20
EL JUEGO
—¡Raquel! ¡Raquel! ¡Raquel!
Nunca pensé que la primera apuesta que me harían en la vida sería para que ingiriera alcohol. Apolo, Samy y Gregory están a alrededor de mí en la orilla de la piscina, ofreciéndome un trago de tequila. Y yo vacilo, la verdad es que me siento un poco mareada, he perdido la cuenta de cuánto alcohol he consumido hasta ahora y eso no es bueno. Especialmente porque estoy dentro de la piscina.
Derrotada, tomo el pequeño vaso y me lo bebo. El tequila baja por mi garganta incendiando todo en su camino hasta llegar a mi estómago. Hago una mueca, pero Apolo me choca cinco.
—¡Sí! Así se hace.
—Estoy sorprendida —admite Samy sonriendo.
Quisiera decir que es una zorra que se le insinúa a Ares cada momento que puede, que me lanza indirectas o dice cosas para hacerme sentir como la que no pertenece aquí, pero no puedo. Samy solo ha sido amable y muy atenta conmigo, parece una buena chica.
Aunque sé que a ella le gusta Ares, se la ve a leguas, no siento rabia hacia ella. Samy no me ha hecho nada. Gregory toma su trago y bufa, respirando profundo.
—Cada vez lo siento más suave, ya ni me quema la garganta.
—Eso es que ya estás borracho —acoto, dándole una palmada en la espalda.
Miro hacia la parte profunda de la piscina y veo al estúpido dios griego, hablando con Marco, ambos se ven muy serios. La vergüenza me invade cuando recuerdo cómo le bailé a Marco. ¿Estarán hablando de mí? ¡Oh, Dios!
El agua está caliente y se siente divina contra mi fría piel, pequeñas olas se forman cuando nos movemos y chocan con la parte posterior de mis brazos.
—Deberíamos jugar a algo. —Gregory ofrece, sacudiendo su pelo, salpicándonos a todos.
Apolo sostiene su mentón pensando.
—¿Algo como el escondite?
Samy se ríe.
—¡No, algo más divertido! Como verdad o reto o yo nunca he...
Junto mis cejas en confusión.
—¿Yo nunca he...?
Samy asiente.
—Sí, explico las reglas. —Hace una pausa poniéndose en modo explicación total—. Por ejemplo, digamos que empiezo yo: «Yo nunca me he emborrachado», y aquellas personas que lo hayan hecho beben un trago.
—¿Y si tú también lo has hecho?
—También bebo. Es divertido porque sabrás las cosas que han hecho o no los demás cuando los veas beber o no. El suspenso es estupendo.
—Ok, ok —dice Gregory—. Pero ¿necesitamos más gente o no?
Solo quedábamos en la piscina nosotros y el grupo de Ares por allá. Los demás se fueron hace poco, no tengo ni idea de qué hora es. Gregory grita llamando al grupo y los tres chicos nadan hacia nosotros.
Salimos de la piscina, y el viento fresco de la noche me da escalofríos, mi vestido se pega al cuerpo, pero he bebido tanto que ya no me importa. Nos sentamos en el suelo mojado en un círculo. Apolo y Gregory quedan a mis lados, a su lado Samy, luego Marco, Ares y Luis. La botella de tequila queda en medio. Ares está frente a mí. Samy explica las reglas de nuevo a los recién llegados. Todos la escuchamos con atención, en especial, Marco.
—Ya saben, si lo han hecho tienen que tomarse un trago de su vaso. —Samy toma vasos y los llena completos de tequila. Cada uno tiene su vaso lleno de alcohol en el frente—. Se toman un trago si son culpables y, si no, no beben.
Ares suelta una risa burlona.
—¿Qué clase de juego es este?
Samy lo mira mal.
—Ya expliqué las reglas, así que solo juega.
—¿Algún valiente?
Nadie. Samy suspira.
—Cobardes, comienzo yo. —Toma su vaso—. Yo nunca me he escapado de mi casa. —Ella bebe y todos los demás beben también, pero yo no. Me miran sorprendidos.
—¿Qué? Me porto bien.
Apolo me da un vistazo.
—Hasta yo, que soy menor que tú, me he escapado.
Gregory me soba la cabeza.
—¡Aw! Eres un angelito que se porta bien.
Ares no me presta atención, está muy ocupado encendiendo un cigarrillo. El humo va saliendo de su boca mientras espera el turno de Marco, quien mantiene esa cara seria y sin expresión que lo caracteriza y roza su labio inferior con el dedo pulgar pensando.
—Yo nunca le he roto el corazón a una chica o a un chico en el caso de las mujeres.
—¡Ohhh! —Luis exclama, divertido—. Creo que beberemos todos.
Mis ojos caen sobre Ares y veo con tristeza cómo se lleva su vaso a sus labios y bebe. Sé que él ha roto muchos corazones, pero, de alguna forma, siento que está bebiendo mientras piensa en el mío, en cómo rompió mi estúpido corazón ilusionado. De nuevo todos beben, menos yo.
Luis gruñe.
—¿En serio, Raquel? ¿Nunca has roto un corazón?
Samy gime en molestia.
—A este paso terminaremos borrachos y Raquel sobria.
—Estoy siendo honesta, lo juro.
Ares clava sus ojos en mí y una sonrisa arrogante llena sus labios perfectos.
—No se preocupen, es mi turno, haré que beba.
Gregory le choca los cinco.
—Vamos, a ver, sorpréndenos.
Ares toma su vaso y lo levanta hacia mí.
—Yo nunca he acosado a alguien.
Golpe bajo.
Todos me miran, esperando mi reacción, aprieto mis manos a mis costados y muerdo mi labio inferior. Sintiéndome como la rara del grupo, levanto mi vaso y tomo un trago. Todo el mundo me observa en silencio. Con rabia, mis ojos se encuentran con los de Ares y lo veo sonreír. Pero entonces él hace algo que me deja sin aire.
Él bebe. Decir que nos sorprende es poco. Pone su vaso de nuevo en el suelo. Apolo sacude su cabeza.
—Tenemos dos acosadores aquí, no puedo creerlo.
Luis le da una palmada a Ares en la espalda.
—Jamás pensé que serías capaz de acosar a alguien, siempre pensé que serías el acosado.
Ares no despega sus ojos de los míos.
—Lo era, pero la vida da muchas vueltas.
Samy se aclara la garganta.
—Bueno, bueno, siguiente.
Luis levanta el vaso.
—Vamos a poner esto interesante, yo nunca le he causado un orgasmo a una chica o chico con sexo oral. —El calor invade mis mejillas, y sé que todos van a beber, excepto yo y Apolo, tal vez. Luis, Gregory, Marco y una muy avergonzada Samy beben. Con agonía, observo a Ares esperando que se eche un buen trago.
Pero no lo hace. ¿Acaso...? Gregory parece decir en voz alta lo que todos pensamos.
—¡No puedo creerlo! ¡Ares Hidalgo! ¿Nunca has hecho venir a una chica con sexo oral?
Luis menea su cabeza.
—Estás mintiendo.
Ares termina su cigarro, apagándolo en el suelo a su lado.
—Nunca le he hecho sexo oral a una chica.
Lo dice tan natural, tan calmado. Todos nos miramos, Apolo no puede controlar su curiosidad.
—¿Por qué no?
Ares se encoge de hombros.
—Me parece algo íntimo y muy personal.
Gregory interviene.
—Y todos sabemos que Ares no está interesado en una relación íntima y personal.
Samy baja la cabeza, jugando con sus dedos sobre su regazo. ¿Acaso... ella... y él...? Hasta donde yo sé, son solo amigos. Pero las reacciones de Samy me recuerdan a las mías cuando él repetitivamente me rompe el corazón. ¿Pasó algo entre ellos? Mis ojos caen sobre Marco y su expresión se endurece, dándome una mirada tan intensa que tengo que mirar a otro lado. Qué incómodo.
Es el turno de Apolo.
—Vamos a beber todos, yo nunca me he emborrachado.
Yo le doy una sonrisa cómplice.
—¡Salud! —Nuestros vasos chocan y luego bebemos.
Es mi turno y no tengo ni idea de qué decir. Todos esperan por mí, impacientes.
—Yo nunca he besado a alguien de los que están en este círculo.
Marco levanta una ceja, y Ares suelta una risa sarcástica. Con mucha atención, observo cómo Ares y Samy beben. Con tristeza, yo también bebo. Así que Samy ha besado a Ares. La confirmación hace que mi corazón se apriete en mi pecho. Algo pasó entre ellos. Observando a Samy me siento en desventaja, ella es muy linda y agradable. Sin duda, Ares la escogería a ella y no a mí; en un cerrar de ojos, sé que yo la escogería a ella.
Gregory hace una mueca.
—¡Iuuu!
Después de tres rondas del juego, ya todos estamos demasiado ebrios para razonar y jugar decentemente. Así que decidimos meternos en la parte poco profunda de la piscina. Me echo agua en la cara y en la cabeza, estoy mareada, pero sé que si paro de beber puedo llegar a mi casa. Samy me abraza por detrás.
—¡Raquel!
Me suelto de su abrazo y me volteo.
—¡Samy!
—Creo que hemos bebido demasiado —me comenta y yo asiento—. ¡Eres muy agradable!
—Tú también.
—Necesito preguntarte algo.
—Ok, lo que sea.
—Cuando estábamos jugando, bebiste cuando dijiste lo de besar a alguien del grupo, sé que es obvio, pero ¿besaste a Ares?
Ok, ebria o no, yo no estoy lista para esa pregunta. Samy me da una sonrisa triste.
—Ese silencio lo dice todo. Tú... ¿tienes algo con él?
—Samy...
—No, no, lo siento, no respondas eso. Estoy siendo muy invasiva.
Lamo mis labios, sintiéndome incómoda, pero a la vez tan identificada con ella.
—Tú... y él...
Ella lo niega con la cabeza.
—Solo soy el típico cliché, ya sabes, la chica que se enamora de su mejor amigo.
—Si ustedes tienen algo, yo jamás me interpondría.
En eso soy honesta, yo jamás me metería en la relación de nadie. Tendré poca dignidad, pero ser la otra, jamás. Samy toma mi mano.
—Él y yo no tenemos nada, así que deja de parecer tan culpable.
—Lo siento. —Ni siquiera sé por qué me estoy disculpando.
—Ares es... difícil, sabes, él ha pasado por muchas cosas. —Ella toma un trago de su vaso—. De alguna forma, pensé que yo sería la chica que lo cambiaría; después de todo, soy la única a la que él ha dejado entrar, a la que le ha revelado muchas cosas. Pero el hecho de que confíe en mí no quiere decir que esté enamorado, eso lo entendí muy tarde.
Mi corazón se rompe por ella, definitivamente no es una mala persona, solo es una chica que se enamoró de un chico que no siente lo mismo, como yo.
—Creo que tenemos algo en común: un corazón roto.
—Tú le gustas, Raquel, y mucho, y probablemente no sepa cómo manejarlo porque nunca le ha pasado.
Mi corazón se acelera ante sus palabras.
—No lo creo, él me ha dejado claro que no está interesado en mí.
—Ares es muy complejo, al igual que Artemis. Ellos son chicos criados por padres estrictos que siempre les dejaron claro que tener sentimientos es una debilidad, es darle poder a otra persona sobre ti.
—¿Y por qué Apolo es diferente?
—Cuando Apolo nació, el abuelo Hidalgo se mudó aquí un tiempo, él fue el que crio a Apolo con mucho amor y paciencia. Él trató de inculcar eso en los dos mayores, pero ya estaban grandes y viviendo cosas que no deberían haber vivido a esa edad.
—¿Como qué cosas?
—No soy quién para contar esa parte, lo siento.
—Está bien, más bien me has dicho mucho. ¿Cómo sabes todo esto?
—Crecí con ellos. Mi madre es muy amiga de la madre de ellos, y siempre me dejaba aquí cuando tenía cosas que hacer. El personal de servicio que lleva toda la vida trabajando aquí también sabe la historia.
—¡Samy! Llegó el chofer. ¡Vámonos! —Gregory, Luis y Marco están secándose fuera de la piscina, tambaleándose de un lado a otro.
—¡Voy! —Samy me da un abrazo corto, se separa y me sonríe—. Eres una buena chica, así que nunca pienses que te tengo rabia o algo así por Ares, ¿ok?
Le devuelvo la sonrisa.
—Ok.
Los veo irse, Apolo detrás de ellos va murmurando algo de que les abrirá la puerta. Me doy cuenta de que es hora de que también me vaya. Mis ojos indagan en la piscina y me congelo cuando veo a Ares al otro extremo, sus brazos extendidos en el borde de la piscina, mirándome. Estamos solos. Y por la forma en la que me mira, sé que él planea aprovecharse de eso.
¡Corre, Raquel, corre! ¿Alguna vez han intentado correr en el agua? Es jodidamente difícil. ¿Desde cuándo me queda el borde de la piscina tan lejos? Nerviosa, me doy la vuelta hacia el lugar donde Ares estaba hace unos segundos, y ya no está.
¡Mierda! ¡Viene por debajo del agua! ¡Estoy siendo cazada!
Alcanzo el borde, y me agarro de él fuertemente para levantarme fuera de la piscina, pero, por supuesto, voy a mitad de camino cuando unas manos fuertes me toman de las caderas bajándome bruscamente. Ares me presiona contra la pared de la piscina, su cuerpo definido detrás de mí, su aliento caliente rozando la parte de atrás de mi cuello.
—¿Escapando, bruja?
Trago, intentando liberarme.
—Es tarde, debo irme, yo...
Ares chupa el lóbulo de mi oreja, sus manos apretando mis caderas suavemente.
—¿Tú qué?
Cometo el grave error de girarme en sus brazos, mis hormonas lanzan un chillido ante la vista frente a mí. El dios griego todo mojado, su pelo empapado pegado a los lados de su cara, su cremosa piel luciendo perfecta y esos ojos azul infinito que me recuerdan al cielo al amanecer. Sus labios están rojos, y se ven tan provocativos.
Trato de pensar en todo el daño que me ha hecho con sus palabras, con sus acciones, pero es tan difícil enfocarme teniéndolo tan cerca y con tanto alcohol en mi cerebro. Ares acaricia un lado de mi cara, la acción me desconcierta, no parece algo que él haría.
—Quédate conmigo esta noche.
Eso me sorprende, pero mi ausente dignidad aparece y toma el control.
—No voy a ser esa chica que usas cuando quieres, Ares.
—No espero que lo seas.
Suena honesto, y él parece tan diferente, como si estuviera cansado de ser un idiota arrogante.
—Entonces, no me pidas quedarme.
Él se acerca, su pulgar aún acariciando mi mejilla.
—Solo quédate, no tenemos que hacer nada, no voy a tocarte si no quieres, solo... —Suspira—. Quédate conmigo, por favor.
La vulnerabilidad en su expresión me desarma. Mi corazón y mi dignidad entran en batalla para tomar una decisión.
¿Qué debo hacer?