La princesa Micomicona
En ese momento llegó a sus oídos una dulce canción. Era un muchacho que cantaba mientras lavaba sus pies en el río. Llevaba el muchacho una gorra y se la quitó. Su pelo era rubio y largo. Entonces descubrieron que no era un muchacho, era una mujer. Era la mujer más bella que habían visto jamás.
Salieron el cura y el barbero a hablar con la muchacha. Ella al verlos salió corriendo pero cayó al suelo. El cura la recogió del suelo y le dijo:
—Señora, no tenemos intención de hacerte daño. ¿Cómo te llamas?
—Mi nombre es Dorotea— contestó la muchacha.
El cura y el barbero estuvieron un rato hablando con Dorotea. Le contaron la historia de don Alonso y por qué estaban allí y la idea que tenían para llevar a don Quijote a casa. A Dorotea también le gustaban los libros de caballerías. Dorotea les dijo que ella haría de princesa mejor que el barbero. De una bolsa que tenía sacó un bonito vestido y se lo puso.
Entonces oyeron a Sancho que volvía.
—Sancho, ¿has encontrado a don Alonso?— preguntó el cura.
—Si, mi señor está en aquellas rocas— contestó Sancho—. Está desnudo, flaco y muerto de hambre.
—¿Y quién es esta hermosa señora?— preguntó Sancho al ver a Dorotea.
—Es la princesa Micomicona del reino Micomicón— contestó el cura—. Va a pedir a don Quijote que mate a un gigante que ha robado su reino.
Subieron a Dorotea en el caballo del cura y el barbero se puso la barba. Después encontraron a don Quijote. Don Quijote estaba vestido pero no llevaba la armadura. Cuando Dorotea lo vio se puso de rodillas delante de él. Y dijo:
—Oh valiente caballero, necesito un favor vuestro.
—¿Y qué favor es ese señora?— preguntó don Quijote.
—Un gigante ha robado mi reino— dijo Dorotea—. Mi reino es el reino Micomicón.
—¡Malvado!—dijo don Quijote—. Recuperaréis vuestro reino señora, con la ayuda de Dios y de mi espada. Y vámonos ya.
Así tomaron el camino de regreso.