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Jueves a las 16.00 h

 

Mi Lélia, querido Pierre: 

 

La pregunta de Lélia sobre sus orígenes, planteada a una hora indebida, nos ha trastornado considerablemente a Yves y a mí, mientras que, en cualquier otro momento, todo podría haber transcurrido con normalidad. Yves es un ser demasiado sensible (y su sensibilidad le ha salido muy cara) para que lo aborden de una forma tan abrupta. Dicho lo cual, voy a responder a lo esencial de tu pregunta. 

En el mes de junio de 1943, Jean Sidoine, el amigo del religioso del albergue, François Morenas, nos preguntó si queríamos acoger en la cabaña de detrás de nuestra casa a uno de sus primos. Así llegó Yves a vivir con nosotros. 

En 1943 estábamos en la meseta. Stalingrado había encendido una chispa de esperanza, pero los nazis se volvían cada vez más agresivos. A pesar de todo, en la idílica meseta nos hallábamos a merced de cualquier delación. De manera que Vicente y yo decidimos abandonar el lugar en diciembre de 1943 y volver a la rue de Vaugirard, que habíamos alquilado con nombres ficticios gracias a la documentación falsificada de Jean Sidoine. De manera que tú, Lélia, fuiste concebida en París, en el mes de marzo de 1944, y no durante nuestra vida en el campo en 1943. 

En París, en aquella época, a partir del 1 de abril de 1944, Vicente y yo nos incorporamos a una red de la Resistencia en la que yo me ocupaba de las cifras, es decir, del cifrado y descifrado de los mensajes. Agente P2, número de identificación 5943, miembro permanente de la red, con el estatuto de militar combatiente. Me llamaba Monique y era una de las Hijas del Calvario. Vicente era subteniente, número de identificación 6427, igualmente P2, su función era la de Cifra CDC (jefe del centro de cifrado). Se llamaba Richelieu y era «pianista». Nos desmovilizaron a ambos el 30 de septiembre de 1944, dos meses antes de que tú nacieras. 

He de decirte que, si los acontecimientos del primer trimestre del 44 no hubieran sido favorables a los Aliados, y a pesar del peligro de los tiroteos callejeros, de las redadas en el metro, de la eventualidad para nosotros de un arresto por la Gestapo por ser resistentes, tanto Vicente como yo no habríamos concebido ni dejado vivir a una criatura a la que el desembarco de junio del 44 y la liberación de París salvaron la vida. Así fue como se presentó Vicente, con su documentación auténtica en el ayuntamiento del distrito 6 para inscribir a su hija, el 21 de diciembre de 1944. 

 

—¿Y qué sucedió después de tu nacimiento? 

—Mi padre desapareció durante tres días al salir del ayuntamiento. En lugar de volver a la rue de Vaugirard, se esfumó sin dejar rastro. 

—¿Nadie sabía adónde había ido? 

—No. Nadie. Debía de encontrarse en un estado bastante extraño, porque en el ayuntamiento no declaró más que tonterías. De mi certificado de nacimiento, todo es falso, las fechas, los lugares. Se lo inventó todo. 

—¿Crees que estaba drogado? 

—Puede ser..., o era un efecto de la Resistencia..., no sé. En todo caso, puedo decirte que aquello me planteó muchos problemas después, cuando me hice funcionaria. Pasé incluso ante un juez de primera instancia en el ayuntamiento del distrito 6. Con Pasqua de ministro del Interior, los funcionarios tenían que ser «franceses-franceses», y no era mi caso. Cuando tuve que rehacer mis documentos de identidad, ya con Sarkozy, porque me lo robaron todo, carnet, pasaporte, carnet de conducir..., fue un lío tremendo también. Un empleado de la Administración me explicó que debía demostrar que era francesa. «Pero ¿cómo quiere que lo demuestre si me han robado toda la documentación?». «Demuestre que sus padres sí lo son». Mi madre había nacido en el extranjero, mi padre tenía apellido español y mi certificado de nacimiento era falso, así que me convertí en sospechosa. Y me dije: «Mierda, ya estamos otra vez». 

—Mamá, ¿qué pasa contigo después de la muerte de tu padre? 

—En aquel momento me enviaron a Céreste, con la familia de Yves.