Capítulo 15: ¿Cómo es posible?

El sargento Ríos le pasó el pendrive a César, que lo insertó en su portátil. Enseguida accedió al vídeo de la cámara de la farmacia.

Al principio, el vídeo solo mostraba la acera vacía alumbrada por las farolas. De vez en cuando, las luces de algún coche iluminaban la escena durante unos segundos, pero ninguno paraba y todos seguían calle arriba.

Nosotros esperábamos el momento en que alguno de esos coches se parara frente al garaje y un grupo de ladrones se bajara de él, pero lo que mostró el vídeo fue muy distinto.

En la pantalla se vio la puerta del garaje abriéndose desde dentro y a SUSI saliendo tranquilamente por ella. Después cerró la puerta y siguió andando por la acera hasta salir de la escena. En las imágenes se apreciaba que llevaba una especie de «mochila» en la espalda que supusimos que era la que César había mencionado antes. Seguramente, dentro de esa mochila estarían BB y el libro.

Vista de la camara de la farmacia donde se ve salir a SUSI del garaje

Esto lo cambiaba todo. SUSI no había sido robada, sino que se había ido por su propio pie. En cuanto el vídeo terminó, todas las miradas se centraron en César, buscando una explicación.

—¡No entiendo nada! —dijo él sacudiendo la cabeza y volviendo a poner el trozo de vídeo donde se veía a SUSI saliendo del garaje y caminando por la acera—. ¡No es posible! ¡No puede encenderse sola!

—Nosotros lo sentimos —dijo el sargento abriendo las manos en señal de disculpa—, pero si no ha sido un robo, no podemos hacer nada. Si fuera una persona, podríamos denunciar su desaparición, pero al ser un robot… —añadió sin terminar la frase.

—Lo que sí podemos hacer es enviar a las patrullas las fotos que me has pasado por si algún agente ve al robot mientras hace su ronda —propuso Susana—. Si tenemos alguna noticia, te avisamos.

Y diciendo esto, los dos agentes se despidieron. Estábamos solos con el misterio. ¿Qué había pasado con SUSI?

—Parece que los de TC Robotics se temían que podía pasar algo así, porque aquí pone que, para participar en la RoboRide, todos los robots estaban obligados a llevar instalado un sistema de seguridad que permitía a la empresa apagarlos en cualquier momento dentro de sus instalaciones —comentó Sonia, que estaba echando un vistazo al artículo del periódico donde hablaban de la competición.

—¡Es verdad! ¡Con la emoción de haber terminado el recorrido, se me había olvidado quitarlo! —admitió César—. Pero se supone que es un sistema para poder apagarlos, no para encenderlos.

—Si es un sistema para controlar la energía, seguro que también puede encenderlos —apuntó Óscar—.

—¿Pero por qué van a querer los de TC encender los robots? —preguntó Sonia—. Está claro que era un sistema para apagarlos por si algún robot perdía el control o algo así. Una vez fuera de sus instalaciones, seguro que ni siquiera tienen comunicación con el sistema —añadió.

En ese momento sonó un teléfono. César echó mano al bolsillo y sacó su móvil. Un número desconocido aparecía en pantalla.

Después de mirar el número durante un par de segundos, César aceptó la llamada.

Saludó y después permaneció atento a lo que le estaba contando su interlocutor. Durante un par de minutos, prácticamente no dijo nada y solo asintió de vez en cuando para seguir la conversación. Después, empezó a hablar y le contó a la persona que estaba al otro lado lo que había pasado con SUSI. Al final, le dio las gracias por todo y se despidió.

—Era Marcus Raibert, el jefe de TC —dijo César sorprendido—. Al parecer, han detectado un fallo de seguridad en los dispositivos de apagado que nos dieron para instalar en los robots. Algún hacker había conseguido meter un troyano en los dispositivos y provocaba encendidos nocturnos para intentar copiar la información de los robots.

—Eso parece que cuadra con lo que ha pasado —señaló Cata—. SUSI se encendió por la noche.

—Puede ser que el dispositivo la encendiera, pero una cosa es que se encienda y otra que se vaya por su cuenta —comentó César—. Por lo que me ha dicho Marcus, el dispositivo solo actúa sobre el circuito de encendido y apagado. No puede acceder al resto del sistema.

—Puede que, en el caso de SUSI, el virus haya conseguido entrar en el sistema —dijo Raúl—. Recuerda que hizo cosas raras durante la RoboRide.

—Pero los otros robots también tenían el dispositivo y ningún otro se comportó de forma extraña —replicó César—. Además, en la revisión que le hice después de la yincana no encontré nada raro.

Mi hermano, que se había sentado mientras César hablaba, se levantó y se acercó a nosotros. Al pasar al lado de Sonia, la rozó con la manga y el chispazo se escuchó en todo el garaje.

—¡Ayyy! ¡Otra vez! ¡Que no te acerques a mí mientras lleves ese jersey! —gritó Sonia irritada—. Eres como una chispa andante.

Sonia sacudiendo la mano despues del chispazo

—Se habrá cargado mientras ha estado sentado en la silla —comentó César—. El roce de la lana con el respaldo hace que se cargue de estática con mucha facilidad. Tened cuidado mientras llevéis ese jersey y no toquéis nada electrónico.

Mientras César explicaba esto, una idea empezó a tomar forma en mi cabeza. Era una idea muy loca, pero ¿y si acababa resultando cierta?