El yelmo de Mambrino
levaban un rato caminando cuando vieron a un hombre que venía por el camino montado en un burro.
Aquel hombre venia de viaje porque llevaba algunos bultos en el burro.
—Sancho, estamos de suerte— dijo don Quijote.— Ya te dije que Dios nos dará lo que necesitemos.
—¿Por qué señor?— preguntó Sancho.
—Mira ese caballero que viene por el camino—dijo don Quijote — ¿Ves eso que brilla tanto y que trae atado al caballo? Ese es el yelmo del rey moro Mambrino. Es de oro puro y es mágico. Hace fuerte al caballero que lo lleve.
—Señor, mire bien— respondió Sancho— Ese hombre que viene por el camino no es un caballero. Es un hombre montado en un burro. Y eso que brilla tanto es una palangana de barbero. Así que ese hombre es un barbero.
—¿Una palangana?¿Un barbero? Que poco sabes— dijo don Quijote —. Sancho, apártate.
Y diciendo esto atacó al barbero con la lanza mientras gritaba:
—¡Dame ese tesoro si no quieres morir!
El barbero al verlo dio un salto del burro y salió corriendo. Dejó allí al burro y todas las cosas que llevaba. Don Quijote mandó a Sancho que le diera la palangana. Sancho cogió la palangana y dijo:
—Señor es una palangana y muy buena.
Don Quijote se la puso en la cabeza y dijo:
—El rey Mambrino tenía una gran cabeza porque este yelmo me queda grande. Pero no te preocupes Sancho con este yelmo en mi cabeza soy invencible.
Sancho empezó a mirar el burro y las cosas del barbero y dijo:
—¿Qué hacemos con el burro y todas la cosas del barbero…caballero?
—No podemos quedarnos con ellas— respondió don Quijote—. Las leyes de caballería dicen que no puedo quedarme con las cosas de un caballero vencido. Así que Sancho deja el caballo que su dueño volverá a por él.
—Pero señor ¿Puedo ver si lleva comida?— preguntó Sancho.
—Si, puedes mirar y coger la comida que lleve— respondió don Quijote.
Sancho con permiso de don Quijote cogió la comida y el vino que llevaba el barbero. Comieron tranquilamente y siguieron el camino.