Había una vez una mujer conocida como Carlota que iba contra todos los códigos de su tiempo.
Carlota no nació Carlota. De bebé la llamaron Merceditas. A los dos años la bautizaron Petrona y así se presentó hasta que, a los 19 años, se casó con un político renombrado que la llamó Carlota: nombre de reina y emperatriz.
Era hija natural, es decir, su madre y su padre no estaban casados. De hecho ella no sabía quién era su padre. En la sociedad uruguaya de aquel entonces tener hijos fuera del matrimonio estaba muy mal visto.
Carlota vivió una época de guerras, revoluciones y cambios sociales. En esos años en Uruguay se creía que las mujeres debían ser silenciosas y recatadas, que hombres y mujeres no podían ir al mismo tiempo a la playa, que no se podía mostrar el cuerpo ni demostrar afecto, que los niños y las niñas no podían divertirse porque merecían disciplina.
Cuando iba a fiestas con su esposo las personas la juzgaban por su origen. Pero Carlota fue contra todo lo que se esperaba de las mujeres en esa época, sobre todo de las que no pertenecían a la clase adinerada.
Tras quedar viuda a los 27 años Carlota tuvo varias parejas, algunas fugaces y otras estables. Por ello tuvo que enfrentar los prejuicios de la sociedad, lo hizo con carácter tenaz y altivo.
No se sabe cómo, cuándo ni dónde murió Carlota. Es difícil separar a la persona del mito que se creó a partir del cuadro que pintó Juan Manuel Blanes, ¡seguro lo has visto! Esa mujer de mirada segura con su gran vestido y extravagantes accesorios, que parece desafiarnos desde el lienzo, se llamó Carlota, Petrona y Merceditas. Y siempre, siempre, hizo lo que quiso.
31 DE ENERO DE 1838 – 1912
MONTEVIDEO – LUGAR DESCONOCIDO
ILUSTRACIÓN DE LUCÍA FRANCO
«NOSOTROS TAMBIÉN TUVIMOS NUESTRAS PELEADORAS, NUESTRAS ATREVIDAS, NUESTRAS IRREVERENTES», MARIANELLA MORENA
CARLOTA FERREIRA