20

SADIE

Miles y yo no hablamos mucho durante nuestro regreso a Bayfield, lo cual me parece bien. Mi mente está repleta de hechos y análisis, solo que todo se desarma en palabras y frases. Soy una buena policía, una buena detective, y mis ideas usualmente no están tan enredadas.

Agarramos todos los papeles y libretas de las cajas, dejando todo lo demás atrás, lo cual dudo que vaya a ser botado a la basura. Sería mucho esfuerzo para mi padre. No quiero perder ninguna evidencia que pueda ayudarme a encontrar al asesino de Joey.

Cuando Miles aparca frente a mi casa, me volteo hacia él.

—No quiero entrar ahí.

—Vale. ¿Dónde quieres ir?

—¿Podemos ir a tu casa? No quiero estar sola.

—Por supuesto, cariño. Pero sabes que debo hablar con mis hermanos de lo que descubrimos hoy.

—Lo sé. Puedo aguantarlo.

—No hay problema. Solo pensé que querrías estar sola.

Suelto una risa sarcástica.

—Estar sola es lo último que quiero hacer de momento. Aunque no haya visto a mi hermano en tanto tiempo, pensé que ya había aceptado lo que le sucedió. Aparentemente no es así.

—Por supuesto que no. Era tu hermano. —Miles vuelve a encender el motor del coche.

—Este es mi caso. Si es que Peterson no me sacó. Bueno, era. Pero tenemos buenas pistas respecto a Joey. Voy a estar involucrada como sea.

Miles asiente.

—Regresemos a mi casa. Necesito hablar con Chance y Austin, tal vez incluso hablar con nuestro abogado.

—¿No le pediste a Chance que lo hiciera?

—Sí, así fue, pero no sé si Shankle, así se llama, Tom Shankle, aceptará hablarnos un domingo. —Luego él sacude la cabeza con una risa baja—. Aunque, por todo lo que estoy seguro de que le pagamos, probablemente vendrá y nos dará un masaje de pies un domingo. Si no es así, conozco a un tipo en Nueva York que puedo llamar.

Sonrío un poco. Miles hace tanto por mí, y si puede lograr que sonría, seguramente está haciendo algo bien.

Nos mantenemos en silencio de nuevo de camino al rancho.

Un coche, uno muy elegante, ¿tal vez un Lincoln?, no sé nada de coches, pero uno así está aparcado en la larga entrada hacia la residencia Bridger.

—¿Qué te dije? —dice Miles—. Ese es el coche de Shankle. Supongo que hoy recibiremos un masaje de pies.

Esta vez no aparece una sonrisa porque si hay un abogado en la casa entonces vamos a hablar sobre Joey. Sobre su cadáver. No solo sobre la visita de hoy a mi padre.

Tal vez no fue la mejor idea venir aquí.

—Oye —dice Miles, notando claramente mi incomodidad—, puedo mostrarte dónde está mi habitación y puedes recostarte. O puedes sentarte en la cubierta de atrás. Hay una bañera de hidromasajes ahí. Ha aliviado mis músculos y articulaciones muchas veces después de que Chance me ha explotado aquí.

—No tengo un traje de baño.

Su mirada se enciende y luego dice:

—Carly está aquí. Probablemente puede encontrar algo para ti.

—Soy mucho más grande que Carly.

—Entonces puedes usar una de mis camisetas. O puedes entrar desnuda. —Miles guiña el ojo—. A nadie le va a importar.

Yo niego con mi cabeza.

—Aunque meterme en esa bañera suena como el cielo, si vais a hablar sobre Joey, necesito estar involucrada. Además, soy una detective profesional. Probablemente pueda aportar algo. Por favor, no intentes alejarme porque crees que me pueda afectar.

Intento no reírme de mis propias palabras. Durante todo el viaje, en lo único que pude pensar es en los segmentos de información que no logro comprender. Quizás no sea de mucha ayuda, pero debería estar presente. Sin importar que no quiera estarlo.

—Lo que tú desees, cariño. —Miles sale de su camioneta, da la vuelta hacia el lado del pasajero y abre la puerta.

Es un caballero. Es tan...

Lo es todo. Miles Bridger simplemente lo es todo.

¿Cómo logró significar tanto para mí en tan poco tiempo? ¿Soy demasiado dependiente? Sea lo que sea, no tengo energía para pensar en eso de momento.

Miles toma mi mano y me lleva hacia la puerta del frente, desde donde entramos.

Ciertamente, Chance y Austin Bridger, también Carly, están sentados en la imponente sala junto a un hombre que lleva camisa blanca con un botón desajustado, jeans, botas de vaquero y una corbata de bolo negra.

El abogado, asumo.

Chance y Austin se levantan. El abogado también y se da vuelta, su mirada recae en mí.

—¿Quién es ella? —pregunta.

—Ella es Sadie Hopkins. —Miles desliza su brazo alrededor de mi hombro—. Es la hermana del fallecido y detective en el caso. Sadie, este es nuestro abogado, Tom Shankle.

El señor Shankle camina hacia mí con la mano extendida. La tomo y me fuerzo a darle un buen apretón de manos. Aprendí eso hace mucho al trabajar en un campo dominado por hombres, necesito dar un firme apretón.

Luisa, el ama de llaves, entra desde la cocina con el cabello envuelto en un moño bien hecho.

—Señorita Hopkins, qué agradable verla de nuevo. ¿Le puedo traer algo de beber?

Solo entonces noto los altos vasos de limonada fresca en la mesita de café frente a cada persona.

—A mí me encantaría beber una cerveza ya mismo —dice Miles— pero creo que es mejor mantener la cordura.

Austin sonríe.

—Creo que todos podríamos tomar algo, pero esta limonada es muy buena.

—¿Tienes una medida de Jack para echarle a eso? —Miles le pregunta a Luisa.

Ella comienza a responder y Miles la detiene.

—Estoy bromeando, por supuesto. Tal vez después de la cena. —Él se voltea hacia mí—. ¿Quieres un poco de esa limonada?

Asiento. No soy muy fanática de la limonada, me resulta un poco dulce, pero si intento hablar, tal vez me ahogue o tartamudee.

—Les traeré un vaso a cada uno de inmediato.

—Gracias, Luisa —dice Miles.

Abro mi boca para susurrar un gracias pero solo sale un chillido.

Sí, necesito mantenerme callada hasta que pueda controlarme.

Miles me aprieta más fuerte, manteniéndome cerca.

—Entra. Vamos a sentarnos.

El señor Shankle y Chance están sentados en dos sillones, hay una mesa con una lámpara entre ellos. A la derecha, Carly y Austin están en el sofá. Eso solo deja el sofá de dos para Miles y para mí, frente al señor Shankle y Chance.

Sofá para dos.

Lo comprendo. Tan solo con ese sofá para dos.

Lo amo. Amor.

Me he enamorado de Miles Bridger.

No es porque esté en un momento calamitoso ahora mismo, aunque lo estoy.

No es porque sea el amante más talentoso que haya tenido, aunque lo es.

Es porque hay algo entre nosotros, algo más que la pura química física que compartimos desde esa primera noche en Jody's. Lo sentí entonces y todo lo que ha hecho es crecer. Amo a este hombre. Lo miro. Grande. Musculoso. Protector.

¿Honestamente? No le puedo dar lo que necesita. Aunque yo quiera una relación, él ha sido bastante claro sobre su pasado, pero también dijo que es diferente conmigo.

Demonios, más lo que sucede con su familia. Más lo que está pasando mi familia. Tal vez mi padre sea un imbécil de primera pero perdió a su único hijo. Yo perdí a un hermano. Mi madre perdió a su primogénito.

Dios, mi madre. Debo hablar con mi madre.

Miles toma mi mano y entrelaza sus dedos con los míos, dejando claro que estamos juntos y me gusta eso. Necesito pertenecerle a alguien ahora mismo. Me ayuda.

Los ojos de Carly ven nuestras manos unidas y sonríe.

—Les he estado comentando a tus hermanos —dice Shankle— que puedo revisar los nombres involucrados con la investigación de la APA a primera hora mañana. Son trabajadores del gobierno, así que nadie va a responder hoy.

—Espera —dice Miles—. Acabo de llamar al número que les di cuando estábamos en casa del padre de Sadie. Alguien llamado Gene Chubb respondió.

Shankle aclara su garganta.

—Ya no está respondiendo.

—Maldición. Esa llamada debió de haberlo asustado. —Miles se voltea hacia Luisa, quien acaba de regresar con nuestra limonada. Él toma un vaso y me entrega el otro a mí—. Gracias, Luisa.

Esta vez obligo a trabajar a mi voz.

—Sí, gracias. —Tomo un sorbo y sí, es dulce, pero también me alivia de una manera extraña.

Mi mamá solía prepararme limonada así cuando era pequeña. Era la favorita de Joey. Pero ella no la preparó más después del divorcio. Solo era agua o té helado sin dulce. Tal vez por eso no me guste la limonada. Me recuerda a Joey. O lo que perdí después de que nuestra familia se desmoronó.

—Creemos que tu llamada probablemente fue una alerta roja para este tipo —dice Chance.

—¿Por qué?

—Bueno, eso es lo que necesitamos descubrir. —Shankle saca su teléfono del bolsillo y lo mira—. He liberado los próximos días para trabajar en esto.

—Lo apreciamos —dice Austin.

—¿Vendrá con nosotros a la reunión de la mañana con el detective Peterson? —le pregunta Miles a Shankle—. La forense ya absolvió a Austin y a mí con la hora de la muerte, pero todavía queda Chance. Tal vez sea bueno si tiene representación legal ahora que llegamos a esto, especialmente si Joey de verdad estaba con la agencia APA. Asesinar a un oficial del gobierno es incluso más problemático.

Él asiente.

—Definitivamente.

—El detective Peterson dijo que Austin y yo no necesitamos estar en esa reunión —acota Miles—. Solo Chance y Sadie. Pero al demonio con eso. Quiero estar ahí. —Él se da vuelta y me mira—. No voy a dejar que pases sola por esto.

Aprieta mi mano y le sonrío. Un poco.

Luego él mira a Chance.

—Tú tampoco.

—Es cierto —dice Austin, apretando la pierna de Carly.

—Entonces, ¿qué estamos buscando aquí? —pregunta Chance—. También puede... —Se detiene abruptamente y me mira.

Yo me muerdo el labio inferior.

—Todos sabemos quién es el cadáver. Sabemos que es mi hermano. No podemos seguir dando vueltas al respecto.

—Estoy de acuerdo —agrega Carly—. Pueden pensar que están haciendo lo correcto al no hablar sobre algunas cosas, pero nunca es lo correcto. Yo debo saberlo.

Una mirada atormentada pasa por su rostro, pero Austin le levanta la barbilla hacia él y la besa. Ella sonríe y desaparece.

—Tienes razón, Carly. —Chance me mira—. Lo siento, Sadie. El cadáver de tu hermano...

—Joey. Joseph Hopkins. —Miro mi regazo—. Ese era su nombre. Creo que es importante que digamos su nombre.

—Buen punto. —Chance asiente—. Joey. Todos sabemos que es Joey. —Él suspira—. Honestamente, nunca lo conocí. Pero, o él estaba aquí en nuestra propiedad o alguien quiere hacernos pensar que lo estaba.

—Sí —dice Shankle—. El cadáver pudo plantarse después de haber sido asesinado.

—Ahí entra nuestro departamento —ofrezco yo—. Haremos una investigación. Estoy segura de que la forense puede decirnos cómo murió, ahogado o no.

—¿Has pensado en separarte de este caso? —pregunta Shankle—. Estás relacionada con el fallecido y claramente eres cercana de los Bridger.

Mis mejillas se encienden y aguanto un sollozo.

—Vamos, Shankle. —Miles aprieta mi mano de nuevo.

—Ella acaba de decirnos que no quiere que le demos vuelta al asunto —dice el abogado.

—Tienes razón. —Aguanto el sollozo—. Supongo que puedo retirarme del caso, Miles prácticamente le dijo al detective en jefe que debería estar fuera porque es un conflicto de intereses. Pero es mi hermano y bueno, Peterson es un imbécil. Somos los únicos dos detectives aquí en el condado y él va a necesitar toda la ayuda que pueda obtener para resolver esto, sin importar lo que piense.

Shankle levanta sus cejas.

—¿Solo hay dos detectives en el condado?

—Es un condado rural, Shankle. —Chance se frota la frente—. ¿Cómo pudiste ser el abogado de nuestro padre todos estos años y no saberlo?

Hace una mueca con sus labios como si la limonada estuviera demasiado agria.

—Te lo dije antes. Era su abogado personal. Administraba el negocio del rancho. Nunca interactué con la policía.

—Tal vez debiste hacerlo. —Austin frunce el ceño—. Parece que estaba metido en cosas raras.

—Y nada de eso salió a la luz hasta su fallecimiento —contesta Shankle.

—¿Y no tenías idea? —dice Austin de nuevo.

—No me pagaban para tener ideas —aclara el abogado—. Hice mi trabajo.

Aclaro mi garganta. En realidad, tengo algo que añadir:

—Nunca antes hemos necesitado más de dos detectives. Tenemos un alguacil, varios oficiales y estamos Peterson y yo. No es como si Bayfield fuera un lugar lleno de crímenes.

Miles voltea a verme.

—Tal vez Shankle tenga razón, cariño. Quizás deberías retirarte. Estás demasiado apegada al caso.

Miles tiene razón, por supuesto, pero por alguna razón me siento con ganas de argumentar.

—¿Quieres que Peterson y solo Peterson se encargue de esto?

—Claro que no. Bueno, me ganó con eso, Shankle —dice Miles—. Mark Peterson puede ser un buen detective. No lo sé, porque no he vivido aquí mucho tiempo y todo lo que he visto de él es su imbecilidad. Claramente nos odia. Tenía problemas con nuestro padre. Demonios, ¿quién no los tenía?

—Tu padre tenía sus defectos. —Shankle aclara su garganta, esta vez suena mucho más como Rainey por la mañana. El hombre claramente es fumador.

—¿Tú crees? —Austin sacude su cabeza.

—Fui su abogado por veinte años —responde Shankle—. También tenía su lado bueno.

Esta vez Chance resopla y pasa sus dedos por su cabello castaño.

—Viví con él toda mi vida. Si tenía un lado bueno, me gustaría conocerlo.

—Regaló mucho a la caridad.

—Claro. —Austin suelta un resoplido sarcástico—. Le tomó mucho escribir esos cheques gordos. Tal vez debió haberle enviado algo a mi madre con el paso de los años. A la mamá de Miles también.

—No tengo información sobre su relación con ninguna de vuestras madres —comenta Shankle—. Pero él no tenía que apoyar a las caridades como lo hacía. Dio millones de dólares a hospitales de niños.

—¿Crees que lo hizo por altruista? —Chance levanta su vaso vacío y mira el hielo en el fondo—. Lo hizo para reducir impuestos. O solo por apariencias. Sea cual sea la razón, no fue por caridad.

El silencio se instala, supongo que es mi momento de romperlo.

—Entonces, ¿no hay manera de saber hasta mañana si Joey trabajaba para la agencia APA? —pregunto.

—No. Puedo intentar descubrir esa información o estar con vosotros en la oficina de Peterson.

—Haz que uno de tus asociados investigue a Gene Chubb y a la APA —ordena Austin—. Tienes asociados, ¿cierto?

—Por supuesto que sí. Pero a tu padre no le gustaba que los involucrara. Solo confiaba en mí.

Evito elevar una ceja. ¿Jonathan Bridger confiaba en este tipo y en nadie más? Una alerta roja importante. Una que me aseguraré de que Miles no olvide.

—No somos nuestro padre —señala Chance—. Ahora somos tus clientes. Quiero que esto se investigue a primera hora de la mañana.

—Entendido. —Shyster, digo Shankle, toma nota en su teléfono.

Tomo otro sorbo de la limonada dulce. Alivia mi garganta que sigue adolorida por todos los sollozos que aguanté.

Luisa ingresa desde la cocina.

—El almuerzo está listo. Puse un lugar para el señor Shankle y para la señorita Hopkins.

El abogado se levanta.

—Gracias, Luisa, pero no puedo quedarme. Los veré a primera hora de la mañana, a las nueve en la estación policial del pueblo.

Chance se levanta y acompaña a Shankle a la puerta.

—Te quedas a almorzar —me dice Miles sin preguntarme. Es una orden.

—No estoy segura de que pueda comer —admito.

Él me alcanza y me acaricia el cabello.

—Tienes que mantener las fuerzas. Esto te volverá loca si no lo haces.

—Ya me estoy volviendo loca, Miles.

Se inclina y me besa.

—No estás sola. ¿Me escuchas, Sadie? No estás sola.