces.
SUSI llegó a la mesa, desplegó la cabeza y observó el dibujo. En la pantalla grande podíamos ver el típico paisaje pintado por un niño pequeño con una casita, un árbol y un sol en el cielo. Imagino que, para facilitar la tarea de los robots, solo habían empleado cuatro colores: marrón, verde, rojo y amarillo.
Nuestra amiga cuadrúpeda separó los dos brazos y los extendió sobre la mesa. En ese momento, hizo algo que, al principio, no entendimos: con la pinza del brazo izquierdo agarró una de las pinturas casi por la punta y la levantó. Parecía que se había equivocado, pero entonces, la pinza del brazo derecho se acercó y agarró la pintura correctamente dejando la punta libre para pintar.
Como si fuera una niña de verdad, sujetó la hoja en blanco apoyando el brazo izquierdo sobre ella y con la pintura en el derecho comenzó a pintar con trazos torpes.
Repitió el proceso con los cuatro colores mientras la pantalla nos iba mostrando el resultado y no le podíamos pedir más. Aunque los trazos eran demasiado rectos y regulares, el parecido era evidente y pasó la prueba.
Otra salva de nuestros aplausos acompañó la imagen de su dibujo sobre la gran pantalla. Ya que nos habíamos soltado la melena, no íbamos a parar ahora.
A juzgar por la expresión de César, la zona de las piedras sueltas no era algo que le preocupara.
—Esta zona no debe ser complicada para un robot de cuatro patas —comentó él mientras SUSI se acercaba a esa parte del recorrido—. En cuanto lo mapee, sabrá que tiene que ir despacio porque verá que es un terreno irregular y las patas traseras podrían pisar sobre una piedra suelta.
Efectivamente, SUSI se tomó su tiempo para atravesar la zona y un par de veces se tambaleó un poco porque una de las patas se había apoyado sobre una piedra que rodó, pero, como había dicho César, las otras tres bien apoyadas eran suficientes para sostenerla y recuperar el equilibrio.
Cuando SUSI acabó de pasar y se plantó frente a la puerta cerrada, todos nosotros nos pusimos en pie y redoblamos nuestros aplausos. No era para menos. SUSI era el robot que más lejos había llegado hasta el momento y había que celebrarlo.
César también se había levantado, pero no compartía totalmente nuestro optimismo. Enseguida íbamos a ver lo que él ya estaba adivinando. Que la prueba más difícil estaba al otro lado de la puerta.