—Fue durante las vacaciones de Todos los Santos, en noviembre de 1947. En Authon, un pueblecito del sur de Francia. ¿Cómo lo sé? Pues es muy simple: solo tengo una foto con mi padre. La he contemplado tanto que la conozco de memoria. Pero no tiene leyenda. De modo que no sabía ni dónde se tomó ni en qué año. Por supuesto, no merecía la pena preguntar a mi madre... Y luego, un día, a finales de los noventa, estoy en Céreste, en casa de una prima de los Sidoine, hablamos... de todo y de nada..., y la prima me dice: «Por cierto, he encontrado por casualidad una foto tuya y de Yves. Tú estás en sus rodillas. Voy a enseñártela». Abre un cajón, saca una foto. Y ahí me llevo una gran sorpresa. En esa imagen, estoy en el mismo lugar, vestida y peinada exactamente de la misma manera que en la foto con mi padre. Era evidente que las dos se habían tomado el mismo día e incluso me atrevería a decir que salían del mismo carrete. Le di la vuelta a la fotografía, intentando disimular mi turbación y ahí vi que esta vez sí había una leyenda: «Yves y Lélia, Authon, noviembre de 1947».
—Esa fecha... tuvo que perturbarte.
—Sí, claro. Mi padre se suicidó el 14 de diciembre de 1947.
—¿Crees que tiene algo que ver?
—Nunca lo sabremos.
—No recuerdo cómo murió tu padre exactamente. Me doy cuenta de que todo esto no está nada claro en mi cabeza.
—Te paso el informe del médico forense de los archivos de la prefectura de policía de París. Te dejo los documentos. Sacarás tus propias concusiones.