Despierto con el sol atravesando la ventana y...
—¡Oh, joder! —digo en voz alta.
No quería quedarme toda la noche. Por cierto, ¿qué hora es? Salgo de la cama para buscar mis vaqueros. Mi teléfono está allí, ¿cierto?
—Oye, Sadie... —Miro la cama arrugada.
No está Sadie.
¿De verdad me levanté de su cama y no me di cuenta de que no estaba? Por supuesto que no está. Probablemente tuvo que levantarse para ir a trabajar. Ni siquiera sé qué día es. Dos semanas en Montana y he perdido todo concepto del tiempo. Todos los días son días de trabajo en el rancho.
Encuentro mis vaqueros sobre la puerta de su armario y saco el teléfono del bolsillo. Está casi sin batería. Demonios. Son las nueve y media. Tengo alrededor de diez mensajes y los ignoro todos.
Chance siempre insiste demasiado en comenzar cada mañana a las seis. Es decidido, o nuestro querido padre es decidido desde la tumba, para que aprendamos a hacer todo en el maldito rancho o no obtendremos nuestro billón.
Como sea. Si Chance alguna vez lleva a una mujer a la cama, espero que se quede dormido.
Me coloco rápidamente mis vaqueros y salgo del dormitorio de Sadie.
—Hola, dormilón. —Ella sonríe y luego toma un sorbo de su taza—. ¿Café?
Me detengo, sorprendido.
—¿No tienes que trabajar? —Me rasco la cabeza, dudando.
—No el sábado, tonto. —Me sonríe con su cabello que es un desastre, de una manera recién follada.
—¿Es sábado?
Ella se ríe.
—Uh... Sí. ¿En serio no sabes qué día es?
Frunzo el ceño.
—Claro que no. Chance nos tiene a Austin y a mí trabajando día y noche en ese maldito rancho. Seguramente me mandará a la casa del perro por no haber aparecido para el desayuno a las seis de la mañana.
No me importa. De ninguna manera rechazaría despertar con Sadie en las sábanas y mi polla en su boca.
—Os mantiene a raya.
—También se puede ir al demonio —susurro yo.
Ella se levanta, se acerca a la cafetera de la encimera y sirve otra taza.
—¿Crema y azúcar?
—Ni pensarlo —prácticamente gruño.
—Entendido. —Sadie me entrega la taza y nuestros dedos se tocan ligeramente.
Demonios, mi miembro salta con ese ligero contacto. Palpita contra mis vaqueros mientras recuerdo todas las maneras en la que la hice mía durante la noche. Estoy seguro de que en algún momento estuvimos del revés.
Sadie se ve como en un sueño en una bata corta de satén rojo. Podría quitársela fácilmente de sus hombros, abrir esas piernas hermosas y darle un par de orgasmos justo aquí en su acotada cocina. En su mesa, abierta como un festín. Me relamo los labios y no por el café.
—Así que es sábado —digo, notando que sus pezones resaltan en la delgada tela.
—Todo el día —contesta ella.
—Vale. Eso significa que nos conocimos un jueves por la noche.
—Correcto de nuevo.
—Por qué tu amiga Stacy...
—Tracy.
Bebo un sorbo de café. Demonios, quiero a Sadie otra vez, pero probablemente no sucederá. Debe estar adolorida.
—Lo siento, ¿por qué Tracy tenía una despedida de soltera un jueves por la noche? ¿No son usualmente algo de fin de semana?
Sadie se encoge de hombros y su bata se desliza un poco, mostrando más de su blanco hombro.
—No cuando la novia trabaja cada fin de semana. Es un mesera en el mismo bar de coócteles donde tuvimos la fiesta, y los viernes, sábados y domingos son las mejores noches para recibir propinas.
—Ah. Entiendo.
De hecho...
Salto al escuchar un golpe en la puerta. ¿Quién diablos se entromete entre mi mujer y yo? Ella me mira y me dedica una mirada que no logro descifrar.
—¿Qué? —pregunto.
—¿Te importa? —Ella mueve su cadera.
—¿Qué cosa?
—¿Ir a la habitación? No tengo idea quién es.
Por supuesto que me importa. Sé que dormir con una detective que trabaja en una investigación de asesinato en la cual yo soy el principal sospechoso no es la mejor idea, pero no tengo nada que ocultar. También podría tratarse de su madre o algo así. ¿Pero su madre no es peluquera en Billings? Además, no voy a meterme en una relación donde mi mujer tiene miedo de que las personas se enteren de que estamos juntos.
Joder. ¿Estamos juntos? ¿No le dije que no soy de tener relaciones formales?
Lo dije. Pero también dije que quería más de ella. Que ese coño era mío. Y reforcé esa idea cada vez que la llené con mi polla y la hice llegar al clímax, lo cual sucedió muchas veces anoche. En su sofá y en su cama.
—No vas a contestar a nadie en la puerta vestida así. —Señalo la delgada bata mientras me cruzo de brazos.
Sadie frunce el ceño pero cuando me quedo callado y sigo mirándola, pasa enfadada junto a mí hacia el dormitorio. Por encima de mi hombro, la veo quitarse la bata y colocarse una sudadera y un pantalón. Sigue sin ropa interior, pero el grueso algodón oculta todo desde el cuello hasta el tobillo.
Mucho mejor. Asiento y ella suspira, me voltea los ojos y cierra la puerta del dormitorio detrás. Yo por un lado, la puerta del frente por el otro.
Tomo otro sorbo de café. Demonios. La mujer sabe hacer un buen café fuerte. ¿Hay algo que no pueda hacer?
Juzgando por la noche anterior y su cama arrugada, diría que la respuesta es no.
Pero juzgando por esta mañana, ella no está totalmente convencida. Yo sí. Planeo pasar más de una noche con ella.
Sin embargo, Sadie no puede decirle a nadie que estoy aquí. Respetaré eso por ahora. No significa que tenga que gustarme. Además, ¿quién diablos está en su puerta un sábado por la mañana?
Me visto rápido y echo un vistazo a mis mensajes mientras espero. Un par de mensajes de Chance preguntándome dónde estoy y cuándo voy a regresar a hacer mi parte del maldito trabajo.
El dicho es hermanos antes que las zorras y Sadie no es una zorra. Apuesto a que Austin durmió con Carly en su cama. Chance solo es un amargado porque es el único que no tiene sexo.
Ignoro sus mensajes... Y a él.
Sigo mirando. Dos mensajes no deseados. Otro de una mujer llamada Rhonda.
Rhonda...
Cierto. Es la mujer con la que estuve antes de venir a Montana. Una rubia de pechos grandes. No es usualmente mi tipo, pero yo estaba excitado y ella estaba ahí. Eso fue antes de saber que Sadie existía. Ahora, al pensar en Rhonda, mi miembro ni siquiera se mueve.
¿De qué trabaja? Demonios, no puedo recordarlo. Uñas, ¿quizás? Y lo más importante, ¿cómo diablos obtuvo mi número?
Vuelvo a leer el mensaje.
Hola, Miles. Soy Rhonda Grimes. Estuvimos juntos hace un tiempo. ¿Puedes llamarme? Es importante.
No tan importante como la hermosa de Sadie en la otra habitación.
La hermosa Sadie que no quiere que nadie sepa que estoy aquí.
A la mierda con esta basura. Hace poco vi a Austin escapándose de puntillas del padre de Carly. No voy a hacer lo mismo. Respeto a Sadie, pero estoy completamente vestido y no hay ninguna razón por la cual no pueda mostrarme.
Paso la mano por mi cabello y salgo del dormitorio.
Sadie jadea y yo miro al visitante. Gracias a Dios que se cambió.
—Bridger —dice Mark Peterson—. ¿Qué diablos está haciendo él aquí, Sadie?