Capítulo 16: Una idea muy loca

—¿Os acordáis del primer día que estuvimos aquí? —pregunté a los demás, que asintieron sin saber muy bien a qué me refería—. Óscar abrazó a SUSI y le dio un calambrazo de estática como hoy ha pasado con Sonia. ¿Y si ese calambre provocó algún cambio en sus circuitos de IA? ¿Algún cambio que le haga pensar de forma diferente?

Si lo que acababa de decir sonaba muy loco, lo que iba a decir ahora ya era para encerrarme y tirar la llave, pero ya que había arrancado no iba a parar:

—¿Y si debido a ese cambio, al encenderse, SUSI se puso a leer el libro de Tom Sawyer y decidió vivir su propia aventura con un amigo? ¿Igual por eso se llevó a BB? —sugerí.

César tomó el libro de Tom Sawyer en las manos y lo miró, como sopesando mis palabras.

—¿Puede ser verdad lo que dice Txano? —preguntó Cata, sorprendida de que César lo estuviera valorando.

—¡Bueno! SUSI podría leer cualquier libro, en el sentido de poder identificar las palabras, pero otra cosa es que entienda lo que está leyendo —apuntó César—. Yo solo la he entrenado para que comprenda conceptos sencillos que se usan en las pruebas: levanta esto, agarra aquello, distinguir formas, identificar colores…

—Pero cuando estuvimos aquí la primera vez, nos presentaste y ella entendía el concepto de «amigo» —replicó Sonia.

—No estoy tan seguro de eso. Para poder hablar y entender el lenguaje natural debe tener un buen vocabulario, pero no creo que ella entienda el concepto «amigo» como lo entendemos nosotros —contestó César.

—Pero ¿cómo que no estás seguro? —preguntó Óscar asombrado—. ¿Cómo puedes no estar seguro? ¡Si es tu robot!

—Ya os dije el otro día que, en inteligencia artificial, a veces no sabemos exactamente cómo se ha llegado a la solución. Nosotros le damos una serie de datos y ella nos devuelve un resultado, pero lo que pasa en medio no siempre está claro —añadió César pensativo—. ¡Ahora mismo, no estoy seguro de nada!

—Igual Txano tiene razón —comentó Esmeralda—. Yo me leí Las aventuras de Tom Sawyer el año pasado en el colegio y recuerdo que, en una de las partes más emocionantes del libro, se escapa con su amigo Huckleberry Finn y otro chico a una isla en medio del río Misisipi a jugar a piratas.

Tom Swayer y Huckleberry Finn en balsa por el Misisipi

—Esa parte la leímos muchas veces —apuntó César—. Creo que era la que más me gustaba a mí.

—¿SUSI puede orientarse en la ciudad? —preguntó Sonia con la mirada reflejando que alguna idea le rondaba la cabeza.

—Sí. Tiene acceso a internet y GPS. Puede acceder a Google Maps y moverse sin problema.

—¿Y si se ha puesto a buscar alguna isla para ir allí con BB? —siguió Sonia con su razonamiento.

—Pero en Twin City no hay islas, que yo sepa —dijo Cata—. Y aunque hubiera, tampoco podría ir, que no es un barco.

—¡Esperad un momento! Estoy pensando que igual no es necesario darle tantas vueltas —dijo Sara-Li como si se le hubiera ocurrido algo—. Podemos pedirle a Maxi que la busque. Si está en la ciudad, la puede encontrar. Acordaos de que tiene «muy buen olfato» —añadió remarcando las últimas palabras y mirándonos a Óscar y a mí.

¡Era verdad! Por si no lo recuerdas de aventuras anteriores, aparte de tener telepatía como Flash, Maxi también tenía superolfato. No podíamos explicarlo así, porque César y Cata no conocían la historia de la piedra verde, pero nos podía ayudar a encontrar a SUSI.

—Nuestra perra es muy buena buscando cosas —dije para que no sonara demasiado raro—. Si tienes algo que huela a SUSI, se lo podemos dar a oler y a lo mejor puede encontrarla. Nunca lo hemos probado con olores de máquinas, pero imagino que también funcionará —añadí.

César arqueó una ceja, sin verlo muy claro, pero seguramente acabó pensando que tampoco tenía más opciones, así que rebuscó entre los trastos que había sobre la mesa y agarró una pieza.

—La semana pasada le cambié uno de los motores de las patas, que no iba bien. Imagino que esto tiene que oler a ella —apuntó César mientras me lo entregaba.

Mostrándole la pieza, me comuniqué con Maxi para explicarle lo que quería y ella la olfateó.

Txano dando a oler una pieza de SUSI a Maxi

Maxi movió la cabeza a un lado y a otro olisqueando el aire, y enseguida ladró señalando la puerta.

—Ya lo tiene —dijo Sara-Li—. Ahora se trata de seguirla como en las películas.

—Vale, pues yo os intento seguir también, pero con el coche. Así podemos traer a SUSI si la encontramos sin batería. Si os pierdo de vista, Cata me puede llamar para decirme dónde estáis.

Salimos a la calle con Maxi ladrando y esperamos lo justo para darle tiempo a César a llegar a su coche.

Maxi iba sujeta por la correa y tiraba sin compasión de la mano de Sara-Li, que tenía que ir continuamente frenándola.

César intentó ir con el coche tras nuestros pasos, pero en la primera calle que le pilló en dirección contraria, tuvo que renunciar a seguirnos, e imagino que buscó un sitio para aparcar y esperarnos hasta que Cata le llamara.

Llevábamos más de veinte minutos andando detrás de Maxi, y Cata empezó a dudar de su olfato.

—¡Oye! ¿Seguro que vuestra perra puede encontrarla? No puede ser que la olfatee a tanta distancia.

—Tranquila, si sigue andando es que está sobre la pista. ¡Ya verás!

Maxi se mostraba cada vez más nerviosa. Después de seguirla durante un par de minutos más, nos llevó hasta la entrada de un parque. Allí decidimos parar un momento para descansar un poco.

—¡Vaya! ¡Mira cómo se llama este parque! —dijo Óscar señalando frente a nosotros.

En lo alto de la verja de entrada se podía leer un nombre: Parque Isla Mágica.

—Seguro que SUSI ha buscado en Internet «Islas en Twin City» o algo así. Fijo que, si buscamos eso, este parque sale en primer lugar —dijo Raúl.

Y así fue. Cata probó esa búsqueda en su móvil y lo primero que salió fue ese parque. Aquello parecía que iba teniendo sentido y mi loca propuesta igual no era tan loca.

Cata llamó a César para pasarle nuestra posición y decidimos esperar a que llegara. Queríamos estar todos juntos para seguir la búsqueda por el parque.

SUSI tenía que estar allí.