21
EL JUEGO II
Mi reflejo en el espejo frente a mí me da una mirada de desaprobación, como si estuviera juzgando mi decisión. Suspiro, y me toco la cara lentamente. ¿Qué estoy haciendo? ¿Por qué decidí quedarme? No debería estar aquí.
¿Pero cómo podía decirle que no? Me lo pidió con esos ojitos de corderito, la súplica clara en su semblante. Nadie puede juzgarme, ni siquiera mi reflejo; tener al chico que te gusta frente a ti luciendo sexy, todo mojado, suplicándote que te quedes con él, es demasiado. El alcohol en mi cerebro tampoco ayuda a la buena toma de decisiones. Además, mi madre no está en casa, así que no estaré en problemas.
Sacudo mi cabello húmedo y lo seco con la toalla, ya me he duchado para quitarme el vestido mojado y me he puesto una camisa que Ares me prestó antes de entrar al baño, a su baño. No puedo creer que esté aquí, en el baño de su cuarto, siento que estoy invadiendo su privacidad. Su baño está impecable, la blanca cerámica brilla. Me da miedo tocar algo y arruinar tanto orden.
Mirándome en el espejo, pillo la camisa de Ares tratando de cubrirme lo más posible. Por debajo solo tengo unos bóxers de él que me quedan holgados. No podía rechazarlos, era eso o quedarme mojada y coger un resfriado. Me pregunto si puedo quedarme aquí y no salir, pero sé que él está esperando por mí. Ares no ha hablado desde que caminamos de la piscina a su cuarto. Me dejó usar su baño alegando que él usaría el del pasillo. Por alguna extraña razón sé que ya está ahí.
Tú puedes, Raquel. Él prometió no tocarte. Si no querías...
Ese es el problema, que sí quiero. Sí quiero volver a besarlo, volver a sentirlo contra mí, y sé que no debo. ¿Por qué siempre el saber que no debemos hacer algo nos da más ganas de hacerlo? ¿Por qué dije que sí? ¿Por qué? Ahora estoy en la boca del lobo. Decidida, abro la puerta del baño y entro al cuarto.
La habitación está semioscura con solo una pequeña lámpara encendida. Su cuarto es grande, y está sorprendentemente ordenado. Mis ojos inquietos lo buscan por toda la habitación, y lo encuentran sentado en la cama, sin camisa, su espalda contra la cabecera de la cama. Una parte de mí esperaba que él ya estuviera dormido, pero está despierto y tiene una botella de tequila en la mano. Sus ojos encuentran los míos y me sonríe.
—Te queda bien mi camisa.
¡No sonrías así! ¿No ves que me derrites el corazón?
Devolviéndole la sonrisa, me quedo parada, sin saber qué hacer.
—¿Te vas a quedar parada ahí toda la noche? Ven. —Señala un punto junto a él.
Dudo y él lo nota.
—¿Me tienes miedo?
—Claro que no.
—Claro, claro, ven.
Lo obedezco sentándome a la orilla de la cama, poniendo tanta distancia como puedo entre nosotros. Él levanta una ceja, pero no dice nada.
—¿Qué te parece si seguimos jugando? —Levanta la botella, girando su cuerpo hacia mí.
—¿El juego de la piscina? —Él solo asiente—. Es tarde, ¿no crees?
—¿Te da miedo jugar conmigo?
—Ya te dije que no te tengo miedo.
—¿Entonces por qué estás a punto de caerte de la cama? No tienes que alejarte tanto, hice una promesa, ¿o no?
Sí, pero dijiste que no me tocarías si yo no quería; el problema es que sí quiero.
—Solo precaución.
—Como tú digas. —Él sube los pies en la cama para sentarse con las piernas cruzadas y yo hago lo mismo, quedamos frente a frente, la botella en medio—. Comienzas tú.
Pienso un poco y me decido por algo simple.
—Yo nunca he dormido con alguien del sexo opuesto en la misma cama sin hacer nada—. Y bebo. Lo veo a él vacilar, pero finalmente bebe. Él se aclara la garganta.
—Yo nunca he estado interesado en el mejor amigo o amiga de la persona que me gusta. —Él no bebe.
Lo miro sorprendida. ¿Acaso me está preguntando indirectamente si me gusta Marco? Marco es muy atractivo, pero no diría que estoy interesada, así que no bebo. El alivio es evidente en su cara.
—Yo nunca he tenido sentimientos por mi mejor amigo o amiga —digo y veo con tristeza como él se da un trago. ¿Tiene sentimientos por Samy? Me duele y de alguna manera quiero que a él también le duela, así que yo también bebo. Él parece sorprendido, pero el desafío en sus ojos es inminente. Él se pasa las manos por su pelo desordenado y húmedo.
—Creo que quiero que bebas. —Suena victorioso—. Yo nunca me he enamorado solo.
¡Auch! Eso arde.
Esa sonrisa de suficiencia que es característica de él aparece y trago para calmar mi estúpido corazón en pedacitos. En silencio, bebo. Con rabia levanto mi mirada hacia él.
—Yo nunca he fingido un orgasmo con un chico.
Su boca se abre y me observa beber. Su ego está lastimado, puedo verlo en la rabia de sus ojos. Sé que estoy mintiendo, pero ya no me importa nada. Ares toma la botella, pensando por un momento, y me preparo para que me destruya, sé que después de lo que dije solo tratará de herirme aún más.
Él me mira para hablar.
—Yo nunca he mentido cuando he dicho que alguien no me gusta. —Mis cejas se unen. ¿Acaso...?
Ares juega con el piercing en su labio inferior y bebe.
Yo me quedo petrificada mirándolo. ¿Estaba diciéndome que yo sí le gustaba y que había mentido cuando dijo que no? ¿O estoy pensando demasiado? O ya el tequila hizo efecto y terminó de emborracharme. Él me sonríe y pone la botella en medio. La tomo, y no sé qué decir.
—Pareces sorprendida. —Pone sus manos detrás de él, inclinándose hacia atrás, dejándome ver esos abdominales y sus tatuajes, y puedo ver claramente el que tiene en la parte baja de su abdomen, que es algo tribal y pequeño, muy delicado.
—No, es solo que... —Pauso jugando con la botella—. Estoy pensando en mi turno. —Mentira, mentira.
—A ver, sorpréndeme. —Se inclina hacia adelante de nuevo y se mueve para estar más cerca de mí, solo la botella separándonos.
Nerviosa, hablo.
—Creo que ya he tenido suficiente —me excuso, dándole la botella—. Es tarde, deberíamos dormir.
Él se muerde el labio inferior.
—Bueno, déjame el último turno a mí entonces, ¿sí?
—De acuerdo.
Ares me mira directamente a los ojos mientras habla.
—Yo nunca he tenido tantas ganas de besar de alguien como ahora.
El aire deja mis pulmones y él bebe, humedeciendo esos labios que amo, sus ojos bajando a mi boca, él me da la botella y no dudo al tomar un trago. En un abrir y cerrar de ojos, Ares está encima de mí, su boca encuentra la mía mandando mi consciencia por la ventana. Su beso no es tierno, es rudo, apasionado y me encanta. Sus suaves labios lamen, chupan. No puedo evitar gemir en su boca, y su lengua entra tentando, provocando. Él sabe a tequila y a chicle de fresa. Me agarro de su pelo besándolo con todo lo que tengo. Lo extrañé tanto, y solo ha pasado una semana. Él podría fácilmente volverse mi adicción.
Ares abre mis piernas para meterse entre ellas y dejarme sentirlo todo contra mí. Su mano sube por debajo de la camisa que llevo puesta acariciando la parte posterior de mis muslos. Sus dedos enlazan con el bóxer que llevo puesto y lo empujan hacia abajo. Él se despega de mis labios un momento para quitármelo por completo.
Y yo aprovecho para observar su hermoso rostro frente al mío y acariciarlo. Él cierra los ojos y yo me levanto un poco sobre mis codos para besar su cuello lentamente. Lo oigo suspirar. Su piel es tan suave y huele a jabón refinado.
Ares se levanta y mi piel se siente fría por la pronta falta de contacto. Él toma mi mano y me agarra hasta que estoy de pie frente a él. Sus manos rápidamente van al final de la camisa y me la quita por encima de la cabeza. Sus ojos observan cada parte de mi cuerpo desnudo haciéndome sonrojar y temblar de excitación.
Ares me toma de la cintura y me besa de nuevo, sentir su torso desnudo contra mis pechos me hace soltar un pequeño gemido. Él me empuja a la cama hasta que caigo sobre mi espalda, se sube encima de mí aún besándome y tocándome. Sus labios inquietos dejan los míos y bajan por mi cuello. Su lengua tan ágil como siempre lame deliciosamente mandando corrientes de deseo por todo mi cuerpo.
Luego baja a mis pechos y los ataca dejándome sin aliento. Esto es demasiado, giro la mirada mordiéndome los labios. Para mi sorpresa, Ares sigue bajando por mi estómago y eso enciende mis alertas.
—Ares, ¿qué estás haciendo? —pregunto mientras él abre mis piernas y me tenso.
Él levanta su mirada hacia mí.
—¿Confías en mí?
¡Dile que no! ¿No confías en él o sí?
Como una tonta enamorada, asiento.
—Sí.
Él sonríe sobre mi piel y sigue bajando. Yo miro al techo nerviosa. En el momento que su lengua hace contacto con el lugar en medio de mis piernas, arqueo mi espalda, con un fuerte gemido dejando mis labios.
—¡Oh, Dios! —Me agarro de las sábanas. Las nuevas sensaciones invadiéndome, ahogándome en placer.
Nunca nada se ha sentido tan bien, tan perfecto, sobre todo porque es con él. Ares se está llevando todas mis primeras experiencias y eso me gusta. Me hace sentir como que tenemos una conexión íntima y única. Ares se vuelve más agresivo con su lengua moviéndola de arriba abajo y luego en círculos y yo siento que ya no puedo más. Tapo mi boca con mi mano para callar mis ruidosos gemidos.
Ares estira su larga mano para tomar mi muñeca y destapar mi boca.
—No, déjame oírte gemir. Solo yo puedo hacerte perder el control de esta forma.
Me estremezco y él sigue su tortura hasta que siento que mi cuerpo va a explotar.
—¡Ares!
Su voz es ronca y sexy.
—Así, así, gime para mí, hermosa.
El orgasmo que me arrasa no tiene precedentes, arqueo mi espalda, mis manos van a su pelo para separarlo de ahí, todo se vuelve muy sensible. Mis piernas tiemblan, mi respiración es inconstante y acelerada. Ares se levanta frente a mí, lamiendo sus labios y es lo más sexy que he visto en mi vida.
Puedo verlo tan claramente, su pecho y su abdomen definido. Sus ojos brillando con deseo. Él baja sus shorts junto con sus bóxers dejándolos caer al suelo, dejándome contemplarlo completamente desnudo frente a mí. Es tan perfecto. Quiero sentirlo, todo de él.
Saca algo de su mesa de noche y yo me muerdo el labio inferior viéndolo ponerse el condón. ¡Oh, Dios! No puedo esperar a sentirlo de nuevo dentro de mí.
Él me toma de los tobillos y me lleva hasta la orilla de la cama, su mano toma mi mentón.
—¿Quieres sentirme? —Asiento—. Date la vuelta. —Obedezco, él me coge de las caderas y me alza hasta que quedo sobre mis manos y rodillas. La anticipación me mata mientras él me roza con su miembro, pero no me penetra.
—Ares, por favor.
—¿Por favor qué?
Él me ha vuelto tan atrevida.
—Por favor, te quiero dentro de mí.
Lo siento tomarme del cabello, y un grito deja mis labios cuando entra en mí de golpe. Arde y duele un poco, pero nada como la primera vez. Él no se mueve, como si estuviera esperando que me acostumbre.
—¿Estás bien?
—Sí. —Él comienza a moverse lentamente, aún me arde, pero la fricción comienza a sentirse deliciosa.
Unos minutos después, ya no siento ningún ardor, solo placer. Ares suelta mi cabello y se agarra de mis caderas para penetrarme aún más profundo, más rápido. El sonido de piel contra piel hace eco por todo el cuarto junto con nuestros gemidos. No pasa mucho tiempo cuando ambos colapsamos en la cama, uno al lado del otro. Nuestras respiraciones aceleradas haciendo que nuestros pechos suban y bajen rápidamente. Ares extiende su mano a la mesa de noche y toma la botella de tequila.
—Yo nunca he hecho venir a una chica con sexo oral. —Y da un trago.
No puedo evitar sonreír.
—Estás loco, Ares Hidalgo.
Sus ojos encuentran los míos.
—Tú me estás volviendo loco, bruja.
Él nos envuelve en sus sábanas, y acaricia mi mejilla tiernamente. De pronto el cansancio y el sueño me invaden, y estoy parpadeando, trato de mantenerme despierta pero el sueño me vence. Y me quedo dormida, desnuda en la cama del chico que acosaba desde las sombras hasta hace unas pocas semanas.
La vida de verdad es impredecible.