—¿No fuiste nunca a ver a tu madre cuando eras pequeña?
—¿A Landau? Sí. Mi padre me llevó al menos una vez. Tengo una foto de mí en un barreño, mi madre me está bañando, en un jardín..., me imagino que en medio de un campamento militar...
—Si entiendo bien, ¿tus padres ya no vivían juntos entonces?
—No sé... En la práctica sí estaban separados, en dos países diferentes. Creo que mi madre tuvo una relación con un piloto del Ejército del Aire en Landau.
—¡Ah! ¡Nunca nos lo contaste!
—Creo, incluso, que le pidió matrimonio. Pero como quería mandarme a un internado y no volver a verme el pelo, ella rompió con él.
—Y dime, ¿cuándo se forma el trío?
—¿Qué trío?
—Yves, Myriam y Vicente. Volvieron a verse, ¿no? Después de tu nacimiento.
—No me apetece mucho hablar de eso.
—De acuerdo... No te enfades. De todas maneras no he venido a hablar de eso, sino del correo que recibiste del ayuntamiento.
—¿Qué correo?
—Me dijiste que la secretaria de Les Forges te envió una carta y que aún no la habías abierto.
—Escucha, estoy cansada..., no sé dónde está esa carta. Lo vemos en otro momento, si te parece.
—Estoy segura de que podría ayudarme en mi investigación. La necesito.
—¿Sabes qué?, no creo que vayas a dar con la persona que envió la postal.
—Pues yo estoy segura de que sí.
—¿Por qué haces todo eso? ¿De qué te sirve?
—No sé, mamá, me empuja una fuerza. Como si alguien me pidiera que llegue hasta el final.
—¡Bien, pues yo estoy harta de contestar a tus preguntas! ¡Es mi pasado! ¡Mi infancia! ¡Mis padres! Todo eso no tiene nada que ver contigo. Y me gustaría que pasaras ya a otra cosa.