Había una vez una niña que se transformaría en la quinta mujer en obtener el reconocimiento más importante de la literatura en español: el Premio Cervantes.
Cuando era pequeña, su tía le encomendó quitarle el polvo a la biblioteca una vez por semana. Esa tarea significó mucho para la futura escritora. Luego de que una maestra les mandara aprender de memoria un poema, Ida comprendió en su interior que las palabras encerraban un misterio fascinante.
Fue profesora, traductora y escribió en las revistas más importantes de Uruguay, pero tuvo que irse del país durante la dictadura militar junto a su esposo Enrique Fierro. Con él se radicaron en México por diez años. Allí trabajó en páginas culturales y como traductora. Su regreso a Uruguay duró muy poco tiempo, la pareja decidió ir a Estados Unidos donde vivieron durante treinta años. Ida fue cosechando amistades y tejiendo lazos sinceros y duraderos, atravesando distintos países y enfrentando muchas despedidas.
Siempre le encantaron los diccionarios y los idiomas y se destacó por su extraordinaria memoria y su sentido del humor.
La obra poética de Ida comenzó con «La luz de esta memoria» a sus 26 años, pero las premiaciones y reconocimientos comenzaron a aparecer en la vejez. Con 95 años recibió el Premio Cervantes y emocionada dijo que —a pesar de haberle llegado tarde—:
—Prefiero ser consciente y agradecer, claro, en español, cosa que, además, es un valor añadido a la felicidad de este instante.
Actualmente vive en Montevideo y cerca de su hija Amparo. Rodeada de libros como en su infancia, continúa haciendo poesía entre el recuerdo, la memoria y las huellas de lo vivido.
1923
MONTEVIDEO
ILUSTRACIÓN DE SABRINA PÉREZ
SER HUMANO Y MUJER, NI MÁS NI MENOS.
IDA VITALE