Había una vez una niña que todos los días llevaba a pastar al caballo. Mientras esperaba modelaba el barro de las cunetas y lo ponía a secar al sol. Leonilda se emocionaba mucho cuando alguien pasaba y elogiaba sus caballos de barro. Desde ese momento comprendió que el arte podía ser una forma de comunicación entre las personas.
Fue a la Escuela Nacional de Bellas Artes y luego estudió en París. Cuando regresó a Uruguay fundó con un grupo de amigos el Club del Grabado de Montevideo. ¡Consiguieron miles de socios! Para hacer un grabado, los artistas trabajan sobre una superficie de madera o metal, llamada plancha, con la que luego transfieren tinta a papel o tela. Leonilda se fue convirtiendo en una figura destacada en el ambiente artístico de la época.
Participó en numerosas muestras nacionales e internacionales. Cosechó reconocimientos y se dedicó a la docencia. En 1968 comenzó una de sus obras más importantes: Novias revolucionarias. Consiste en una serie de grabados que representan la rebeldía femenina contra las imposiciones sociales.
Leonilda tuvo que exiliarse durante muchos años en México y Perú, pero no se detuvo. Siguió creando dibujos, pinturas y grabados con el mismo compromiso y sensibilidad. Cuando volvió a Uruguay, ganó el Premio Figari, uno de los reconocimientos más importantes del país.
Los pájaros y los caballos, los bosques de pinos y la vida rural, están presentes a lo largo de su obra. Leonilda fue una artista con fuertes convicciones y siempre buscó comunicarse con el pueblo. Siempre tuvo presente la profunda emoción que sentía aquella niña que hacía figuras de barro cuando alguien la elogiaba.
2 DE FEBRERO DE 1923 – 4 DE ENERO DE 2017
COLONIA – MONTEVIDEO
ILUSTRACIÓN DE NATALIA VERA
FUI UNA NIÑA QUE VIVIÓ UNA ERA DE DICHOSAS AVENTURAS EN COMUNIÓN CON LA NATURALEZA.
LEONILDA GONZÁLEZ