La feria de los Oh Bej Oh Bej


Me llamo Aideen y soy una chica irlandesa de Dublín. Estudio italiano y español en el Trinity College. He decidido transcurrir mi tercer año académico en Italia, un país que siempre me ha fascinado. Dejé a mi familia y a mis amigos en septiembre. Estaban contentos por mi, dado que desde siempre han sabido que ir a Italia era uno de mis sueños de infancia. Sin embargo, para ser sincera, fue difícil decir adiós. Me dijeron que aprovechara al máximo esta experiencia y que cuidara mucho de mí misma. Estaba muy entusiasmada y nerviosa al mismo tiempo.


Finalmente hice mi maleta y salí para Milán – la ciudad de la moda, del arte y de los mejores museos de ciencia, pubs tradicionales y restaurantes... y mucho más, como estaba a punto de descubrir. ¡La ciudad era estupenda! Vivía en un apartamento con otra estudiante, Luisa, la cual dentro de poco llegó a ser mi mejor amiga. Ella venía de un pueblito de Apulia, la región que forma la parte, así llamada, del tacón de la bota de Italia. ¿Habéis pensado en la forma geográfica de Italia? ¡Se parece mucho a una bota de tacón! ¡Siempre lo he considerado bastante impresionante! En todos modos, Luisa estaba estudiando derecho. Su sueño era llegar a ser abogada para proteger los derechos humanos y yo admiraba su entusiasmo y su duro trabajo.


Me gustaba mucho mi vida universitaria en Milán La capital de Lombardía es una de las tres ciudades más pobladas en Italia. Todos los días recibe muchos que la visitan, y que llegan de diferentes partes del país, los cuales principalmente toman el tren para ir al trabajo o a la universidad. Milán es oficialmente una metrópoli europea: parece que todo se mueve rápidamente y las personas suelen vivir a un ritmo frenético. Parece que siempre tienen prisa y según yo dan la impresión de ser frustrados, estresados y enfadados. A pesar de eso, hay unas partes de la ciudad que son tranquilas, donde la vida no corre tan rápidamente y la gente puede dar un paseo tranquilamente o sentarse en una banqueta sin tener prisa.


En estas partes de la ciudad menos abarrotadas de gente el atmósfera es mucho más relajada. Hay espacio para la diversión o para relajarse. La gente toma la vida a un ritmo diferente y disfruta de la compañía de otras personas – socializa, va a tomarse un café o da un paseo simplemente para admirar las bellezas de la ciudad. Me gustaban los dos aspectos de la ciudad, los días frenéticos en la metro atestada de gente y las tardes visitando las exposiciones en el Palacio Real o dando un paseo en el gran parque alrededor del Castillo Sforzesco.


Dentro de poco llegó diciembre. Un día Luisa me invitó a ir a la feria de los Oh Bej Oh Bej. Es una típica feria de Navidad, que tiene lugar en Milán durante el día de San Ambrosio, el 7 de diciembre. ¡Es un gran evento! La gente puede comprar cada tipo de cosas, de libros, típica comida de Sicilia, productos artesanales, juguetes, antiguos cuadros... ¡prácticamente, todo!


El 7 de diciembre tomamos la metro y llegamos al Castillo Sforzesco, donde tenía lugar la feria. Había muchísima gente por allá. La calle estaba llena de diferentes tipos de puestos del mercado. Había un puesto que vendía decoraciones de Navidad, uno viejos posters y fotografías, y después habían libros, CDs, vestidos de época, muebles, joyas... ¡Maravilloso! Comenzamos a caminar alrededor de los puestos.


¡Nos tardarían muchas horas para visitar toda la feria! Después de un par de horas habíamos visitado sólo unos puestos. Luisa y yo estábamos llevando unas bolsas de compra ya. Tengo que admitir que estábamos un poco cansadas, pero la feria valía la pena y estábamos listas para continuar a ir de compras todo el día. Sugerí que nos pararamos para comer algo. Había visto un puesto que vendía productos típicos de Sicilia y esperaba con impaciencia probar algo. Luisa estaba de acuerdo, pero acababa de ver un puesto de libros que vendía libros para niños y no podía esperar para echarle un vistazo. Quería comprar algo para su hermanito. Entonces decidí ir a comprar algo de comer para nosotras, mientras ella podía echar un vistazo allí.


Había llegado al puesto, cuyo nombre era ‘El Padrino’, lo que me acordó de la famosa película de Coppola. Habían muchos productos en el puesto, ambos salados y dulces. Mientras esperaba que tocara a mi, miraba las especialidades y me di cuenta de cuánta hambre tenía. De repente un chico que estaba esperando su turno también me dijo: ‘Parece que tienes mucha hambre’ ‘Sí, absolutamente... – confesé – ¡así es cómo me siento después de un largo tiempo de compras!’ y los dos reímos. Era alto y moreno y tenía grandes ojos verdes. Inmediatamente noté que tenía una sonrisa estupenda. ‘Me llamo Alessandro, - dijo – pero me llaman Alex. ¡Encantado de conocerte!’


Hablamos un poco mientras estábamos delante del puesto. Tenía 24 años y estaba estudiando medicina Alex era de Milán y vivía con sus padres en las afueras. Parecía majo y cordial y me preguntó que estaba haciendo en Italia (debió de realizar que estaba allí de visita). Le dije que estaba en la feria con una amiga, Luisa, que mientras tanto me había alcanzado en el puesto con unos libros para niños en sus manos. Lo presenté a Luisa y él nos invitó a comer con él. Aceptamos.


En el puesto compramos unos ‘arancini’ y dos rebanadas de pizza. Encontramos una banqueta donde podernos sentar en Parque Sempione y fuimos allí para lo que dentro de poco se convirtió en un picnic ‘invernal’. Lo pasemos estupendamente: reímos y hablamos mucho durante el almuerzo. Me encanta la comida italiana, ¿ ya vosotros? Nunca había probado ‘arancini’ y Alex me explicó qué eran. Son unas pelotitas fritas de arroz, con mozzarella, salsa de tomate y guisantes... ¡Y están muy ricas! ¡He pensado que nunca antes había probado algo tan delicioso!


Más tarde decidimos continuar a visitar la feria juntos. He tenido la impresión de que aquel día fuera lleno de magia, había una auténtica atmósfera navideña en el aire de Milán que llenaba mi corazón de alegría. Hablé mucho con Alex y dentro de poco descubrí que teníamos muchas cosas en común. Hablar con él parecía ser tan natural que sentí que lo conocía desde siempre. Dentro de poco se oscureció y, desafortunadamente, tuvimos que irnos. Me sentía un poco triste, porque no sabía cuándo volvería a ver a aquel chico majo. Los dos éramos un poco tímidos y no nos atrevimos a pedirnos nuestros números de teléfono, así que sólo nos dijimos adiós.


Una vez en casa, dije a Luisa como me sentía. Ella se había dado cuenta de que había “aquel algo especial” entre Alex y yo. ‘¡Pienso que estaríais perfectos juntos! Estoy segura de que lo vas a encontrar todavía...’ Tenía razón.


¡Pasó! ¡Os estoy diciendo la verdad! Dos semanas después me tropecé con él en la estación de trenes. Yo estaba iendo al aeropuerto para ir en avión a casa por Navidades. Esta vez me pidió mi número de teléfono y me deseó una feliz Navidad. Después de un par de minutos recibí un mensaje y leí: ‘¡Nunca voy a olvidarme de aquel maravilloso día en la feria!’ Esto fue mi primer y mejor regalo de Navidad. Esperaba con impaciencia volver a verlo. Aquel día dejé la hermosa Milán y sonreí pensando en Alex.