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LA CONFESIÓN

El juego concluyó y aún no he terminado de asimilar el hecho de que Ares Hidalgo me dedicó un gol. He pensado mil cosas en los últimos diez minutos, desde que lo hizo como broma o que tal vez él tiene una novia secreta a la que le dice bruja que no soy yo. Pero él me miró y me sonrió, a mí.

Estoy pensando demasiado.

No debo dejar que me afecte, no debo dejar que su gesto quebrante mi decisión de mantenerme alejada de él. Sí, me dedicó un gol y fue lo más lindo que ha hecho por mí, pero eso no debería ser suficiente, no después de todo el daño que me ha hecho.

Una parte de mí —la mayor parte— quiere correr a sus brazos, pero mi parte racional, la parte que ha recuperado su dignidad, no lo aprueba y decido escucharla. Aunque creo que mi firmeza viene más de una emoción nueva para mí: miedo. Miedo de que me haga daño otra vez, miedo de dejarlo entrar y salir herida una vez más. No podría soportarlo, así que no me arriesgo.

—Guao, fue emocionante. —Dani agrega, presionando su codo en mis costillas juguetonamente mientras caminamos tribunas abajo.

—Sí. —Apolo opina inocentemente—. Me encantó el juego, 3 a 0, ese portero se lo merecía después de lo que le hizo a mi hermano.

—Tenemos que celebrar. —Carlos intenta tomar mi mano, pero Dani como ninja experto le da un manotazo, evitándolo—. ¡Au!

—Te lo mereces —le digo, recordándole que no me gusta que me agarre sin permiso.

—Entendido —asegura Carlos.

Busco la mirada de Yoshi, quien está un poco serio. Eso es raro.

—Chicos, deberíamos ir a felicitar a los jugadores. —La idea de Apolo no suena muy buena en este momento. No quiero enfrentar a Ares. Una cosa es ser fuerte para mantenerme alejada y otra muy diferente es tenerlo frente a mí y alejarme.

Dani nota mi incomodidad.

—Nah, mejor vamos a la fiesta de celebración.

—¿Fiesta de celebración? —le pregunto, confundida.

Carlos me da una palmada en la espalda.

—¿No estás al día con los eventos sociales, princesa? La fiesta que celebra el equipo cuando gana.

Claro. ¿Cómo olvidar las infames fiestas de Las panteras? Solo he ido una vez y fue porque Daniel nos invitó. En la cancha somos uno, pero fuera de ella seguimos siendo de diferentes escuelas, y la verdad es que no nos agradamos mucho.

Vamos pasando por un lado de la cancha mientras caminamos al estacionamiento, no puedo evitar echar un vistazo a donde está el grupo de jugadores, hablando. Ares está ahí, completamente empapado en sudor, su cabello pegado a los lados de su cara como su uniforme a su cuerpo. ¿Cómo puede parecerme sexy todo sudado? Necesito ayuda profesional.

Su mirada encuentra la mía y me paralizo, dejo de caminar. Él me da una sonrisa pícara y toma el borde de su camiseta y se la quita por encima de la cabeza. Muchos jugadores andan sin camisa, así que nadie lo ve como algo del otro mundo, mis ojos bajan por su pecho y abdomen definido, donde la palabra bruja ya se ha desvanecido con el sudor. Me muerdo el labio.

No caigas, Raquel.

Odio mis hormonas.

Meneando mi cabeza, aparto la mirada y sigo mi camino. Solo alcanzo a dar unos pasos cuando me estrello con Yoshi.

—¡Au! ¡No te vi!

Yoshi solo toma mi mano.

—Salgamos de aquí.

Yoshi me arrastra hasta el estacionamiento, donde ya todos están en el coche de Dani, esperando por mí. Apolo ha tomado mi puesto en el asiento de copiloto, así que me toca atrás entre Yoshi y Carlos. Ambos huelen muy bien, me encanta cuando un chico huele bien. Ares huele divino.

¡Cállense, hormonas sin dignidad!

La casa de la fiesta está ubicada al este del pueblo, a unos diez minutos de mi hogar. La música se puede escuchar desde afuera, los bajos retumbando en las paredes del gigante lugar de dos pisos. Me sorprende ver tanta gente ahí, sí que se mueven rápido cuando se trata de una fiesta.

Mira quién habla.

Me reprocha mi consciencia mientras nos bajamos del auto y nos dirigimos a la entrada. Hay algunas personas alrededor del jardín con vasos plásticos en sus manos.

Al entrar, lucho con la necesidad de cubrir mis oídos, la música electrónica vibra por toda la casa, las luces están apagadas, solo alumbran el lugar unas lámparas tenues de colores, las cuales le dan un toque hippie. Me siento como en una fiesta electrónica en medio de un campo abierto. El DJ está en la sala, es un chico delgado de cabello largo y brazos tatuados, que luce concentrado en lo que está haciendo.

—¡Vamos por unas bebidas! —Dani me agarra de la mano para que no nos separemos entre la masa de gente.

La cocina está llena de gente, pero de alguna forma Dani se las ingenia para conseguirnos bebida a todos. Dándome un trago de lo que sea que haya en ese vaso plástico, no puedo evitar recordar la última vez que bebí en casa de Ares, cómo jugamos con el tequila, su sonrisa, sus besos.

No, no, Raquel.

Estoy aquí para distraerme, no para pensar en él.

Como si Dani leyera mi mente, habla.

—¡Vamos a bailar!

Nos vamos todos al centro de la sala que se ha convertido en la pista de baile y comenzamos a menearnos al ritmo de la música con los vasos en el aire. Por un segundo, dejo que mi mente vuele lejos de cualquier recuerdo del dios griego, bailo, bebo, me río con los movimientos locos de Carlos, con la cara sonrojada de Apolo cuando Dani se menea junto a él. Me siento libre de despecho y preocupaciones.

Yoshi toma mi brazo y me gira hacia él, le sigo la corriente, bailando con él, pongo mis brazos alrededor de su cuello y cometo el grave error de levantar mi mirada. Cuando sus ojos encuentran los míos, la intensidad en ellos me deja sin aliento. Él siempre me ha atraído y es la primera vez que lo tengo así de cerca.

Pillow talk, de Zayn Malik, suena de fondo, el ritmo suave y seductor hace que nos movamos lentamente el uno contra el otro. Sus manos se deslizan por mi cintura hasta quedarse sobre mis caderas. Mis labios se abren y él se lame los suyos, mojándolos. Quiero besarlo.

Estas sensaciones me toman por sorpresa. Yoshi aprieta mis caderas y se inclina hacia mí hasta que su frente toca la mía, su nariz rozando la mía. Cada momento que hemos compartido invade mi mente, todas las veces que me ha hecho sonreír, olvidar mis problemas, cómo siempre ha estado allí para mí. Él es mi mejor amigo y lo vi de esa forma hasta hace unos años cuando esa cara de niño inocente se transformó en la de un chico lindo, un chico al que me sentí atraída más de una vez, pero que jamás me atreví a hacer nada por miedo a perder su amistad.

Yoshi suspira, cerrando sus ojos.

—Raquel...

Me tenso ante la seriedad de su tono, Yoshi siempre me llama Rochi, él nunca usa mi nombre, solamente cuando está hablando de algo muy serio y delicado.

Con el corazón en la garganta, respondo.

—¿Sí?

—Me estoy muriendo por besarte.

Mi corazón se salta un latido y él observa mi reacción. Yo solo asiento, dándole mi consentimiento. Ya casi puedo sentir sus labios sobre los míos cuando cierro mis ojos. La cara de Ares aparece en mi mente, haciéndome dar un paso atrás. Yoshi me mira confundido, y estoy a punto de hablar cuando un chico con el micrófono nos interrumpe.

—¡Muy bien, chicos y chicas! Momento de darles la bienvenida a los jugadores.

Todo el mundo grita, alzando sus vasos. El equipo entra a la sala y ya todos bañados y muy bien vestidos. Ares es uno de ellos, con una camisa negra que le queda muy bien. El negro es un color que le favorece demasiado para mi gusto.

El chico a quien reconozco como el portero del equipo continúa:

—Primero que nada, démosle la bienvenida al capitán, quien nos regaló tres hermosos goles hoy.

—¡Ares! ¡Ares! ¡Ares! —Todo el mundo hace el coro y yo agacho la cabeza.

—Capitán —el portero le pasa un brazo por detrás de los hombros a Ares—, jugó como nunca hoy, pero también sabemos que le dedicó un gol a una chica.

—¡Sí! —La gente a mi alrededor grita.

—Creo que todos queremos saber quién es la afortunada bruja.

Una chica del público levanta la mano.

—¡Puedo ser tu bruja cuando quieras, guapo!

—¿Nos revelarás su identidad, capitán?

Ares se ríe, meneando su cabeza.

—Ella sabe quién es, y eso es suficiente.

—¡Buuuu! ¡Que nos diga! ¡Que nos diga!

Ares sacude la cabeza de nuevo y se va, el portero se encoge de hombros.

—Bien, dejemos de interrumpir la fiesta y ¡a disfrutar todo el mundo!

Con eso se va del lugar donde está el DJ. Su presencia hace que me sienta culpable por casi besar a Yoshi cuando sé que no lo soy. Ares no es mi novio, no le pertenezco y puedo besar a quien me dé la gana. Yoshi me toma de la mano y me arrastra a través de la gente.

—¡Ey! ¡Yoshi! —me quejo de su brusquedad.

Cuando salimos de la casa, me lleva hasta la acera, lo suficientemente lejos de la gente que aún sigue en el jardín.

Me suelta y puedo ver lo molesto que se ve.

—¿Qué pasa?

—Por favor, dime que no fue con él.

—¿De qué estás hablando?

—Dime que no perdiste tu virginidad con ese idiota.

Me quedo paralizada, sin saber qué decir.

—¡Raquel, dímelo! —me grita y yo bajo la cabeza—. ¡Ah! ¡Mierda! ¿Ares Hidalgo? ¿Ese idiota arrogante que trata a las mujeres como basura? ¿En qué estabas pensando?

—¡No estaba pensando! Yo solo... Él...

—¿Tú qué? ¿Tú qué?

—¡Me dejé llevar por mis sentimientos!

—¿Sentimientos? —Me doy cuenta del error que cometí al decir esa palabra—. ¿Estás enamorada de él?

Quiero decir que no, quiero gritar que no, pero las palabras se quedan en mi garganta. Yoshi luce tan decepcionado que me duele, me duele verlo así.

—Yoshi... Yo...

—Por supuesto que estás enamorada de él. —Se lleva las manos a la cabeza, y deja salir un largo suspiro de exasperación.

No sé qué decir, una oleada de sentimientos me invade. Nunca he estado tan confundida en mi vida, pero entonces él habla desconcertándome aún más, dejándome en blanco.

Él se muerde el labio inferior.

—Tú me gustas mucho, Raquel. Me encantas.

Todo se detiene, solo puedo mirar esos ojos de miel inundados por lágrimas.

—Siempre me has gustado, pensé que tú y yo terminaríamos juntos como un repetitivo cliché. —Una risa triste deja sus labios—. Supongo que era demasiado perfecto para ser real.

—Yoshi...

—Me voy. Dile a los demás, disfruta la noche con tu idiota.

—Yoshi... Espera...

Él no me escucha y comienza a caminar alejándose. Mi corazón late como loco en mi pecho, no quiero que se vaya, pero ¿qué hago si se queda? ¿Qué le digo? Pero entonces Yoshi se detiene a unos cuantos metros, y se gira hacia mí de nuevo. Lo observo sorprendida mientras camina hacia mí rápidamente.

Sus ojos llenos de determinación.

—¡A la mierda todo!

—Yoshi, qué...

Él toma mi cara con ambas manos y me besa.