Capítulo 12: Ahora, SUSI (II)

Al parecer, no era la puerta en sí lo que le preocupaba a César.

—SUSI está entrenada para abrir puertas —explicó con seguridad—. Lo que me preocupa es lo que creo que puede haber dentro de la caja que está sobre la mesa.

Nuestra amiga robótica extendió el brazo derecho y agarró el picaporte. Hizo el gesto de girarlo y, sin soltarlo, comenzó a retroceder despacio hasta dejar la puerta entreabierta. Entonces soltó el picaporte y retrocediendo un poco más para dejar espacio, con el mismo brazo la empujó hasta abrirla del todo.

Ver a SUSI realizando estas tareas que nosotros considerábamos tan simples me hizo pensar en la cantidad de cosas que hacemos sin darnos cuenta de la dificultad que tienen.

SUSI se acercó a la mesa y en la pantalla grande pudimos ver una caja de cartón del tamaño de una caja de zapatos y, al lado, una huevera vacía de seis huecos que también era de cartón. La jueza de la prueba abrió la caja y en la pantalla se vio claramente el contenido, que no sorprendió a nadie. Eran seis huevos.

La chica explicó que había que colocar, por lo menos, tres de los seis huevos en la huevera sin romperlos.

¡Vaya! Pues no parecía tan difícil. Ya lo había hecho antes con las bolas de colores y no había tenido ningún problema. Entonces ¿por qué estaba César tan nervioso?

—La dificultad de esta prueba no es agarrar los huevos y colocarlos en la huevera —nos explicó con expresión preocupada—. El problema es la presión. Con las bolas no importa porque son de goma y se pueden apretar bien para asegurarse de que no se caen, y los lápices de colores también se pueden apretar sin problemas. Pero con los huevos hay que aplicar la presión justa para que no se rompan, pero que tampoco se caigan. SUSI tiene un sensor de presión en la pinza derecha y puede aprender de los errores, pero no hemos entrenado con cosas tan frágiles como un huevo. Es la primera vez que ponen esta prueba y no sé si será capaz de hacerlo.

SUSI se acercó más a la mesa y observó los huevos durante unos segundos interminables. Después extendió el brazo derecho y lo movió lentamente hasta introducirlo en la caja. La pantalla nos mostraba un primer plano de la escena.

Las pinzas de SUSI se cerraron lentamente sobre uno de los huevos mientras conteníamos la respiración. En mi imaginación ya estaba viendo el huevo espachurrado y su interior desparramado por la caja, pero SUSI lo elevó despacio mientras la cámara lo seguía. La pantalla nos mostraba el huevo sujeto por la pinza, que se movía en el aire hacia la huevera.

De repente, a medio camino, sonó el crujido que nadie quería oír, y una grieta perfectamente visible en la cáscara apareció en el primer plano de la pantalla.

Un nuevo grito ahogado recorrió esta vez toda la grada, y nosotros nos pusimos en pie como si nos hubiera empujado un resorte.

El huevo no se rompió del todo y SUSI tampoco llegó a detenerse, pero sus sensores debían de haber notado la rotura porque su movimiento se volvió más lento. Un pequeño churretón de clara de huevo empezaba a deslizarse por la pinza.

Vista de la pinza agarrando el huevo que se acaba de romper

Finalmente, el brazo de SUSI llegó a la huevera y abrió las pinzas para soltar el huevo, pero no cayó. Los restos de clara que habían salido al agrietarse habían hecho que el huevo se quedara pegado en uno de los lados de la pinza. César se llevó las manos a la cabeza al ver la imagen en la pantalla. Eso sí que era difícil de prever. Pero entonces, SUSI extendió su brazo izquierdo y con mucha lentitud desplazó su pinza hasta el huevo pegado y lo empujó ligeramente para separarlo. El huevo se separó, aunque no cayó en la huevera. Daba lo mismo. Por lo menos, la pinza derecha estaba libre para volverlo a intentar.

César no se lo podía creer. Su cara era la viva imagen del asombro. Se le veía contento por lo que había hecho SUSI, pero a la vez, parecía que algo no iba bien.

SUSI volvió a intentarlo y, al parecer, ya había aprendido a aplicar la presión correcta porque los tres huevos siguientes viajaron de la caja a la huevera sin ningún problema.

¡Lo había conseguido! Ya solo quedaba una prueba y habría terminado el recorrido. ¡Cómo lo estábamos disfrutando!

SUSI se acercó hasta el estanque de las piedras salientes y se tomó su tiempo para mapearlo como en las ocasiones anteriores. Después se inclinó sobre la orilla y metió una pata en el agua. Un segundo después la movió salpicando un poco como si estuviera jugando con ella.

La cabeza de SUSI mirando el agua y salpicando con una de las patas

A nosotros estas cosas nos parecían normales, pero la cara de César era de verdadera confusión. Algo raro estaba pasando.

SUSI comenzó a moverse lentamente y pasó de piedra en piedra sin problemas y asegurando cada paso. Alguno de los pasos había llegado a rozar el agua, pero alcanzó el otro lado del estanque sin caerse, ni mojarse.

Entonces, cuando SUSI llegó a la mesa donde la esperaba la última prueba, vimos un problema del que nadie se había dado cuenta hasta el momento.

Sobre la mesa había una pequeña jarra llena de agua y, al lado, tres vasos vacíos. El problema no era la jarra ni los vasos. El verdadero problema era la altura de la mesa. Las pruebas anteriores habían sido en mesas bajas, pero esta era una mesa de altura normal y SUSI no iba a poder trabajar en ella con facilidad.

La cabeza de nuestra amiga se extendió y llegó bien a la altura de la mesa, pero la dificultad iba a estar en que llegaran bien los brazos. SUSI observó la mesa mientras mapeaba la situación.

Entonces, para sorpresa de todos, se giró hacia la grada haciendo un saludo con uno de los brazos desplegados. Todo el mundo se rio como si aquello estuviera preparado, pero César se quedó blanco.

Después del saludo, SUSI volvió a su posición original e hizo algo que nos dejó totalmente flipados. Por lo menos, a nosotros, porque, en ese caso, César no pareció sorprendido.

Lo que hizo fue dar un pequeño salto sobre las patas delanteras y las apoyó en la mesa. De esa forma quedaba erguida y llegaba con más facilidad. Desde esa posición extendió el brazo derecho, agarró la jarra e, inclinándola con cuidado, llenó los tres vasos de agua.

Lo había conseguido.

Lo habíamos conseguido.

Todos en la grada aplaudimos como locos.

Pero ¿por qué César no estaba dando saltos de alegría?