No tenemos que morir para ingresar al Reino de los Cielos. De hecho, tenemos que estar completamente vivos.
Thich Nhat Hanh
Hay un poder en nuestro corazón mucho más grande que cualquier cosa que podamos imaginar. Este poder es nuestra pasión: la fuerza vital que late dentro de nosotros, y que trae energía, vitalidad y sentido a todo lo que toca. Cuando esa pasión fluye hacia una relación, trae intimidad y profunda conexión. Cuando fluye hacia un trabajo, trae creatividad y visión. Cuando fluye hacia la búsqueda de la Verdad, trae sabiduría. Cuando fluye hacia nuestro viaje espiritual, trae despertar.
No importa cuanto nos haya maltratado el amor o la vida, no importa lo que hayamos soportado, nunca perdemos nuestra pasión, en realidad. Quizás la abandonemos por un momento, pero ella nunca nos abandona.
Cuando lo que apreciabas se perdió o te ha sido quitado, todavía tienes tu pasión.
Cuando el amor parece haberte abandonado, y tu corazón y cuerpo anhelan unirse, todavía tienes tu pasión.
Cuando estás decepcionado y desilusionado, todavía tienes tu pasión.
Cuando titubeas precariamente entre el pasado y el futuro en un presente incierto y cambiante, todavía tienes tu pasión.
Cuando estás harto de viajar por una ruta nueva y sin señalizar hacia un destino que todavía no se ha mostrado claramente, todavía tienes tu pasión.
Al igual que un fuego cuyas llamas se han apagado esconde su calor en las brasas encendidas, tu pasión todavía arde dentro tuyo, esperando el momento en que apeles a ellas para que vuelvan a levantarse y brillar. De este fuego de la pasión es de donde emergerán todos tus nuevos comienzos.
Mientras atraviesas las difíciles rutas de la vida y te encuentras con desafíos inesperados, tu pasión será la gracia salvadora. La que te mantiene andando incluso cuando tienes ganas de rendirte. La que te mantiene buscando el amor, incluso cuando temes que nunca lo encontrarás. Te mantiene despierto. Te mantiene verdaderamente vivo.
Si has leído hasta aquí, si has hurgado profundo, si has invitado a tu conciencia a la verdad, entonces ya has recuperado tu pasión. ¿Puedes sentirla despertar dentro de ti?
El propósito de la vida es vivir, y vivir significa estar consciente, alegre, borracho, sereno, divinamente consciente.
Henry Miller
Hoy es el día para estar completamente vivo. Hoy es el día para alcanzar y abrazar las alegrías de cada momento. Hoy es el día para la pasión.
La pasión no es algo que sólo experimentamos en unas vacaciones románticas o mientras visitamos un lugar emocionante. No es algo que deba ser racionado en pequeñas dosis o reservado para ocasiones especiales. No está sólo disponible para gente con fondos ilimitados y tiempo libre.
La pasión no se encuentra al escapar de
nuestra vida cotidiana en búsqueda de
una experiencia extraordinaria.
Redescubrimos nuestra pasión cuando
nos abrimos completamente a cada
experiencia, y aprendemos a mirar el
mundo con ojos apasionados.
¿Cómo logramos esto? Es más simple de lo que creemos.
Aprendiendo a ser conscientes, a prestar atención a los milagros cotidianos que nos rodean: el sonido de las ramas de los árboles bailando con el viento; la delicadeza de una nube; el tierno beso de un niño pequeño; el entusiasmado saludo de tus mascotas cuando vuelves a casa; el dulce jugo de la fruta madura; la relajante agua caliente de tu baño o ducha; el canto de los pájaros que despiertan al amanecer.
Damos por descontado estos y otros dones naturales. En medio de nuestros días estresantes y llenos de actividades, a menudo ni siquiera nos damos cuenta, y aún menos nos regocijamos, a causa de la abundancia de lo maravilloso y lo increíble que nos rodea.
Imagina por un momento que el cielo nocturno careciera siempre de luz —sin luna, ni estrellas, ni planetas, ni galaxias— absolutamente negro. Luego imagina que de repente una tarde se levanta un velo y todos estos brillantes cuerpos celestes se hacen visibles. La gente del mundo entero miraría llorando al cielo, segura de que la divinidad finalmente se ha revelado.
¿Son las estrellas menos inspiradoras porque podemos verlas todas las noches? ¿Es el amor de nuestro compañero, nuestros hijos, nuestro mejor amigo menos precioso porque suponemos que estará allí el próximo día y el siguiente? ¿Son nuestros cuerpos y nuestros cerebros menos mágicos porque continúan funcionando de la manera en que esperamos que lo hagan? ¿Es nuestra existencia menos milagrosa porque somos bendecidos con tantos días de ella en el curso de nuestras vidas?
Vivir una vida apasionada y despierta significa
mirar las estrellas cada noche como si fuera
la primera y última vez.
Significa abrazar a tus seres queridos
como si éste fuera el único abrazo concedido.
Significa vivir cada día con veneración
y asombro como si fuera el único que tendrás.
El año pasado, uno de mis amigos más queridos tuvo que realizarse de emergencia un triple marcapaso. Samuel tiene sólo sesenta años y siempre creyó que estaba en perfecto estado de salud, por lo que sus problemas de corazón fueron una sorpresa total y, de más está decir, una dramática llamada a despertar. Samuel tiene una exitosa carrera de actor. Como muchos de nosotros, se deja afectar por las presiones y demandas del trabajo. Antes de su enfermedad, no se tomaba tiempo para relajarse y disfrutar de la vida completa y próspera que había construido. Ahora todo eso ha cambiado.
Cuando le conté a Samuel que estaba escribiendo este libro, le pedí que describiera lo que aprendió de su roce con la muerte, y que explicara de qué modo su vida es diferente. Esta es su descripción:
Ahora evalúo en forma consciente mi vida sobre una base diaria, juzgándola por como ha sido el día, y no por la película a la que he ingresado, o mis inversiones, o los premios a los que he sido nominado. Me pregunto permanentemente “¿quiero que éste sea mi último día?” Esto me mantiene centrado en lo importante: mi relación con mi mujer, mis hijos, disfrutar de placeres muy simples. Soy agudamente consciente de cuán limitado es nuestro tiempo en la tierra, mi tiempo, y cómo en cualquier momento puede terminarse todo. Y sé que no me quiero perder nada.
Samuel está más vivo ahora que antes de la falla cardíaca que amenazó su vida, y no porque esté en una mejor condición de salud, sino porque se ha comprometido a vivir cada día con conciencia y gratitud. Ha dejado de posponer su alegría y empezado a buscar activamente cosas por las que estar apasionado. Por primera vez en su vida está en paz.
He estado totalmente aterrorizada en todo momento de mi vida -y no he dejado que eso me impidiera hacer ni una de las cosas que quería hacer.
Georgia O’Keeffe
Hay que tener coraje para vivir apasionadamente. Esta opción implica abrirse totalmente a cada momento y cada situación. Entregar todo. No retener nada.
Vivir con pasión significa a veces vivir en el límite de lo que consideramos cómodo. Estamos despiertos. Estamos vivos. Sentimos todo. Enfrentamos las circunstancias y los desafíos de nuestra vida con audacia. No es que no sintamos duda o temor, sino que aprendemos a hacer nuestra pasión más fuerte que el temor mediante el crecimiento y la verdad.
Este tipo de coraje no es el mismo que la bravura física. Es coraje emocional. El coraje emocional te permite participar en un cien por cien de lo que sea que hagas y adonde sea que vayas. Te permite ver más allá del camino de tus sueños, tus deseos, tu destino, y proseguir con entusiasmo. En esta situación, no reservas la pasión para un futuro en el que estés absolutamente seguro del resultado de las cosas. Ofreces a la vida, en este momento, todo lo que eres.
Mark Twain escribió:
“En veinte años estarás más decepcionado por las cosas que no hiciste que por las que hiciste.”
El coraje emocional te ayuda a aventurarte fuera de tus puertos seguros hacia mares abiertos y emocionantes, a hacer las cosas que quieres hacer para no arrepentirte al final de la vida.
Abrirse a la pasión significa abrirse a lo misterioso, lo inesperado, lo sutil, y permitir que lo extraordinario se revele. Esto supone estar dispuesto a dejar el control, y aventurarse en nuevos senderos de sentimiento, percepción y experiencia, senderos que te llevarán a más alegría y asombro de lo que creías posible.
Preocuparte demasiado por lo que otros piensan es un camino seguro hacia la destrucción de tu experiencia de la pasión. Esto te separará de tu sabiduría intuitiva. Mientras más cuidadosos, calculadores y analíticos seamos, más difícil nos será estar apasionados por algo.
La única opinión personal que va a importar
al final de esta vida es la tuya.
Para recuperar tu pasión, debes sobreponerte a
tu miedo a lo que los demás piensan
y hacer lo que te haga pensar bien de ti mismo.
Alguien me envió recientemente este hermoso poema de la escritora y maestra Dawna Markova, quien enfrentó una enfermedad que amenazaba su vida. Retirada en una cabaña en las montañas, contempló el modo de recuperar su verdadera pasión. Escribe:
No voy a morir una vida no vivida
no voy a vivir con miedo
de caer o prenderme fuego,
elijo habitar mis días,
permitir que mi vivir me abra,
me haga menos temerosa,
más accesible,
que suelte mi corazón
hasta que se convierta en un ala,
una antorcha, una promesa.
Elijo arriesgar mi importancia;
vivir de modo que aquello que me llega como una
semilla, florezca
y lo que me llega florecido,
se transforme en fruto.
Recuperar nuestra pasión significa elegir habitar totalmente nuestros días, vivir nuestras vidas de modo que ningún momento quede sin vivir, ningún placer pase desapercibido, ninguna dulzura quede sin probar. En este momento, alrededor de ti, hay cientos de cosas por las que apasionarte.
Hay una tierra de los vivos y una de los muertos,
y el puente es el amor,
el único vestigio, el único sentido.
Thornton Wilder
Cuando despertamos del sueño de anestesiamiento y negación, y nos reconectamos con nuestra pasión interior, entonces, y sólo entonces, podemos infundir pasión en nuestra vida emocional y sexual.
Para volver a despertar la intimidad erótica en una
relación, debemos primero redescubrir y reencender
nuestro propio fuego secreto.
Entonces nuestra pasión no dependerá
de la estimulación externa.
Más bien emergerá de nuestra propia
consciencia, nuestra propia existencia vibrante,
nuestra propia disposición
a sentir total y profundamente.
A menudo me preguntan: “¿cómo puedo volver a generar pasión a mi relación?” Esta es mi respuesta:
¿Estás apasionado por tu vida de todos los días?
¿Estás apasionado por tu trabajo?
¿Estás apasionado por ti mismo?
¿Estás apasionado por amar a tu pareja profundamente?
¿Estás apasionado por estar vivo?
Si no puedes responder a cada una de estas preguntas con un enfático “sí,” entonces no hay manera de generar nuevamente pasión en tu relación. La pasión tiene que estar viva en ti antes de poder experimentarla en otra cosa.
Cuando no estás encendido en tu interior, tu compañero tendrá dificultades para encenderte.
Si has sido el amante fantasma en una relación, si eres el apagado y desconectado, debes primero reincorporar el amor y la pasión. Entonces, y sólo entonces, podrás ofrecer modestamente ese nuevo yo a tu amado o amada, esperando que él o ella lo reciba. Deberás ser paciente mientras tu pareja aprende a creer que de hecho has vuelto de tu muerte emocional. Con suerte podrás hacer resurgir tu relación y crear la mágica conexión de cuerpo, mente y alma que siempre añoraste.
A veces no resulta de este modo. Reencuentras el camino hacia tu propia pasión, pero descubres que tus esfuerzos llegaron demasiado tarde. Tu pareja se cansó de esperar que sientas nuevamente y cerró la puerta de su corazón. En lugar de encontrar lo que esperabas que sea un maravilloso nuevo comienzo, te enfrentas con un doloroso adiós. “Qué horrible sincronización,” proclamas desesperado. “Finalmente, cuando estoy listo para amar de nuevo, mi compañero no me quiere más.”
Si este es tu caso, recuerda: las cosas no son lo que parecen. Lo que parece un callejón sin salida pronto se revelará como una entrada.
Tu corazón despierto, tu pasión redescubierta no serán desperdiciados. Están reservados para alguien más cuyo nombre y rostro todavía no conoces, pero que reza por encontrarte. Cuando esta persona te encuentre, estará agradecida por todo el valiente trabajo que hiciste para derretir el hielo alrededor de tu corazón. Te honrará por cada momento de revelación y crecimiento duramente ganado. Y tomará alegremente cada gota de amor que has reservado para él o ella.
El curso del amor es misterioso e insondable. Algunas relaciones íntimas perduran por toda la vida. Otras veces estamos destinados a compartir el viaje con un compañero sólo por un tiempo, para luego separarnos. Ya sea por elección o por el destino.
No importa el resultado de nuestra conexión
con otra persona,
cuando el amor entra en nuestra vida,
no se va sin transformarnos en lo
más profundo de nuestro ser.
Podemos perder la relación,
pero nunca perdemos el amor.
De tanto en tanto observa cuidadosamente algo
que no esté hecho a mano:
una montaña, una estrella, la curva de un arroyo.
Allí vendrán a ti sabiduría y paciencia
y solaz y, sobre todo,
la seguridad de que no estás sólo en el mundo.
Sidney Lovett
En un gélido día de febrero, hace varios años, estaba en el norte de Nueva York mirando por la ventana más de dos pies de nieve que cubrían el suelo. Esto definitivamente no era California: hacía 9 incivilizados grados afuera, 12 bajo cero de sensación térmica. “¿Cómo llegué acá?” me dije, más por asombro que en una interrogación verdadera. Porque, por supuesto, conocía la respuesta: el amor verdadero de un hombre notable. ¿Qué otra cosa podría llevarme a abandonar por semanas el calor, el océano y el encanto de Santa Bárbara? De cualquier modo, no resulta siempre tan fácil estar tan lejos de casa, especialmente cuando hace un frío brutal y no se ve el sol por lo que parecen ser décadas.
Me metí en mi enorme abrigo, me coloqué mi gruesa bufanda y mis pesadas botas para hacer un viaje hasta el supermercado, con la esperanza de terminar mis compras antes de que llegara la próxima tormenta de nieve. Mi auto se resbalaba y deslizaba por las rutas heladas, y para cuando llegué, mis manos estaban entumecidas de agarrar el volante tan fuertemente. Mientras caminaba tan rápido como podía por el estacionamiento hacia la tienda, me observé rápidamente en un espejo: ¡lucía como una bolsa de dormir caminante! Noté sorprendida que muchos de los otros clientes —obviamente nativos del norte de Nueva York— sólo usaban camperas ligeras, pese a las gélidas temperaturas. Yo sonreía apologéticamente mientras los pasaba con mi atuendo ártico, como diciendo: “tengan un poco de compasión: ¡no nací aquí!”
Mientras empujaba mi carrito hacia la sección de productos, divisé una muestra de plantas vivas y flores frescas al otro lado de la tienda. “JUSTO A TIEMPO PARA LA PRIMAVERA,” decía el letrero optimista. Mi alma californiana, sedienta de verde, se apoderó de mí, y me encontré prácticamente corriendo hacia el follaje. Fue entonces cuando lo percibí, ahí, en el medio del pasillo: un narciso amarillo en maceta que comenzaba a florecer.
Mi primera reacción al verlo fue una ráfaga agridulce de tristeza. Me recordó mi hogar en California, donde todo estaba en flor, y en donde mi jardín era desbordante, con una colorida variedad de flores preciosas. Pese a que había elegido estar aquí y no allí, extrañaba terriblemente. De pronto me di cuenta que debía comprar ese pequeño narciso como acto desafiante contra la interminable amargura del invierno. Sería mi pizca de sol contra el fondo gris. Sería mi pequeño jardín secreto.
Cuando volví a la casa, ubiqué el narciso en la mesa donde escribo. A través de la ventana, podía ver la nieve que comenzaba a caer una vez más, hasta que no quedaba más que blanco. Otra tormenta había llegado. Pero mi narciso y yo estábamos seguros adentro.
Me ocupé tiernamente de él, y él me recompensó al florecer en una abundancia dorada. Cada día me deleitaba en su negativa a reconocer el invierno, y en su persistencia por florecer pese al tiempo helado y carente de sol. Sus tiernos pétalos amarillos brillaban con la promesa de la regeneración. Cuando parecía que el mundo había llegado a un helado punto muerto, la atrevida explosión de color de mi narciso cantaba triunfal y apasionadamente “¡Viene la primavera!”
En tiempos fríos y oscuros, siempre algo está floreciendo. Incluso en medio del desafío y la dificultad, debemos buscar signos de belleza y deleite. Incluso en medio de la agitación, hay milagros. Incluso en medio de la desolación, hay momentos de pasión.
Busca el narciso.
Cuando todo acabe quisiera poder decir:
toda mi vida fui una novia recién casada con el asombro.
Fui el novio que toma el mundo en sus brazos.
Mary Olivier
Este año una querida amiga mía falleció de leucemia a la prematura edad de cincuenta y dos años. Kathy era todo lo bueno de este mundo. Era valiente, sabia, cariñosa y apasionada. Kathy no quería morir. Se sometió a dos terribles transplantes de médula, luchó por cada día extra de vida que pudiera aprovechar. Me resultaba imposible imaginar que alguien que poseía tanta energía y vitalidad como Kathy pudiera ser vencido por el cáncer, pero al final, incluso ella se dio cuenta de que había llegado su hora. Cuando su espíritu dejó su cuerpo maltratado, Kathy estaba en estado de gracia y en paz, sabiendo que moría con tanto coraje, consciencia y dignidad como había vivido.
Cuando la familia de Kathy me pidió que oficiara el panegírico, me sentí honrada y emocionada. Recé para encontrar las palabras adecuadas para reconfortar un poco a su madre, sus hermanos, amigos, y especialmente su único hijo, Gregory, quien estaba a punto de graduarse de la universidad. Kathy había sido madre soltera y había hecho un muy buen trabajo en la crianza de Greg, un joven sensible con un hermoso corazón. Ambos eran muy unidos, y yo sabía que perder a su madre a tan temprana edad iba a ser difícil de sobrellevar para Greg.
Antes de que llegara la gente al servicio, fui a la capilla para meditar, rezar y prepararme para que cuando hablara, surgiera de mí lo que fuera que tuviera que surgir. En el frente de la sala estaba el cuerpo de Kathy amortajado en el ataúd abierto. Me sorprendió cuan extrañamente distante me sentía al verlo. “Esa ya no es más Kathy,” pensé para mis adentros. El espíritu de Kathy ha ascendido a otra esfera, dejando su viejo cuerpo atrás, un viejo caparazón que alguna vez albergó su alma, pero ya no.
En ese momento, estaba muy impresionada con una verdad que había siempre conocido e intentaba recordar cada día: estamos en este mundo por un tiempo muy breve. Siempre me sorprendió cuando presenciaba gente que vivía como si no entendiera esto: derrochando el tiempo, escondiéndose del amor, atrapados en cosas sin importancia, y nunca ocupándose con lo que sí la tiene.
Kathy entendió. Ella estuvo completa y radiantemente viva. Se entregó por completo en todo lo que hizo, como si no tuviera tiempo que perder, y resultó, desgraciadamente para aquellos de nosotros que la extrañaremos, que tenía razón. En su muerte, así como en su vida, Kathy le dio a la gente que amó un regalo invalorable: el recordatorio de vivir y amar con alegría, determinación y pasión, de modo que al final de nuestras vidas no tengamos que arrepentirnos.
Pienso en Kathy todos los días. Comencé como su maestra y mentora, pero al final, ella se convirtió en mi maestra y mi inspiración. Sé que estaría complacida al saber que escribo sobre ella, de modo que incluso en la muerte no puede evitar marcar la diferencia. Su bondad continúa tocando y abriendo corazones, incluso desde aquellos lugares nunca vistos más allá de este mundo físico.
Un corazón alegre es el resultado inevitable de un corazón ardiendo de amor.
Madre Teresa
¿Cómo medimos la vida? ¿En los dólares ganados? ¿En premios obtenidos? ¿Mediante las cosas materiales que poseemos? ¿Según la perfección de nuestras acciones? ¿Por lo que otras personas piensan de nosotros? ¿Por los años que vivimos? En Rent, el notable musical de Broadway, su autor, el difunto Jonathan Larson, quien trágicamente falleció semanas antes del estreno, sugiere que la midamos en amor.
Cuando mido mi vida en amor, me doy cuenta de que mi riqueza va más allá de lo imaginable. He amado profundamente. He amado a menudo. He amado apasionadamente. De alguna manera he emergido de mis propios desafíos y despertares recientes, capaz de sentir todavía más, dar todavía más, amar todavía más.
No necesitamos tener una relación para amar. No necesitamos tener dinero para amar. No necesitamos haber vencido nuestros miedos para amar. No necesitamos saber dónde nos lleva la ruta para amar. Todo lo que necesitamos hacer para amar es encontrar la pasión y la dulzura en el centro de nuestro corazón. Todo lo que necesitamos hacer para amar es sentir el amor que está ya ardiendo dentro de nosotros, un fuego cuya chispa no puede ser apagada. Todo lo que necesitamos hacer para amar es... sólo amar.
Hay sólo dos maneras de vivir la vida.
Una es como si nada fuera un milagro.
La otra es como si todo lo fuera.
Albert Einstein
Hace poco estaba paseando a mis perros en uno de nuestros parques favoritos en Santa Bárbara. Era una gloriosa tarde con temperaturas cálidas y cielo azul celeste sin nubes. Delante de nosotros, noté a un hombre de mirada rara sentado en un banco. Estaba vestido de manera extraña y lo rodeaba un aire que me decía que no era del todo normal.
Mientras nos acercábamos, vi que intentaba hablar con todo el que pasara, pese a que siempre lo ignoraban. Apuntaba un dedo al aire y repetía enfáticamente una frase que no pude escuchar, “tal vez esté borracho o perturbado,” pensé para mis adentros, y me pregunté si debía evitar caminar en su dirección.
Justo entonces uno de mis perros comenzó a empujarme directamente hacia el banco en el que el hombre se sentaba. Cuando se dio cuenta que me acercaba, sonrió tiernamente y con los ojos llenos de sorpresa y apasionada reverencia en su voz apuntó hacia el cielo y anunció:
“¡El sol está despierto!, ¡El sol está despierto!, ¡El sol está despierto!”
Me tomó un momento comprender lo que el hombre estaba diciendo, y por qué estaba tan entusiasmado. Entonces lo entendí: el sol está despierto. Una vez más, apareció para bendecirnos con luz y calidez. La oscuridad se ha desvanecido. Ha llegado otro día de vida. ¡Qué milagro!
Miré los ojos del hombre y asentí: “sí,” le dije gentilmente, “tienes razón: ¡el sol está despierto!”
Su cara estalló en una amplia sonrisa. Había entregado su mensaje, y yo lo había recibido en lo más profundo de mi ser. ¿Qué podía ser mayor causa de celebración que el hecho de que el sol esté despierto? ¿Por qué al levantarme cada día y mirar por la ventana la tierra bañada con luz no me deleitaba con la fiel y benevolente presencia del sol? ¿Qué podría ser más milagroso?
Algunos dirán que este hombre tenía un problema de desarrollo mental. Yo prefiero verlo como un ser especial con un corazón inocente, capaz de ver cosas que la mayoría de nosotros normalmente no ve, de sentir cosas que la mayoría de nosotros normalmente no siente. Tal vez era un mensajero angelical enviado para recordar a todo aquel que esté dispuesto a escuchar, la verdad que a menudo olvidamos. Tal vez fue enviado sólo para mí. Todo lo que sé es que desde aquel memorable encuentro en el parque, no pasa una mañana en la que me levante de mi cama y sonría al saludar al día, pensando con gratitud: “¡El sol está despierto!”
¿Qué significan este precioso amor y risa
en ciernes en nuestro corazón?
¡Son el glorioso sonido
de un alma despertándose!
Hafiz (tr. Daniel Ladinsky)
¿Qué cosa no es un milagro? ¿Este cuerpo que alberga un espíritu? ¿Esta conciencia que nos dice “yo existo”? ¿Estos ojos que perciben un interminable desfile de maravillas? ¿Este corazón que siente amor, añoranza, dolor, todo? ¿Esta vida, esta extática y desesperante vida? Todo esto es completamente milagroso.
Al final, la celebración de este milagro de nuestro propio ser es lo que llenará nuestros corazones con la más independiente y duradera alegría, y la más desenfadada pasión. Como el inverosímil profeta que conocí en el parque, anunciamos nuestro precioso descubrimiento.
¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo!