12
LA CONVERSACIÓN
Me doy cuenta de que lo de dios griego le queda perfecto a Ares, sobre todo después de haberlo visto desnudo. Vi a Ares desnudo, lo toqué, lo vi venirse, ¿estoy soñando? Tal vez me emborraché y es uno de esos locos sueños vívidos de borracho.
Saliendo, agradezco mentalmente a Ares por haberse vestido, pero me extraña que se haya puesto todo, su camisa y sus zapatos. ¿Se va? Sin embargo, mi corazón se tuerce un poco cuando él ni siquiera se gira a mirarme, está muy ocupado escribiendo en su teléfono, sentado en la silla de mi escritorio.
¿A quién le envía mensajes a estas horas?
Eso no es tu problema, Raquel.
Y ahí me paro, sintiéndome superincómoda. ¿Qué debo hacer? ¿O decir? Después de unos segundos, Ares levanta sus ojos de su teléfono y me mira, yo trago, jugando con mis manos frente a mí.
¿En serio, Raquel? Después de haber hecho todo eso con él, ¿te pones así de nerviosa?
Mi consciencia es una idiota.
Ares se levanta, metiendo su teléfono en el bolsillo trasero de sus pantalones.
—Me voy. —Mi corazón se hunde en mi pecho—. Cuando Apolo despierte, dile que se salte la cerca y entre por la puerta trasera, la dejaré abierta para él.
—Pensé que no era bien visto dormir con un hombre sola —bromeo, pero Ares no sonríe.
—No lo es, pero es tu cuarto, tu vida, no tiene nada que ver conmigo.
Ok, este chico es definitivamente inestable.
Llegó molesto, luego fue tierno, luego sexual y ahora ¿frío?
Es superinestable.
Acabo de inventarlo, pero esa palabra lo describe perfectamente.
—¿Te pasa algo?
Ares camina hacia la ventana.
—No.
Oh, no, tú no te vas. Tú no sales de aquí con esa actitud sin explicar qué te pasa. No me dejarás con esta sensación de haber sido usada que me carcome el corazón.
Lo alcanzo y me paro frente a él, bloqueando la ventana.
—¿Y ahora qué te pasa, Ares?
—No me pasa nada.
—Sí te pasa algo, tus cambios bruscos de humor me están dando dolor de cabeza.
—Y a mí tu drama me está molestando, por eso me voy.
—¿Drama?
Él señala entre los dos.
—Este drama.
—Yo ni siquiera te había dicho nada hasta que vi que te ibas.
—¿Por qué no puedo irme?
—Dijiste que dormirías aquí.
Ares suspira.
—Cambié de opinión, eso pasa. ¿No lo sabías?
—Estás siendo un idiota. ¿No lo sabías?
—Por esta misma razón es por la que me voy. —Lo miro extrañada—. No entiendo por qué las mujeres asumen que les debemos algo solo porque nos hemos divertido un poco sexualmente. Yo no te debo nada, no tengo que quedarme, no tengo que hacer nada por ti.
¡Auch!
Ares continúa.
—Mira, Raquel, me gusta ser honesto con las chicas con las que me involucro. —Lo que sea que va a decir sé que no me va a gustar—. Tú y yo nos estamos divirtiendo, pero yo no busco una relación, yo no busco el dormir abrazados después de juguetear un poco, ese no soy yo. Necesito que tengas eso claro, no quiero hacerte daño. Si quieres divertirte conmigo sin compromisos, bien, y si no es lo que quieres, si lo que quieres es un novio, el romance, el príncipe azul, entonces pídeme que me aleje y lo haré.
Gruesas lágrimas bajan por mis mejillas, mojo mis labios para hablar.
—Entiendo.
La expresión de Ares se contrae en tristeza y, antes de que diga algo, limpio mis lágrimas y abro mi boca nuevamente.
—Entonces, aléjate de mí.
La sorpresa en el rostro de Ares es contundente y demasiado obvia, sé que eso no era lo que él esperaba. Y le digo que se aleje porque sé que ninguna cantidad de sexo por bueno que sea es suficiente para cambiar a alguien si esa persona no está dispuesta.
Mi madre me enseñó que nunca intentara cambiar a alguien, que es una batalla que no podré ganar si esa persona no quiere cambiar y Ares obviamente no quiere.
¿Me gusta? Él me encanta, puedo atreverme a decir que me estoy enamorando de él, pero desde el momento que vi a mi madre aguantar y perdonar las infidelidades de mi padre una y otra vez, desde que vi cómo ella olvidó lo mucho que valía, y es que por mucho que aguantó, lloró y sufrió, mi padre nunca cambió y se fue con una chica mucho más joven que ella. Después de vivir todo eso, prometí no ser igual, no dejarme pisotear y maltratar por amor, no dejarme llevar completamente por las emociones.
Porque el dolor de un corazón roto pasa, pero el saber que dejaste que alguien te hiciera olvidar lo que vales y te pisotee se queda contigo por siempre.
Así que miro a Ares directamente a los ojos, no me importa que aún tenga mis lágrimas secas en mis mejillas.
—Aléjate de mí, y no te preocupes, no me interesa seguir acosándote, así que puedes estar tranquilo.
Él no sale de su sorpresa.
—Tú no dejas de sorprenderme, eres tan... impredecible.
—Y tú eres tan idiota. ¿Crees que andar por ahí tirándote a chicas y luego abandonándolas te dará felicidad? ¿Crees que esa tontería de «yo solo quiero divertirme y nada serio» te va a llevar a algún lado? Sabes, Ares, pensé que eras una persona diferente. Ya entiendo por qué dicen «nunca juzgues un libro por su portada», tú tienes una hermosa portada, pero tu contenido es vacío, no eres un libro que me interesa leer, así que sal de mi habitación y no vuelvas.
—Guao, de verdad quieres todo el cuento del príncipe y el romance, ¿no?
—Sí, y eso no tiene nada de malo, por lo menos yo sí tengo claro lo que quiero.
Ares tensa su mandíbula.
—Bien, como quieras. —Me echo a un lado y él comienza a subirse en la ventana.
—Y..., ¿Ares?
Él me mira, con sus manos en las escaleras, su cuerpo ya afuera.
—Espero ya hayas recuperado el internet en tu casa porque voy a cambiar la clave del wifi. Ya no le veo sentido a que sea AresYYoForever.
Una pizca de dolor cruza las facciones de Ares, pero lo atribuyo a mi imaginación, y él solo asiente y desaparece en las escaleras.
Dejo escapar un largo suspiro mientras veo alejarse al chico de mis sueños a través de mi ventana.
***
Me siento horrible.
Tanto físicamente como emocionalmente, lo cual es una combinación muy mala para un solo ser humano. Me duele la cabeza; el cuerpo y mi estómago no terminan de estabilizarse después de la bebida. No he dormido nada y ya es de día.
¿Y Apolo?
Bien, gracias, durmiendo como un vampiro en un día soleado.
Mi taza de café calienta mis manos, estoy sentada en el suelo frente a la cama con una sábana alrededor. Espero que el café haga algo por mi alma, me siento como un zombi y estoy muy segura de que también me veo como uno.
Aunque el malestar físico no es nada comparado con esta sensación de decepción que me traspasa el alma. Me siento usada, rechazada y poco valorada. Es increíble lo que Ares puede hacerme con tan solo unas palabras. A pesar de que sé que hice lo correcto al echarlo de mi vida, eso no reduce la desilusión y la tristeza en mi corazón porque se ha ido.
Tan inesperadamente como apareció en mi vida, así se fue.
El sol se asoma por mi pequeña ventana y recuerdo como si fuera ayer —en realidad fue ayer— cuando Ares desapareció a través de ella. No puedo evitar analizar cada momento una y otra vez; mi pobre cerebro guiado por mi corazón trata de buscar gestos, expresiones, palabras escondidas que me den la esperanza de que no solo estaba jugando conmigo, que no solo me usó, que no es un idiota.
Yo siempre he sabido que su personalidad no es la mejor, en el tiempo que lo he observado me he dado cuenta de eso. Pero tampoco esperé que tuviera esa percepción del romance, de que no quisiera una relación o que pensara que las mujeres somos algo para usar y desechar.
Eso me dolió, y mucho.
Y sé que, si no tuviera las convicciones que tengo respecto a valorarme como mujer, habría caído en su red. Me habría entregado por completo porque él simplemente me encanta, todo de él me gusta. Nunca en la vida me había sentido tan atraída hacia alguien. Las cosas que Ares me hace sentir con solo mirarme me dejan sin respiración.
Así que no culpo a esas chicas que han pasado por él, que han intentado cambiarlo, yo también lo intentaría si no hubiera vivido en carne propia por lo que pasó mi madre. Eso siempre ha sido mi fortaleza.
Suspiro, tomando un sorbo de mi café.
Estoy tan cansada de estar sola.
Quiero vivir el amor, quiero experimentar, quiero divertirme, quiero tantas cosas, pero también quiero a alguien que me respete, que se gane estar conmigo, que quiera estar conmigo. No quiero ser el juguete de nadie por mucho que me guste.
Pongo mi cabeza sobre la orilla de la cama y mi taza de café a un lado para observar el ventilador de techo girar, se mueve tan lentamente, soplando aire fresco sobre mi cara.
Sin darme cuenta, me quedo dormida.
***
Después de unas horas, Apolo finalmente despierta y se marcha con la cabeza baja y murmurando mil disculpas. Me doy cuenta del miedo y respeto que Apolo le tiene a Ares. Pero sobre todo de lo tierno y amable que es, me cae muy bien y espero que esta situación, aunque bizarra, sea el comienzo de nuestra amistad.
Cuando vi a Apolo marcharse por las escaleras afuera de mi ventana, no pude evitar recordar a Ares y ese momento en el que bajó las escaleras, sus ojos fijos en mí, como esperando que yo cambiara de opinión y le dijera que volviera.
¡Ah! Sal de mi cabeza, dios griego. Necesito dormir, me cubro con la sábana y lo intento.