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- ¿Qué cojones te ha pasado, Onafre?... ¡Has salido hasta en la televisión! ¡Todo Euskadi se ha enterado de que estás en Bilbo, y ahora te estará buscando la Ertzainza casa por casa! ¡Se dice que la Organización ha roto unilateralmente la paz! ¡Cabrón! ¡Jodido irresponsable!
Ander cerró con fuerza la puerta. Sin quitarse su chamarra, dio un puñetazo a la pared. Acto seguido se apretó el puño dolorido con una mueca…
Arantxa salió de su habitación. El Profesor seguía sentado en el salón, ante su tablero de ajedrez.
- ¿Qué pasa?... ¿Os habéis vuelto locos?
- Pasa que este jodido chiflado ha echado todo a perder. Le ha pegado cinco tiros al primo del lehendakari, que además era un empresario modélico, de esos que todavía pagan el impuesto revolucionario voluntariamente, como santos… Joder, joder…
Arantxa miraba alucinada a sus compañeros. Tenía el pelo revuelto, y emergía a duras penas de una siesta.
Onafre alzó los ojos.
- Estaba en la lista, y no veo por qué no podía aprovechar la oportunidad.
- ¡Estaba el hijo al lado! ¡Y también una exalumna tuya, y los dos te ha reconocido!
¿A qué viene esto, dos días antes de la acción? ¿Sabes lo que ocurrirá ahora? Van a cerrar la ciudad a cal y canto. Van a hacer redadas hasta decir basta. La inauguración va a ser en un puto festival de Ertzainzas… Has perdido la cabeza con tanta teoría, Onafre.
Ander trataba de serenarse.
-No me gustaría estar en tu lugar, Onafre. La Organización no te perdonará nunca que hayas echado por tierra esta operación. Y yo tampoco.
Arantxa se pasó la mano por el pelo teñido.
- Bueno… Vamos a calmarnos.
Ander se fue a la ventana, levantó la persiana.
- Creo que nadie me ha seguido, pero es imposible estar seguro…
Onafre intentaba concentrarse en el tablero, hasta que una patada lo derrumbó.
- ¡Para ya, Ander! -gritó Arantxa -. Así no solucionamos nada.
Onafre ni se inmutó y Ander se salió con un portazo.
- ¡Este circo se acabó!
Arantxa se detuvo para volverse hacia Onafre, que recogía las fichas, dudó y se dirigió a la puerta.
- ¡Ander!
Onafre reconstruyó su partida. Mientras tanto, las voces de los terroristas de una parte y otra de la puerta contrapunteaban la histeria verbal de los vecinos.
‘- ¡El Chepas me chupa la polla!’.
- Yo me abro, Arantxa.
‘- ¡Mas bien se lo chupas tú a él, yonki de mierda!’.
- Pero, Ander, no podemos dejarlo ahora...
‘- ¡Yonki lo será tu madre! ¡Yo cuando quiera me desengancho!’.
- Se acabó, Arantxa. Y si me hicieras caso, te desvincularías de ese loco…
‘- ¿Tú, desengancharte? Ja, deja que me ría’.
- Ander, vamos a tener una reunión y discutirlo...
‘- ¡Te voy a romper la cabeza! ¡Todo es por tu culpa!’.
- Ese cabrón. Yo ya decía que no se podía contar con él, Arantxa. Pasa... Y habla bajo, que no nos escuche…
La pareja se encerró en la habitación. Las contraventanas estaban cerradas. Una miserable bombilla de 25 vatios colgaba de un cable.
- ¿Te has pensado lo que te dije anoche? Porque yo ya estoy preparado...
Ander empezaba a meter su ropa en la bolsa sobre la cama deshecha.
- No puedo, Ander. Esto tenías que habérmelo dicho hace tiempo. Yo estaba loca por ti... Pero entonces estaba tu mujer…-La sombra de la cónyuge se interpuso por un momento entre ellos -. Siempre te ha chantajeado sentimentalmente con sus depresiones… Y yo ahora tengo una relación estable...
Ander cerró la cremallera de su bolsa, se arrodilló, sacó el maletín de debajo de la cama y lo depósito sobre la cama deshecha. Esta acusó el peso.
- No será por ese librero de mierda… No lo entiendo. Una mujer como tú. Tan militante, tan fuerte... Un maketo… Peor… Un español, y de Burgos… Además te tengo que decir algo, ya que hablamos de tu amigo…. En la Organización nadie se ha creído tus informes.
Arantxa sintió un vuelco en el corazón. Era lo que se había temido.
- Cuqui está limpio. No tiene nada que ver con nada…
- Eso lo tendrán que decidir ellos, no tú.
- Ander, tú puedes apoyar mi informe... A ti te creerán. Hazlo por mí. Te lo ruego, Ander. Yo te tomé en serio, y estabas casado. ¿Quieres cambiar completamente la idea que tengo de ti?
El Ejecutivo miró su maletín. Luego la miró a ella y recorrió su cuerpo, como si rememorara apasionados encuentros de otros tiempos. Pero enseguida se arrepintió de sus pensamientos.
- Hay dos cosas muy distintas, y lo sabes muy bien, Arantxa: la Causa y lo demás. No se mezclan...
- Nosotros lo mezclamos en su día. Somos amigos, no estropees eso también…
Ander levantó la mano que quedó en alto, como si deseara pasarla por el pelo teñido, y acercó la cara.
- Mi pequeña maestra borroka. ¿Puedo?
Arantxa no respondió. Sus bocas se unieron unos segundos. Ander la apretó los brazos con fuerza.
- Es una lástima. Nunca debimos dejarlo...
Se separó, metió la bolsa en del maletín, cogió su abrigo, doblado sobre una silla, y salió de allí.
En el salón le dirigió una última y furibunda mirada al Profesor, que seguía con su partida.
- Estás muerto, cabrón –murmuró, antes de desaparecer.