Soy Rhonda. Me colgaste, así que te envío un mensaje. Estoy embarazada. El cariño es tuyo.
Ya me he aprendido el mensaje de memoria. Las palabras rebotan en mi cerebro en sincronía con mis latidos.
Esto no puede estar sucediendo, especialmente después de la pelea que tuvimos.
—Vaya mierda. —Miles camina por la habitación. Lo he visto enfadado antes pero esto es completamente diferente—. Usamos protección.
—¿Sí? —Coloco las manos en mis caderas. No me agrada escuchar que el hombre que me gusta hable de haber dormido con otra mujer. Y sobre embarazarla—. Déjame adivinar. «No te preocupes, cariño. Estoy tomando la píldora. No te preocupes».
Miles se detiene y me mira, sus ojos azules están encendidos.
—No salgo a una tormenta sin un impermeable. Nunca.
Bien.
—Los impermeables pueden tener hoyos —digo. Usamos condones anoche, gracias a Dios.
—¡Maldición! No es lo mismo y lo sabes.
—¿Lo sé?
Se pasa la mano por su cabello, sosteniéndolo por un momento.
—Apenas la recuerdo, Sadie.
Justo lo que quiero escuchar.
—Genial. Eso me hace sentir mucho mejor. Te gustó lo suficiente para follarla pero no para recordarla. Además, si no puedes recordar a la mujer, ¿cómo puedes estar seguro de que te pusiste un condón?
Su mirada se entrecierra.
—¡Porque siempre me pongo un maldito condón! Me puse uno contigo, ¿cierto?
Demonios. Siento como si alguien me disparara en el corazón. ¿No acaba de decirme que soy diferente? ¿Que estaba sintiendo algo más? Pero ahora estoy en la misma categoría que Rhonda, sea quien sea. Solo una mujer para la cual se puso un condón porque eso es lo que siempre hace. Necesita esa delgada barrera de látex, no solo para protegerse de una enfermedad de transmisión sexual y un bebé, también para no acercarse tanto a una mujer.
Aguanto un sollozo. Miles Bridger no me va a hacer llorar. No le voy a dar ese poder.
—Si solo soy otra mujer, entonces me voy de aquí. —Me doy vuelta pero no me muevo.
No todavía.
Porque va a detenerme como lo hizo la última vez. ¿Cierto?
—Sadie —gruñe pero no se acerca.
Cuento hasta cinco y camino hacia adelante, hacia la puerta, y luego salgo del garaje. De todas formas no puedo aguantar el olor desagradable de aceite de motor. ¿Y Miles Bridger? Solo es otro imbécil en la larga lista de los que me he enamorado.
¿Quién necesita esto? ¿Quién necesita pasar por esto con un tipo como él? Debería sentirme afortunada por no haber avanzado más. Un minuto está enfadado conmigo porque supuestamente estoy avergonzada de lo que hay entre nosotros y al siguiente tiene un crío en camino con otra mujer.
Es cierto, sabía que Miles no era virgen. Claro que no lo era. Tiene su pasado. Yo también. Solo esperaba que no me abofeteara la cara de esta manera.
Cuando llego a mi coche, mi estómago suelta un gruñido. Un par de hojas de lechuga no calmaron mi hambre y no tuve oportunidad de comer lo que me ofreció Chance. El reloj del coche marca las siete. No puedo ir a casa. Las sábanas de mi cama huelen a Miles. A lo que hicimos juntos.
Me alejo conduciendo desde el rancho Bridger, lejos de Bayfield y termino en Silverton. Aparco frente al conocido y familiar bar junto al camino. Tal vez sea masoquista porque este lugar también me recuerda a Miles. Pero Tracy trabaja esta noche y me servirá una mejor amiga.
Cuando entro al aparcamiento, es claro que la noche del sábado en Jody's está concurrida como siempre. Elijo un asiento libre en el bar.
—Hola, Sadie. —Desiree, una de las bartender, desliza una servilleta de cóctel frente a mí—. ¿Qué quieres esta noche?
Miles Bridger en bandeja. Si no fuera tan idiota.
Entonces tal vez solo su cabeza.
—Nada muy fuerte. Estoy conduciendo. ¿Qué tal una copa de Chardonnay? —Miro alrededor—. ¿Dónde está Tracy?
—Justo detrás de ti.
Giro mi taburete.
—¡Hola, Trace!
Tracy me da un súbito abrazo y luego se dirige a Desiree.
—Necesito tres vodka tonic, Des.
—Entendido. —Desiree me sirve una copa de Chard y luego se pone a trabajar en las bebidas para la mesa de Tracy.
Tomo un sorbo del vino ahumado.
—Necesito una de tus hamburguesas.
—De acuerdo. ¿Cocción en término medio con todos los complementos?
—Por supuesto.
—Le diré a Andy. Por cierto, ¿viste al nuevo bartender? —pregunta Tracy.
—Solo a Desiree. —Miro hacia el bar—. Y a Hank.
—El chico nuevo debe de estar descansando. —Tracy sonríe y sacude su anillo de diamante en mi rostro—. Si no estuviera comprometida, estaría encima de él.
—Qué bueno que estás comprometida.
—Bueno... También es gay. E increíble. ¡Oh! Aquí viene. Déjame presentarte. —Ella asiente hacia un hombre de cabello oscuro que aparece detrás del bar—. Oye, Jake. Ven aquí.
Jake avanza hacia nosotras y una sonrisa aparece en su apuesto rostro.
—Tracy, ¿cómo está nuestra mesera más hermosa esta noche?
Tracy se sonroja. Está comprometida y completamente enamorada de Troy, pero se sonroja aunque no tenga oportunidad con el hombre.
Cuando miro atentamente a Jake, no puedo decir que la culpo. Es musculoso y guapo, viste una camisa amarilla con un botón desajustado. Y, demonios, le queda increíble. Si tiene novio, ese hombre tiene mucha suerte.
—Quiero que conozcas a mi amiga Sadie. Sadie, él es Jake García.
—Hola, Sadie. —Jake extiende su mano a través de la barra.
Le doy un agarre firme.
—Encantada de conocerte, Jake.
—Voy a pedir una hamburguesa para Sadie —dice Tracy—. ¿Puedes asegurarte de entregársela cuando esté lista? Es mi mejor amiga y quiero que la cuides bien.
Un guiño acompaña su sonrisa.
—Por supuesto —dice Jake—. Voy a cuidarte muy bien, señorita Sadie.
Tracy se va y Jake se desplaza a un lado de la barra y me estudia.
—¿Problemas de hombres? —pregunta él.
Mi ceja se eleva.
—¿Cómo lo sabes?
—Ya los he tenido. Sé cómo te ves al tenerlos.
Suspiro.
—Digamos que pensé que había atrapado a uno bueno, pero tuve que liberarlo.
—Atrapar y liberar, ¿eh?
Me río.
—Entiendo.
Uno de los cocineros aparece detrás del bar.
—Tengo una hamburguesa aquí, término medio, completa y con papas fritas.
Jake coje el plato.
—Gracias. Esto es tuyo, ¿cierto? —Él la coloca frente a mí—. ¿Necesitas otro trago con eso, hermosa?
Miro mi copa de vino casi vacía.
—Solo agua. Estoy conduciendo.
—De verdad eres una buena chica, ¿cierto?
—Sí, sigo las reglas.
—Entonces no te gusta la adrenalina.
—Jake, toda mi vida tiene adrenalina. Soy policía.
Sus cejas casi se salen de su frente al alzarse.
—Imposible.
—En serio. —Muerdo mi hamburguesa. Un poco de jugo cae por mi barbilla y lo limpio con la servilleta—. Lo cual explica por qué sigo las reglas.
—No te pareces a ningún policía que haya visto. —Su mirada oscura me recorre.
—¿Quieres ver mi placa?
Él sonríe.
—Apuesto a que la mayoría de los hombres quiere ver tus esposas.
Le doy otra mordida a la hamburguesa mientras volteo mis ojos. Jake no tiene idea. Aunque Miles no estaba interesado en ataduras, puedo imaginarlo poniéndose travieso. Esa noche fue muy caliente. E increíble. Frunzo el ceño.
—Déjame preparar algunos tragos y regresaré para que puedas contarme todo sobre este hombre que tienes.