Había una vez una niña llamada Amalia que dibujaba y pintaba sin cesar. Su familia estimulaba esa veta artística.
Amalia estudió pintura de forma profesional desde los 18 años. Ingresó al Círculo de Bellas Artes, viajó a París para aprender en diversas academias y un día se presentó en el taller del pintor uruguayo Pedro Figari para mostrarle sus pinturas. ¡Una joven decidida y audaz!
En esa época las clases de pintura se daban por separado para hombres y mujeres, y los artistas que más se reconocían eran hombres. Aun así, Amalia volvió a Uruguay para presentar una exposición por sí sola.
Amalia creó dibujos, acuarelas, pinturas con óleo y acrílico, esculturas, grabados, escenografías teatrales e ilustraciones para libros. Por su labor recibió diversas becas en el exterior, participó en exposiciones personales y colectivas. Era talentosa y perseverante.
A Amalia le fascinaban los objetos. La materia prima de su obra era la forma, el color, la estructura de los objetos. Esa tendencia pictórica era popular en Uruguay. Sin embargo, Amalia se desprendió del constructivismo puro y duro, creó un nuevo estilo que cambió la historia del arte uruguayo.
Además de pintar, Amalia fue docente en el Círculo de Bellas Artes de Montevideo. Siempre tuvo otros trabajos porque el dinero que ganaba por sus cuadros no era suficiente. ¡Fue directora de un museo itinerante que recorría los centros educativos del país para acercar el arte a las aulas!
Amalia atravesó distintas etapas en el desarrollo de sus obras, experimentó con varios lenguajes y estuvo abierta a transformarse. Encontró, finalmente, su marca personal.
3 DE AGOSTO DE 1907 – 7 DE FEBRERO DE 2003
MONTEVIDEO
ILUSTRACIÓN DE GENOVEVA PÉREZ
EL ARTISTA, EN TODOS LOS CASOS, DEBE SUPERAR LA REALIDAD; MODIFICAR, TRANSFORMAR, MEJORAR, INVENTAR, SOÑAR LA REALIDAD.
AMALIA NIETO