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SADIE

La sala de billar está repleta. Escudriño el lugar como lo debe hacer un buen policía apenas entra. Logro ver dos cosas, o, mejor dicho, dos personas, al instante. No cosas, personas. Mark está aquí, lo cual no es una sorpresa. Solo una molestia. Y Miles también está con su hermano Chance.

Joder. Mi corazón salta al verlo y luego regresa a su lugar. A la realidad. ¿Por qué diablos está aquí?

Algunas veces odio los pueblos chicos.

Me detengo y Jake coloca su mano en mi hombro en vez de tropezar conmigo. La mirada de Miles se enfoca en esa acción y su mandíbula se tensa.

Jake se inclina.

—Está aquí, ¿cierto?

Asiento y avanzo hacia el bar.

—Sí.

No quería verlo esta noche. Después de comer mi hamburguesa, estaba por irme a casa, pero Jake pudo notar que no quería estar sola con mis pensamientos, aunque compartí muchos de ellos. No sé cómo lo hizo, pero salió temprano de su turno para acompañarme. Como Tracy no pudo hacerlo, soy afortunada de poder pasar tiempo con alguien en vez de estar llorando a mares en mi apartamento.

Jake es agradable. Gracioso. Y es el único chico que he conocido que comprende lo difícil de salir con hombres. Así que le conté todo y me dijo que dejara de huir y enfrentara a Miles, porque si quería algo con él, necesitaba ponerme los pantalones y enfrentar los problemas.

Por supuesto, no dijo pantalones. Dijo que me creciera un par de bolas. Como sea, no planeaba hacerlo ahora.

Me molesta que Miles haya embarazado a una mujer. El tipo con quien dormí, con quien pensaba que compartía una conexión, ahora vive un drama con un bebé. No quiero eso. Pero la aventura de él sucedió antes de conocerlo. Ni siquiera sucedió en Montana y fue antes de conocerme.

No puedo reclamarle nada por encuentros pasados. Ciertamente no quiero que me reclame por los míos. Igual duele. Y Jake tiene razón. Escapé. Vi ese texto, escuché a Miles confirmar que había sucedido y huí.

La música cambia a Stevie Ray Vaughan mientras Jake y yo pedimos las bebidas.

—Sadie.

Mi corazón palpita cuando escuchó la grave voz de Miles. Miro a Jake y me giro. Ahí, casi demasiado cerca, está parado Miles. Absorbo su aroma. Miro la barba incipiente en su mandíbula cincelada. Su mirada entrecerrada me hace arder.

—Hola —digo—. Él es Jake.

Miles sostiene su mano y Jake la sacude con una enorme sonrisa en su rostro.

—Miles. ¿Cómo te va?

Una vez que Miles lo suelta, me coloca su mano en la cintura y me aleja a lo largo del bar. Se inclina y susurra:

—¿Quieres decirme por qué demonios estás aquí con otro hombre después de haberme despertado en tu cama esta mañana?

Mis mejillas se encienden de ira. Me alejo de su contacto.

—Jake es mi amigo. ¿Cómo va lo del bebé? ¿Ya le pusieron nombre?

Sus ojos se entrecierran.

—El bebé no es mío.

Cruzo los brazos en mi pecho.

—¿Oh, sí? Rhonda parece pensar que sí.

Miles se pasa una mano por el rostro.

—Y también parece pensar que soy un idiota. Escuchó sobre el testamento. Sobre la herencia. Quería sacar su parte.

Parpadeo.

—¿Qué?

—La primera, pero seguramente no la última persona que intentará usarme para alguna mierda. —Él me atrapa con sus ojos intensos—. Sí, dormí con ella, Sadie. Te lo admití antes.

Parpadeo y lo escucho.

—Fue en una noche en invierno. Ella lo aceptó, sabía cómo sería. No sería más que una sola vez. No me quedé a dormir. Demonios, ni siquiera sé su apellido. Y ni lo sabría aún si no me lo hubiera dicho en el mensaje.

—Solo fue un descargo. —Yo volteo mis ojos.

No estoy muy emocionada de saber cuán insignificantes son las aventuras para Miles, pero no se equivoca. He tenido aventuras antes, hubo un tiempo en que no quería una relación, solo algunos orgasmos.

Siento celos, tan simple como eso. Otra mujer durmió con él. Lo tocó. Sintió lo que es estar debajo de él.

—Solo un descargo —dice él en eco.

Sus ojos azules se centran en los míos e intento despejar mis celos. Rhonda está en Nueva York, según creo, y él claramente no quiere tener nada que ver con ella.

—Ella dijo que tenía cuatro meses de embarazo. Ha pasado mucho más desde que estuvimos juntos. Así que le mencioné que quería una prueba de paternidad.

—Asumo que no salió bien que le dijeras eso.

Miles niega con su cabeza.

—No soy matemático pero claramente ella tampoco. El bebé seguramente sea de uno de mis empleados. Uno de mis antiguos empleados. Mi suposición es que pensaron que lograrían obtener algo del billón de dólares que voy a heredar.

—¿Hay un bebé de verdad o solo lo inventaron para la estafa?

Miles encoge sus anchos hombros.

—No tengo idea. La verdad no me importa.

—Lo lamento. —Miro el suelo y luego a Miles—. Lamento que te hayan querido usar así y más. No debí haberme ido.

Miro por encima de mi hombro. Jake sigue parado en el bar, hablando con algunas personas a su alrededor. Miles se mueve para mirarlo también.

—No debiste ir a los brazos de otro hombre.

Veo cómo luce, cómo un hombre alfa como él puede enfadarse y ponerse celoso.

—Jake es solo un amigo.

Jake nos mira y lanza un guiño.

—¿Estás segura de eso? —pregunta Miles.

Un hombre entra por la puerta, mira alrededor y observa a Jake. Se dirige hacia él y le da un beso.

—Bastante segura —contesto.

Miles sonríe.

—Sí, supongo que no es mi competencia.

Sacudo mi cabeza y me río.

—Somos un par de cabezas duras, ¿cierto? —dice Miles.

Suspiro.

—Sí. Creo que necesitamos tiempo para conocernos.

—Todo lo que tengo es tiempo, cariño, pero hay mucha mierda que se mete en nuestro camino. —Él estira y peina un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

Anhelo ese contacto, agarro su muñeca y la aprieto un poco.

—Demasiada mierda.

—¡Hopkins!

Nos volteamos al escuchar la voz de Mark.

—Oh, joder. ¿Ahora qué? —Miles gruñe.

Peterson se acerca. En vez de la arrogancia habitual de fin de semana, su mirada es dura. Fuerte. Sus hombros están rectos. Está en modo policía.

—Recibí una llamada del forense. —Sacude su teléfono en el aire.

—¿Ahora? —dice Miles.

Peterson lo mira y asiente.

—Apuramos la autopsia del cuerpo encontrado en el arroyo y el forense pensó que esto no debe esperar hasta el lunes.

Frunzo el ceño y miro a Miles. Miles coloca su mano en mi espalda.

—Si vas a decirme que tengo algo que ver con el asesinato, vamos a tener un problema, Peterson.

Mark mira rápido a Miles y sacude su cabeza. Luego me mira.

—Te puedo decir que te has librado de eso, Bridger. Indica que el asesinato fue hace un par de meses.

Eso no libera a Chance, pero veo que Miles se desinfla un poco con el alivio. Parece que Mark tiene más que decir.

—¿Qué más? —pregunta Miles.

Yo asiento.

—Sí. —¿Qué más encontró?

—El cuerpo... —Mark suelta un suspiro y me mira—. El cuerpo ha sido identificado como Joseph Hopkins. El ADN concuerda con el tuyo.

Mi boca se abre.

Mi hermano Joey. Es el tipo muerto en el arroyo. En propiedad Bridger.

—Del lugar que desapareció. —Mi voz está ronca. Entumecida. Estoy intentando procesar qué diablos significa todo esto.

Peterson asiente.

¡Oh, mi Dios!

Me inclino inconscientemente en Miles, soy afortunada de contar con su fuerza y tamaño. Toda mi esperanza de encontrar a Joey ha desaparecido.

—¿Joseph Hopkins? —Un ceño parece en las cejas de Miles—. ¿El cuerpo es de alguien en tu familia?

Yo asiento. Trago.

—Mi hermano. Supongo que regresó de Canadá. O tal vez nunca se fue.