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- Tori, premiazkoa.
- Zer moduz dabil dena?
- Ez dago arazorik
- Onik
13.

El mensajero levantó el puño izquierdo a modo de saludo. Luego desapareció escaleras abajo. Cuando Arantxa cerró, Onafre y Ander levantaron la cabeza de su reñida partida de ajedrez.

- Te recuerdo que tenemos de-re-cho a supervisar las actas, aunque nunca lo hagamos. Es una for-ma-li-dad a tener en cuenta...

Antes de que Arantxa contestara, volvió a sonar el timbre. A Arantxa se le aceleró el pulso… Era Cuqui, empapado. Se quitó el jersey de lana y la bufanda sin que ni Onafre ni Ander le dirigieran la palabra.

- Menudo tiempo de perros...

Ander levantó la vista. Acababa de mover y dejó al Profesor concentrando en el tablero. Cuqui se acercó justo cuando Onafre levantaba su dama y comía un peón negro.

- Bonita idea... Dicen los hindúes que el ajedrez es bueno para la mente, que cura la salud e incluso la diarrea, por extraño que parezca...

Onafre carraspeó. Se mesó la barbichuela.

- Su orientalismo, librero, nos deja in-di-fe-ren-tes… No sé si es consciente de ello.

- No, deje hablar a nuestro amigo, Onefre. Déjele hablar…

Arantxa se puso tensa.

- Cuqui, vente a la habitación... Estamos muy cansados todos. Venga... Agur.

Cuqui se dejó llevar por la mano de su ondina, como la llamaba los días de lluvia.

- Esta noche hago un huevo frito para todos y ya está -murmuró Arantxa, según cerraba la puerta. Sabía que Ander la miraba fijamente -. Has dejado la ropa fuera y estaba lloviendo...

La ropa mojada se apilaba sobre una silla. Cuqui se encogió de hombros, se sentó en la cama. Los yonkis se habían callado. Cuando Arantxa se aposentó a su lado, Cuqui la besó en los labios. Arantxa lo atrajo hacia sí.

- Qué, ¿bajamos de Marte?

- «Y entonces bajó hasta la tierra… Perdón. Quise decir a la guerra…».

- ¿Qué es eso?

- Silvio Rodríguez, Arantxa. El cantautor cubano.

Pero a Arantxa no le interesaba la referencia.

- Sé que te molesta la situación, pero no te preocupes. Son solo unos días.

Cuqui se acercó a la ventana y cerró las contraventanas. Fuera llovía a cántaros. Negu-uri. La vieja de enfrente seguía viendo la tele: un concurso en euskera. Los heroinómanos habían olvidado de recoger su ropa: camisetas, slips, bragas y unas zapatillas de deportes caladas colgaban del tendedero.

Cuqui se remangó el suéter y se tumbó junto a Arantxa y apoyó la cabeza sobre su vientre.

- No sé por qué, pero tengo la impresión de que aquí molesto a todos…

- A todos menos a mí. Estás empapado… -Los dedos de Arantxa le peinaron el pelo, y Cuchi se lo sacudió -. Tenemos que hablar. Y prométeme que no te vas a mosquear. Cuqui, yo conocía a Ander de antes…

- ¿Quién es Ander?

- El que está jugando al ajedrez con Onafre.

- Es tu amigo. Es normal que os conozcáis.

- Quiero decir en sentido bíblico. Por eso me parece que está celoso...

- ¿De quién?

Arantxa suspiro. Resultaba casi imposible romper las estrafalarias barreras que oponía la ingenuidad extraordinaria de su compañero.

- ¿Has estado fumando, Cuqui? Tienes los ojos como tomates, y no te enteras de nada... Y esto es serio porque... -Arantxa iba a decir algo pero cambió de idea -. Me gusta como eres. Pero a veces no te das cuenta de que el mundo es más complicado de lo que parece....

- A mí también me gusta cómo eres, Arantxa. Te preocupas por todo como si fueses a salvarnos de una bomba atómica. Eres tú la que vives en una novela de ciencia ficción…

Arantxa cerró los ojos y apretó la cabeza de él contra su vientre...

¿Cuánto tiempo podría mantener esta burbuja de felicidad? ¿Cuánto los dejarían tranquilos, ahora que ella empezaba a ser importante? Tendría que escoger, tarde o temprano, y lo malo era que las cartas, con la Organización, estaban siempre trucadas…

- Mira, Cuqui, tú no lo comprendes. Pero.... Para ti es abstracto, solo sabes lo que lees en los periódicos. Esta gente es peligrosa, y yo estoy haciendo lo posible por mantenerte fuera. No lo jodas, ¿vale?

- Te preocupas demasiado, Arantxa. Ese amigo tuyo seguramente haya pasado la página como tú, y tendrá otras cosas en qué pensar…

Arantxa soltó un suspiro y por un instante envidió la total inconsciencia de Cuqui, esa felicidad bovina de los animales sin conciencia política.

- Te lo repito una última vez. Esa gente, Ander y otros que puedan venir, no está aquí, no existe, ¿de acuerdo? Procura olvidarte de sus caras en cuanto los veas... A ti que te encanta la ciencia ficción, piensa que son invisibles.

- Como tú quieras, Arantxa –asintió el librero.

13  -Toma, es urgente.

-¿Qué tal va todo?

- Ningún problema.

- Bien.