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Corre el rumor de un desembarco de las tropas aliadas en las próximas semanas. Pétain se ha trasladado a París para dirigirse a los franceses desde el balcón del Hôtel de Ville: «He venido aquí para aliviaros de todos los males que planean sobre París. Pienso mucho en vosotros. He encontrado París un poco cambiado, porque hacía casi cuatro años que no venía. Pero podéis estar seguros de que, en cuanto pueda, volveré y lo haré en visita oficial. Así que hasta pronto, espero». 

Después de concluir su discurso, va en coche a visitar a los heridos que han sobrevivido a los bombardeos aéreos. Las cámaras lo siguen hasta el hospital. Se retransmite todo en los informativos. Los periodistas han decidido colocarse en la plaza de la Ópera Garnier para seguir el cortejo. Al paso del coche, la muchedumbre se apiña aclamando al mariscal. 

Yves desembarca en París sin avisar. Alquila una pequeña habitación en el último piso de un viejo inmueble en la Porte de Clignancourt. Su arrendadora le explica que en caso de ataque tiene que alejarse de la ventana. 

La línea de metro es directa para ir a casa de Myriam y Vicente. Pero, a pesar de todo, Yves consigue perderse. 

Nada transcurre como había previsto Yves. El trío no logra recuperar esa despreocupación de las jornadas estivales. Todo parece ahora muy lejano. La pareja se aleja de Yves, dejándolo solo a veces días enteros, sin darle noticias. Él no entiende qué sucede y lleva mal esa estancia en París. Vicente ha dejado de interesarse por él, y Myriam solo le hace una visita fugaz muy de cuando en cuando. 

No es lo que había imaginado para ellos tres. Yves no quiere salir de su cuarto, se queda encerrado. Y pasa por lo que Myriam llamará después una depresión melancólica. La primera. 

 

Myriam va a la Porte de Clignancourt para intentar que Yves entre en razón. Los tiempos son difíciles, París es bombardeado con vistas a la liberación. Myriam acaba por confesarle que cree que está embarazada de su marido. Yves pasa una última noche en esa habitación. Impresión de soledad definitiva. Al día siguiente vuelve a Céreste. 

 

Vicente y Myriam no han dicho toda la verdad a Yves. 

Forman parte, desde su retorno a París, de los dos mil ochocientos agentes que trabajan para la red franco-polaca F2. 

Vicente ha conseguido hacerse con una anfetamina utilizada por los militares para permanecer despiertos todo lo posible. La droga anula en él cualquier conciencia de peligro y siempre sale airoso de milagro. Myriam se siente protegida por su embarazo, de modo que corre riesgos desmesurados. 

Lélia es apenas un feto, pero siente ya en los labios el sabor ácido de la bilis que fabrica el cuerpo cuando tiene miedo. El mismo sabor que Myriam conoció en el vientre de Emma, cuando oía los latidos acelerados de su madre al desafiar a los policías.