Capítulo IV


Lo que le pasó a don Quijote al salir de la posada

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on Quijote salió de la posada. Estaba feliz, ya era caballero andante.

Decidió volver a casa, necesitaba dinero, un escudero y ropa limpia, como le había dicho el posadero.

De repente oyó gritos. Alguien necesitaba su ayuda. Dirigió a Rocinante hacia el lugar de donde venían los gritos.

Entonces vio a un niño atado a un árbol. El niño gritaba mientras un hombre le golpeaba con un palo.

— ¡No lo haré más, señor!— gritaba el niño.

Don Quijote sacó la lanza y apuntando al hombre dijo:

— ¡Cobarde¡ ¿Pegáis a un niño? ¿Pegáis a quien no puede defenderse? Pelead conmigo y sabréis lo que es pelear con un hombre.

El hombre al ver a don Quijote con la lanza apuntándole, con su armadura, casco y escudo, pensó que iba a morir y se tiró al suelo asustado.

— ¡Señor por favor! No me matéis. Este chico es mi criado. Acaba de perderme una oveja, todos los días pierde una.

—Señor caballero— dijo el chico—. Mi amo dice la verdad. He perdido algunas ovejas. Me he vuelto muy descuidado, pero es porque él no me paga.

— ¿Qué no te paga? ¿Cuánto dinero te debe? — dijo don Quijote.

—Señor, me debe nueve meses de sueldo— dijo el chico.

— Desátale ahora mismo y págale lo que le debes, si no queréis morir— dijo don Quijote.

—Señor caballero— dijo el hombre mientras desataba al chico—. Aquí no tengo dinero, ven a mi casa y allí te pagaré.

— No iré con el— dijo el chico—. Cuando estemos solos me matará a palos.

—No hará eso— dijo don Quijote—. Yo le he ordenado que os pague y os pagará.

—Así lo haré — dijo el hombre—. Lo juro por mi honor.

Don Quijote volvió a Rocinante hacia el camino y empezó a alejarse de ellos. Giró la cabeza y dijo al hombre:

—Cumplid con lo que habéis jurado. Si no pagáis al chico volveré y os castigaré. Lo habéis jurado por vuestro honor. Sabed que soy el famoso y valiente caballero don Quijote de la Mancha.

Y diciendo esto se alejó. El hombre se quedó mirando cómo se alejaba. Cuando estaba muy lejos se volvió a su criado y le dijo:

—Ven que voy a pagarte lo que te debo.

Lo ató de nuevo al árbol y le dio tantos palos que lo dejó casi muerto.

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espués de cabalgar dos millas encontró don Quijote a un grupo grande de gente. Eran mercaderes que iban a comprar seda.

Don Quijote en cuanto los vio, sacó la espada y gritó:

— ¡Deteneos¡ Juro por Dios que morirá aquí mismo el que no diga que no hay dama más bella que mi señora Dulcinea del Toboso.

—Señor caballero, nosotros no conocemos a esa señora—dijo uno de los mercaderes—. Si nos enseña un retrato y vemos que es bella, lo diremos.

— ¿Y qué merito tiene eso?— dijo don Quijote—. Lo importante es decirlo sin verla. Tendréis que pelear conmigo y moriréis.

—Señor le suplico que nos enseñe un retrato. Y aunque sea tuerta diremos que es bella— dijo otro mercader.

—¿Tuerta mi señora?— dijo don Quijote sacando la lanza—. Canalla vas a morir.

Intentó don Quijote golpear al mercader con la lanza, pero Rocinante tropezó con una piedra y cayó al suelo. Don Quijote cayó también, intentó levantarse pero no pudo, la armadura pesaba demasiado. Desde el suelo gritaba:

—No huyáis cobardes, que por culpa de mi caballo estoy aquí tirado.

Un muchacho que venía con los mercaderes, comenzó a darle golpes a don Quijote con un palo hasta que el palo se rompió. Los mercaderes siguieron su camino y dejaron a don Quijote tirado y apaleado.