Había una vez una joven muy hermosa que sería conocida como Juana de América. Durante su infancia en Melo, Juana Fernández comenzó a interesarse por la escritura. Era muy inusual en aquel entonces que las mujeres publicaran escritos, pero ella comenzó a publicar poemas y artículos en periódicos de su ciudad natal.
Luego de casarse con Lucas Ibarbourou, de quien adoptó el apellido, se mudó a Montevideo. En 1919 se publicó su primer libro de poemas, Las lenguas de diamante, y provocó un gran impacto, tanto en Uruguay como en el exterior. A partir de entonces, Juana se convirtió en una figura pública de enorme importancia. Fue invitada a numerosos eventos, publicó más libros y se integró definitivamente en la vida montevideana.
Fue proclamada Juana de América en un acto multitudinario realizado en el Palacio Legislativo decorado con flores. Al evento concurrieron personalidades muy importantes de la vida política y cultural. ¡Leyó su discurso mientras la gente se amontonaba para saludarla y felicitarla!
Luego de muchos años comenzó a dejar de salir de su casa, y en la vejez las cartas fueron su principal vía de comunicación. Si bien Juana recibió premios y reconocimientos, padeció problemas económicos y muchas situaciones dolorosas en su vida privada. Pero en sus obras siempre estuvo presente el recuerdo cálido de la niñez en Melo. Inspirada en su infancia, relató en Chico Carlo historias sobre la amistad, la naturaleza y el poder de la imaginación a través de Susana, una niña rebelde, soñadora y alegre.
Se dice que uno de los escoltas que la acompañaba en la ceremonia del Palacio Legislativo guardó algunas flores durante muchos años y que un día fue hasta la casa de Juana y le mostró las violetas, conservadas en una cajita.
8 DE MARZO DE 1892 – 15 DE JULIO DE 1979
MELO – MONTEVIDEO
ILUSTRACIÓN DE LUCÍA PINTO
YO SIENTO POR LA LUZ UN AMOR SALVAJE.
JUANA DE IBARBOUROU