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EL ODIOSO VECINO
Odio que me molesten cuando duermo, es una de las pocas cosas que no soporto. Normalmente, soy una persona tranquila y pacífica, pero, si me despiertas, verás mi lado más oscuro. Así que, cuando me despierta una melodía desconocida, no puedo evitar gruñir molesta. Doy vueltas en mi cama, cubriéndome la cabeza con mi almohada, pero el daño ya está hecho y no consigo conciliar el sueño otra vez. Irritada, lanzo la almohada a un lado y me siento, murmurando profanidades. ¿De dónde diablos viene ese sonido?
Gimo enfadada, es medianoche. ¿Quién puede estar haciendo ruido a esta hora? Ni siquiera es fin de semana. Después de caminar como un zombi hacia mi ventana, la brisa fresca colándose entre las cortinas me da escalofríos. Estoy acostumbrada a dormir con la ventana abierta porque nunca había tenido problemas con ruidos nocturnos. Al parecer eso cambió. Reconozco la canción que suena: Rayando el sol, de Maná. Rascándome la cabeza, abro las cortinas para buscar de dónde viene. Me quedo paralizada al notar a alguien sentado en la pequeña silla del patio de los Hidalgo, pero no es Apolo esta vez. Mi corazón se desboca en mi pecho cuando me doy cuenta de que es nada más y nada menos que Ares.
Para describir a Ares me faltarían palabras y aliento. Es el chico más apuesto que he visto en mi vida y créeme que he visto bastantes. Es alto, atlético, con unas piernas perfectamente definidas y un culo para morirse. Su rostro tiene un ademán griego, con pómulos aristocráticos y una nariz perfilada preciosa. Sus labios son carnosos y se ven mojados todo el tiempo. Su labio superior forma un arco como el de la parte de arriba de un corazón dibujado y el de abajo está acompañado de un piercing casi imperceptible. Sus ojos me quitan el aliento cada vez que los veo, son de color azul profundo con un destello de verde impresionante. Su cabello es negro azabache, el cual hace contraste con su piel blanca y cremosa y cae despreocupadamente sobre su frente y orejas. Tiene un tatuaje en su brazo izquierdo de un dragón lleno de curvas que se ve profesional y bien hecho. Todo sobre Ares grita misterio y peligro, lo que debería alejarme de él, pero, en vez de eso, me atrae con una fuerza que me corta la respiración. Lleva unos shorts, unas Converse y una camiseta negra que pega con su cabello. Lo observo abobada mientras teclea algo en su laptop, mordiéndose el labio inferior. ¡Qué sexy!
Pero entonces sucede. Ares levanta la vista y me ve. Esos hermosos ojos azules se encuentran con los míos y mi mundo se detiene. Él y yo nunca hemos compartido una mirada tan directa. Sin querer, me sonrojo de inmediato, pero no puedo apartar la mirada.
Ares arquea una ceja, con sus ojos fríos como el hielo.
—¿Necesitas algo? —Su voz carece de alguna emoción. Trago saliva, luchando por encontrar mi voz. Su mirada me paraliza. ¿Cómo puede alguien tan joven intimidar tanto?
—Yo... Hola —casi tartamudeo. Él no dice nada, solo se me queda mirando, poniéndome más nerviosa—. Yo..., eh, tu música me despertó.
Estoy hablando con Ares. Dios, no te desmayes, Raquel. Respira.
—Tienes buen oído, tu habitación está bastante retirada.
¿Eso es todo? ¿Nada de disculpas por despertarme? Sus ojos vuelven a la laptop y sigue escribiendo en ella. Yo tuerzo los labios en irritación. Al pasar unos minutos, él nota que yo no me muevo y vuelve a mirarme, arqueando una ceja.
—¿Necesitas algo? —repite con un aire de molestia. Eso me da valor para hablar.
—Sí, de hecho, quería hablar contigo. —Él me hace un gesto para que continúe—. ¿Estás utilizando mi wifi?
—Sí. —Ni siquiera duda a la hora de responder.
—¿Sin mi permiso?
—Sí. —Dios, su descaro es exasperante.
—No deberías hacer eso.
—Lo sé. —Él se encoge de hombros mostrándome lo poco que le importa.
—¿Cómo tienes mi clave?
—Tengo buenos conocimientos informáticos.
—Quieres decir que la obtuviste de alguna manera fraudulenta.
—Sí, tuve que hackear tu computadora.
—Y lo dices así tan tranquilo.
—La honestidad es una de mis cualidades.
Aprieto mi mandíbula.
—Eres un... —Él espera por mi insulto, pero esos ojos afectan mi mente y no puedo pensar en nada creativo, así que voy por lo tradicional—. Eres un idiota.
Sus labios se curvan hacia arriba en una pequeña sonrisa.
—¡Qué insulto! Pensé que serías más creativa luego de descubrir tu clave. —Mis mejillas se calientan y solo puedo imaginarme lo roja que debo estar. Él sabe mi clave, mi amor frustrado desde niña sabe mi ridícula clave de wifi.
—Se supone que nadie debía saberla. —Bajo mi cabeza.
Ares cierra su laptop y se enfoca en mí, divertido.
—Sé muchas cosas sobre ti que no debería saber, Raquel. —Oírlo decir mi nombre envía mariposas hacia mi estómago.
Trato de mostrarme desafiante.
—¿Ah, sí? ¿Como cuáles?
—Como esas páginas que visitas cuando todo el mundo está durmiendo. —Mi boca se abre en sorpresa, pero la cierro rápidamente. ¡Oh, Dios mío! Ha visto mi historial de navegación, la vergüenza no me cabe en el cuerpo. He visitado varias páginas porno por curiosidad, solo curiosidad.
—No sé de qué hablas.
Ares sonríe.
—Sí que lo sabes.
No me gusta a dónde se dirige esta conversación.
—En fin, ese no es el punto, deja de usar mi wifi y hacer ruido.
Ares se levanta de la pequeña silla.
—¿O qué?
—O... te acusaré.
Ares se echa a reír, su risa es ronca y sexy.
—¿Me acusarás con tu mami? —dice en tono burlón.
—Sí, o con la tuya. —Me siento segura en el balcón, pero creo que no sería tan valiente si estuviéramos frente a frente. Él mete las manos en los bolsillos de sus shorts.
—Seguiré utilizando tu wifi y no podrás evitarlo.
—Claro que sí.
El desafío en nuestros ojos es abrumador.
—No hay nada que puedas hacer. Si le dices a mi madre, lo negaré y ella me creerá a mí. Si se lo dices a la tuya, le mostraré las páginas que visitas cuando nadie te ve.
—¿Me estás chantajeando?
Él se acaricia la mandíbula como si pensara.
—Yo no lo llamaría chantaje, más bien llegar a un acuerdo. Yo obtengo lo que quiero y tú a cambio mi silencio.
—Tu silencio en información que obtuviste de mala manera, eso no es justo.
Ares se encoge de hombros.
—¿No has oído que la vida no es justa? —Aprieto mis dientes en molestia. Él es insoportable, pero se ve bien hermoso bajo la luz de la luna—. Si ya no tienes nada que decir, volveré a mi laptop, estaba haciendo algo importante. —Se da la vuelta, toma su laptop y se sienta en la silla.
Me quedo mirándolo como tonta, sin saber si es por lo idiota que es o porque los sentimientos que tenía por él cuando era niña no se han ido del todo. De cualquier forma, tengo que volver adentro, el frío nocturno no es nada agradable. Cierro la ventana y, derrotada, me meto en mis sábanas calentitas. Mi iPhone vibra en la mesita de noche, lo agarro extrañada. ¿Quién podría enviarme un mensaje a estas horas?
Abro el mensaje y jadeo en sorpresa.
De: Número desconocido
Buenas noches, bruja.
Atentamente,
Ares.
Gruño en frustración. ¿A quién le dice bruja? ¿Y cómo diablos tiene mi número? Al parecer, las cosas con Ares no están ni cerca de haber terminado, pero él está muy equivocado si cree que me quedaré de brazos cruzados.
¡Te metiste con la vecina equivocada!