16

SADIE

Miles me ayuda a levantarme y por alguna razón empiezo a hablar. Ha sido una locura de noche. Desde la pelea por sus celos a saber lo de Joey... Todo parece tan surreal.

Pero no estoy sola en esto. En el fondo, creo que sabía que Joey estaba muerto y no podía admitirlo. No hubo noticias de él por mucho tiempo. Nunca comprendí por qué perdimos el contacto, por qué no hablaba con su hermana menor.

Sin embargo mantuve la esperanza. Tal vez que se haya ido es mejor. Ahora sé que no me odia, que no me está evitando porque hice algo. Excepto que... No quiero que esté muerto.

—Mi mejor recuerdo de Joey es de cuando tenía cinco años. Había una enorme tormenta de nieve. Nada nuevo por aquí. Una vez terminó, quedó mucha nieve apilada alrededor de Larson Hill. Joey y sus amigos fueron a jugar en trineo y yo tenía muchas ganas de ir. Mamá dijo que era muy pequeña, que no iba a poder aguantar el frío, pero Joey me miró, sus ojos sonreían.

Seguí hablando mientras mi recuerdo me llevó al pasado y la escena se volvió vívida en mi mente. No puedo evitar sonreír.

—Yo la cuidaré, ma. Déjala ir.

Mamá tuerce sus labios.

—No lo sé, Joe. Es muy pequeña.

—Sé cómo mantenerla abrigada. —Joey va al armario y saca mi traje púrpura para la nieve y luego desaparece por un momento; regresa con uno de mis suéteres y dos pares de sus medias. Él me coloca el suéter por encima de la cabeza y yo me río cuando despeina mi cabello.

—Necesito dos bolsas viejas de pan, ma —dice él.

Ma las trae mientras Joey me ayuda a ponerme el traje para la nieve, desliza mi gorro en mi cabeza y luego me cubre con una bufanda de lana hasta que solo sobresale mi nariz. Luego agarra un par de medias y las coloca en mis manos, subiéndolas por encima de las mangas de mi traje hasta los codos. Luego coloca los mitones en mis manos. No puedo mover los pulgares, pero no me importa. Él toma el otro par de medias, los desliza en mis pequeños pies y luego me hace pisar en las bolsas de plástico de pan y luego en mis botas.

—Mira eso, ma —dice él—. ¿Cómo no va a mantenerse caliente?

Ma se ríe.

—Está bien, Joe. Pero la traes entera y no congelada.

—Claro que sí.

—Esa tarde —le digo a Miles—, con el sol resplandeciendo en la nieve brillante y Joey y sus dos amigos turnándose para pasearme en el trineo, es uno de mis mejores recuerdos.

Él se ríe.

—¿Podías moverte con todas esas cosas?

Sacudo mi cabeza y no puedo evitar reírme.

—En realidad no, pero no tenía que moverme. Solo debía quedarme en el trineo.

Los ojos de Miles se arrugan en sus esquinas mientras me sonríe.

—Eso suena genial, cariño. Me hubiera gustado tener una hermanita para llevarla en trineo.

Me gusta esa idea. Miles hubiera sido un gran hermano mayor. Protector y mandón, pero de una buena manera.

—Central Park siempre está repleto —dice él— pero algunas veces fui al norte con mi abuela.

—¿En serio? —No había mencionado a nadie de su familia además de su madre, la mujer que fue la segunda esposa de Jonathan Bridger.

—Sí. Hasta que mamá también la apartó —gruñe.

Gracioso. Cuando mi mamá y papá se divorciaron yo tenía ocho y Joey dieciocho, mamá obtuvo mi custodia y pocas veces vi a papá o a mi hermano después de eso. Papá dejó de ser mi papá y ha pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi. Vive en las afueras de Billings en una casa pequeña y lo último que escuché fue sobre su alcoholismo.

Pero lo que pasé suena sencillo en comparación con la vida de Miles. No puede ser más obvio que su padre no quería nada con él. O con Austin. ¿Y qué hay de Chance? Vivieron juntos en el rancho, pero por lo que veo, Chance parece odiarlo casi igual. Tal vez más.

No suelo pensar mucho en Joey ya que me hace extrañarlo y me pone triste pensar en lo que he perdido. Cuando descubrí que había desaparecido, fue con un golpe en el estómago. ¿Ahora que sé que se fue definitivamente? Ese recuerdo es todo lo que tengo y lo quiero mantener cerca de mi corazón. Joey siempre será el hermano mayor que me llevó a jugar en el trineo esa maravillosa tarde nevada.

—¿Qué necesitas? —pregunta Miles—. ¿Quieres que te prepare la ducha?

—Sí. Quiero lavarme y sacarme todo este día.

—Oh, cariño. Me gustaría hacerte olvidar todo de este día, especialmente cualquier momento donde te hice poner triste o molesta. Pero la vida no funciona de esa manera.

—Solo desearía saber qué estaba haciendo. —Suspiro—. Si estaba transportando carga hacia Canadá, ¿cómo terminó en tu propiedad? Y si no estaba transportando carga, lo cual apuesto que no estaba haciendo, ¿entonces qué estaba haciendo? Cómo... ¿Murió?

—Escuchaste a Peterson. Va a ser complicado descubrir la causa de muerte. Claramente no hubo traumatismo y ha pasado mucho tiempo para que la toxicología sea precisa en su cuerpo.

No puedo evitar hacer una mueca. Pensar en mi hermano como un cuerpo se siente terrible.

Miles suspira y me acerca.

—Joder. Lo siento, Sadie. No debí haber dicho eso.

Lo abrazo una vez más.

—Está bien. Es la verdad. Solo es duro escucharlo. No quiero hablar más al respecto. Se fue. Ya se había ido, pero ahora podemos encontrar respuestas. Tendré que enfrentarlo pronto. Ambos lo haremos, aunque ya no seas sospechoso y yo, como le dijiste a Peterson, probablemente ya no esté en el caso. Peterson no espera vernos hasta el lunes, pero sé con quién podemos hablar para encontrar respuestas.

—¿Con quién? —Sus cejas se juntan mientras acaricia mi cabello.

—Mi padre.

—¿Sabes dónde está?

Yo asiento.

—Tengo una muy buena idea.

—Vale. Mañana iremos a verlo.

Bien. Mañana llegará pronto.

—Pero esta noche, necesito dejarlo ir.

Él asiente y lleva mis dedos a sus labios para besarlos.

—Vale. Comprendo.

Miles. El fuerte y protector Miles.

Miles, quien no embarazó a otra mujer. Quien no estuvo involucrado en la muerte de mi hermano. Quien está ahora mismo para mí.

Miles abre la ducha para mí y me quito la ropa completamente desinhibida. Cuando me paro desnuda, sus ojos se encienden y su mandíbula se tensa. Me recorre con la mirada desde mis uñas pintadas de los pies hasta mi cabeza. Luego se voltea y sale del baño.

—Miles.

—Te daré algo de privacidad.

¿Privacidad? ¿Estar sola?

—No, espera. Por favor.

Él se da vuelta y me mira.

—Yo... No puedo estar sola.

—No voy a ningún lado. Te esperaré en la sala.

Trago. Ni siquiera quiero que esté tan lejos.

—¿Te unes? ¿En la ducha?

—Sadie...

—Por favor, Miles. Te necesito. Quiero sentirme viva.

Me estudia un poco más como si fuera un misterio.

—¿Estás segura?

—Estoy aquí desnuda frente a ti, estoy totalmente segura. Dúchate conmigo. Quédate conmigo. Esta noche. En mi cama. Ayúdame a olvidar.