Capítulo XII


Lo que le ocurrió a don Quijote en la posada que el imaginaba que era un castillo

 

A

l llegar a la puerta de la posada salió el posadero para ver quien llegaba.

Al ver el posadero a don Quijote tan herido preguntó qué pasaba. Sancho le respondió que no era nada. Que su señor había caído de una peña y se había roto las costillas.

Tenía el posadero una esposa que al ver a don Quijote salió a curarlo. Le ayudaba una hija, muy joven y guapa. También había en la venta una criada llamada Maritornes. Maritornes era tuerta y fea, sin embargo tenía un cuerpo bonito.

Hicieron las mujeres la cama a don Quijote en un pajar. La cama de don Quijote era incomoda, estaba hecha con cuatro tablones sobre dos bancos y el colchón era viejo y estaba roto. Dormía también en el pajar un arriero con una cama mejor que la de don Quijote.

 

Se acostó don Quijote en esta fea cama y la posadera y su hija le curaron y vendaron las heridas mientras Maritornes les ayudaba.

—Señor está usted lleno de golpes— dijo la posadera.

—No son golpes— respondió Sancho—. Sino que la peña tenía muchas piedras y todas golpearon a mi señor. Y, señora, cuando termine con mi amo cúreme también a mí.

— ¿También cayó usted?— preguntó Maritornes.

—No señora, — respondió Sancho— que del susto de ver a mi amo caer me duele todo el cuerpo.

—Puede ser— dijo la posadera—. Que alguna vez yo he soñado que caía y al despertarme me dolía mucho la espalda. ¿Y cómo se llama este caballero?

—Don Quijote de la Mancha— respondió Sancho—, y es caballero andante.

—¿Qué es caballero andante?— preguntó Maritornes.

—Pues es una cosa — contestó Sancho— que un día mi señor es apaleado y otro día será rey o gobernador. Y tendrá un reino que regalar a su escudero.

— ¿Y no tenéis ya un reino?— preguntó Maritornes.

—Todavía no, — dijo Sancho—. Es pronto, solo llevamos un mes buscando aventuras.

Don Quijote escuchaba estas conversaciones, se sentó en la cama y cogiendo de la mano a la posadera dijo:

—Gracias señora por alojarme en vuestro castillo. Gracias por curarme, soy vuestro servidor.

La posadera, su hija y Maritornes no entendieron nada de lo que don Quijote decía. Le agradecieron su ofrecimiento y lo dejaron que descansara. Luego Maritornes curó a Sancho.

Maritornes y el arriero que dormía junto a don Quijote tenían una cita. Habían quedado para acostarse juntos. Cuando todo el mundo durmiera Maritornes iría a la cama del arriero.

Aquella noche en el pajar nadie dormía. Don Quijote y Sancho porque les dolían las heridas y el arriero porque esperaba a Maritornes. Todo estaba en silencio.

Don Quijote imaginaba historias de caballerías. Imaginaba que estaba en un castillo y que la princesa del castillo estaba enamorada de él. Mientras pensaba en estas cosas, Maritornes entró en el pajar y fue a buscar al arriero. Al oír don Quijote los pasos se sentó en la cama y cogiendo a Maritornes de la mano la sentó junto a él. Entonces dijo en voz baja:

—Señora princesa, quisiera poder satisfacer el favor que me hace, pero no puedo. Estoy herido y además debo fidelidad a mi enamorada doña Dulcinea del Toboso.

Maritornes no entendía nada de lo que decía don Quijote. De repente el arriero que estaba escondido junto a la cama de don Quijote le dio un gran puñetazo. Subió sobre él y comenzó a darle patadas en las costillas.

La cama se rompió y el posadero que oyó el ruido subió al pajar pues sabía que Maritornes siempre creaba problemas en la posada.

—¿Dónde estás, mala mujer? Seguro que tú eres la causa de esta pelea— gritó el posadero.

Maritornes fue a esconderse en la cama de Sancho. Sancho al notar a otra persona en su cama pensó que le atacaban y comenzó a golpear a Maritornes y Maritornes a golpear a Sancho. El arriero fue a ayudar a Maritornes. Todos se daban golpes: Sancho a Maritornes, Maritornes a Sancho, el arriero a Sancho y el posadero al arriero. El ruido que armaban despertó a toda la posada.

Aquella noche dormía en la posada un alguacil de Toledo. Al oír el ruido de la pelea fue al pajar y dijo:

—¡Alto a la justicia!

Al primero que se encontró fue a don Quijote que estaba tendido en la cama y no se movía. Al verlo el alguacil pensó que estaba muerto.

—¡Cierren la puerta de la posada!— gritó el alguacil— ¡Aquí han matado a un hombre!

Al oír esto todos se asustaron y fueron a esconderse. Menos don Quijote y Sancho que no podían moverse. Fue el alguacil a buscar una luz porque no podía ver nada.

Despertó don Quijote y llamó a Sancho:

—Sancho amigo, ¿dónde estás?

—Estoy aquí— respondió Sancho.

— ¿Duermes amigo?— preguntó don Quijote.

— ¿Cómo voy a dormir? Si parece que los diablos han venido a visitarme esta noche— respondió Sancho.

—Así es amigo Sancho— dijo don Quijote— porque este castillo está encantado. Voy a contarte una cosa. Pero tienes que jurar que no lo contarás a nadie.

—Lo juro— dijo Sancho.

—Esta noche ha ocurrido la aventura más extraña de todas. Vino a mi cama la más hermosa princesa. Cuando estaba hablando con ella me golpeó en la cara el brazo de un gigante. Y luego se subió sobre mí y me dio muchas patadas.

—Señor— dijo Sancho— yo también he sido golpeado. Creo que por más de cuatrocientos moros.

—No te preocupes amigo— dijo don Quijote— haré el bálsamo de Fierabrás y nos curaremos.

En esto entró el alguacil en la habitación con un candil en la mano. Sancho al verlo dijo a don Quijote:

—Señor, aquí está otra vez uno de los moros encantados que vuelve para pegarme.

— No puede ser el moro—dijo don Quijote—. Los moros encantados no pueden verse.

El alguacil al ver a don Quijote tendido en la cama pero hablando con Sancho le preguntó:

—¿Cómo está usted buen hombre?

—¿Así se le habla a un caballero? Idiota

Al ser llamado idiota, el alguacil se enfadó y dio a don Quijote un gran porrazo con el candil en mitad de la cabeza. Todo quedó a oscuras y se fue. Sancho dijo:

— Sin duda señor, este es el moro encantado.

— Así es— respondió don Quijote—, y no hay que hacer caso de estas cosas, pues no podemos vengarnos de los encantados, si los atacas se vuelven invisibles. Levántate Sancho y llama al señor del castillo. Dile que te dé aceite, vino, sal y romero para hacer el bálsamo de Fierabrás.

 

Se levantó Sancho de la cama con mucho dolor en su cuerpo y fue a buscar al posadero. El posadero le dio todo lo que le pedía Sancho. Llevó todo al pajar y don Quijote los mezcló, machacó y coció en una olla.

En cuanto el bálsamo estuvo terminado don Quijote bebió un gran trago. En cuanto bebió comenzó a vomitar. Después se sintió mareado y se acostó. Durmió más de tres horas. Cuando despertó no le dolía nada, por lo que pensó que el bálsamo era milagroso.

Sancho al verlo levantarse tan contento también quiso probar el bálsamo. Don Quijote le dio lo que quedaba en la olla. La cara de Sancho se puso blanca, comenzó a marearse y sudar, creyó incluso que se moría. Entonces maldijo al bálsamo. Don Quijote al oírlo le dijo:

—Sancho, todo esto te pasa porque no eres caballero.

—¿Y por qué me dejó que bebiese?

Comenzó Sancho a vomitar y a sudar, tanto que don Quijote pensó que llegaba su muerte. Dos horas después se sintió mejor pero apenas podía andar. Don Quijote en cambio estaba lleno de energía y quería ir a buscar nuevas aventuras. Así que fue a buscar a Rocinante y al asno. Luego ayudó a Sancho a vestirse y a montar.