Había una vez una niña que creció en el conventillo Medio Mundo, en el barrio de Palermo, con el sonido del tambor de fondo en el sur de Montevideo.
Su infancia estuvo marcada por la pobreza, el maltrato y la discriminación racista. Comenzó a bailar candombe desde pequeña, danzaba contra el dolor y el miedo.
Rosa Luna fue vedete en las comparsas más importantes de Uruguay gracias a su figura imponente, su sonrisa infinita y su rebeldía. Bailaba, cantaba, actuaba, era coreógrafa y confeccionaba sus trajes. Cuando desfilaba en las calles al frente de los tambores, siempre se hacía tiempo para saludar a los niños que se le acercaban; ¡aunque le rompieran su vestuario al intentar abrazarla!
Rosa Luna decidió no desaprovechar la fama que conquistaba, comprometida con su historia, escribió en prensa sobre diversos temas y fue voz pública contra la discriminación. Se convirtió en presidenta de la Organización Mundo Afro y contó su difícil vida en una autobiografía. Intrépida y decidida, aquella vedete del asfalto se transformó en una referente de su comunidad y de la lucha por los derechos de las mujeres.
Ganó innumerables premios y llevó el candombe fuera de fronteras. Su presencia era aclamada, esperada y ovacionada donde fuera. Tanta pasión despertaba, que la llamaban Rosa Pueblo.
Inspiró la obra de importantes pintores, músicos y escritores del país. Nunca dejó de crear con sus manos los trajes de lentejuelas y plumas que la hacían florecer.
1937 – 1993
MONTEVIDEO – TORONTO
ILUSTRACIÓN DE LUISA SABATINI
SIEMPRE ME PREGUNTAN EL PORQUÉ DE MI ÉXITO Y YO CREO QUE ES MI SONRISA, YO VIVO CON UNA SONRISA EN LA CARA, Y ES ALGO SINCERO.
ROSA AMELIA LUNA