25

LA CELEBRACIÓN

El beso de Yoshi me toma por sorpresa.

No solo por el hecho de que no me lo esperaba, sino porque, en el momento en que sus labios tocaron los míos, sensaciones agradables y nuevas invaden mi cuerpo. Su beso es suave y lento, puedo sentir cada roce de nuestros labios con tanto detalle que aprieto mis manos a mis lados. Él sabe a vodka y a algo dulce que no puedo descifrar, pero me gusta. Él chupa mi labio inferior, y luego me besa de nuevo, acelerando el beso un poco.

La parte pensante de mi cerebro desaparece y las hormonas toman el volante. Me permito disfrutar este beso, soy una chica soltera siendo besada por un chico lindo, no hay nada de malo en eso. Yoshi me toma de la cintura, apretándome más a él y yo enrollo mis manos alrededor de su cuello. Jamás imaginé que Yoshi besara tan bien. Nuestras respiraciones se aceleran, y su lengua acaricia la comisura de mis labios, haciéndome estremecer.

Alguien se aclara la garganta.

Y entonces es cuando recuerdo que estamos frente a la casa, a la vista de todo el mundo. Me separo de Yoshi, sin quitar mis manos de su cuello, y giro mi cabeza para mirar a la persona que se aclaró la garganta.

Marco.

Mi corazón se detiene, porque no está solo.

Detrás de él, a unos pasos, está Ares, con las manos en los bolsillos de sus pantalones, sus ojos sobre mí.

Oh, mierda.

Su cara porta un semblante vacío e indescifrable. ¿Está enojado? ¿Decepcionado? ¿Sorprendido? ¿O acaso simplemente no le importa? Jamás lo sabré por su expresión, que no me dice nada.

Mis manos bajan del cuello de Yoshi y caen a mis lados. Oh, el destino y sus crueles jugadas... ¿Cuáles eran las probabilidades de que Ares saliera de la casa en este preciso momento? Marco me da una sonrisa divertida, su tono burlón.

—No dejas de sorprenderme.

Ares mira hacia otro lado y comienza a caminar hacia nosotros.

—Vamos, no tenemos toda la noche. —Su voz es neutra, me recuerda a la primera vez que hablamos.

Ares se dirige en nuestra dirección y me pasa por un lado como si nada. De verdad, no le importa. ¿Por qué me duele tanto eso? ¿Por qué quiero que le importe? Marco me da una última sonrisa y lo sigue. Los veo dirigirse a la camioneta de Ares, que está estacionada en la calle, a sacar unas cajas de lo que parece cerveza.

Yoshi agarra mi mano.

—Tierra llamando a Raquel.

Dejo de mirar al estúpido dios griego y me enfoco en mi mejor amigo, el chico que acabo de besar. Mierda. ¡Qué noche!

—Lo siento, solo... Nada.

Yoshi solo acaricia mi mejilla.

—Si alguien tiene que disculparse aquí soy yo. Lo siento, sé lo que sientes por él, no espero que actúes como si no te importara de la noche a la mañana. —Él se acomoda sus lentes y no puedo evitar la sonrisa que invade mis labios. Yoshi es tan tierno y besa tan bien.

—Deberíamos entrar. —No quiero enfrentar a Ares de nuevo cuando regrese con esas cajas.

Yoshi asiente, su mano jugando con la mía.

—Sí, pero primero quiero que sepas que esto no es una cosa de una noche para mí. De verdad me importas, y quiero que lo intentemos.

—Tú también me importas, pero no quiero hacerte daño.

—Lo sé —me dice con una sonrisa—. Solo intentémoslo y, si no funciona, podemos ser amigos nada más, pero por lo menos sabremos que lo intentamos.

—Yo...

—Solo piénsalo, ¿ok? No tienes que responder ahora.

Solo asiento y lo agarro para que me siga.

—Está bien, ahora vámonos, Casanova.

Yoshi se ríe, pero juntos vamos dentro de la casa de nuevo.

 

***

 

Suelo subestimar la capacidad que tiene el alcohol de emborrachar a la gente en poco tiempo. Todos estamos bastante alegres, por así decirlo, pero Carlos ya pasa el punto de no retorno. Está inconsciente en uno de los sofás de la casa, babeándose un cojín floreado. Apolo, siendo el chico lindo que es, le revisa la respiración cada cierto tiempo en su preocupada inocencia.

La estoy pasando muy bien, y por momentos logro olvidarme por completo de Ares. Pero mientras más bebo, más pienso en él. No sé si es un efecto secundario del alcohol, pero no puedo evitarlo y me molesta. No quiero pensar en él, no quiero escanear la sala de vez en cuando a ver si lo veo, no quiero preguntarme qué está haciendo y con quién está.

Él no me importa, él no me importa, me repito en mi mente una y otra vez. Dani le da un beso en la mejilla a Apolo, diciéndole que es muy lindo y él solo se sonroja, bajando la cabeza. Yo meneo la cabeza y entonces mis ojos lo ven. Ares pasa por la sala al lado de una morena alta, de cuerpo esbelto y cabello ondulado. Él ni siquiera mira a su alrededor, solo sigue su camino a través de la gente hasta que alcanza las escaleras y comienza a subirlas, la chica y él riendo abiertamente.

Siento un vacío en mi estómago, como si todo el aire hubiera dejado mi cuerpo y duele. Sé lo que la gente sube a hacer en esos cuartos, y, por la mirada que la morena le está dando, ella le tiene muchas ganas. Los celos me carcomen, y entonces me doy cuenta de que a él de verdad no le importo, porque de solo verlo con esa chica siento como si el corazón me fuera a explotar, e imaginarlo besándola me revuelve el estómago. Él me vio besándome con Yoshi y no le importó, ni siquiera se vio sorprendido.

Esa es la gran diferencia entre él y yo.

Yo siento de todo y él no siente nada.

Estoy enamorada sola, siempre ha sido de esa forma con él.

Entonces, ¿qué hago torturándome de esta forma? Debo sacarlo de mi mente, de mi corazón, necesito olvidarlo. Ya no quiero sentirme de esta forma, ya no quiero sentirme herida, defraudada. Tomo el vaso de Yoshi y me tomo todo el trago hasta dejar el vaso completamente vacío. Todos me miran sorprendidos. Tanto alcohol de un solo golpe me marea por un segundo, pero pasa, agarro el vaso de Dani y hago lo mismo y ella me detiene a la mitad.

—¡Ey, calma, no hay apuro!

Le devuelvo su vaso, respirando agitadamente después de beber tanto de un golpe.

—Lo siento, me emocioné.

Ella me da una mirada escéptica.

—¿Estás bien?

Una sonrisa forzada llena mis labios, la imagen de Ares con la chica plasmada en mi mente.

—Estoy superbién.

Mis orejas se calientan, así como mi cara. ¿Recuerdan las cualidades del alcohol? Sintiéndome valiente, tomo la mano de Yoshi y me levanto, obligándolo a levantarse conmigo.

—Ey, ¿qué pasa? —Yoshi me dice sorprendido.

—Ya venimos —le digo a Dani y a Apolo, empujando a Yoshi detrás de mí.

Subir las escaleras es más difícil de lo que parece, sobre todo si el mundo está dando vueltas a tu alrededor. Me agarro fuerte de la baranda, y con la otra mano sigo empujando a Yoshi, que suelta una risita, confundido.

—¿Adónde vamos, Rochi? —me pregunta cuando alcanzamos el final de las escaleras y nos encontramos con un pasillo oscuro lleno de puertas a ambos lados.

—A divertirnos, como él, como todo el mundo —digo rápidamente, y Yoshi está tan borracho que no se da cuenta.

Inevitablemente, imagino a Ares detrás de una de esas puertas, besándose con esa morena, sus manos tocándola, haciéndola llegar a un orgasmo delicioso. Mi estómago se revuelve y me dan arcadas. Me tambaleo a través del pasillo con Yoshi siguiéndome. Escojo una puerta al azar porque sé que el destino no será tan cruel como para hacerme entrar en la habitación en que está Ares.

Es un cuarto pequeño con una cama individual, no me molesto en encender la luz. La claridad de afuera ilumina suficiente como para ver todo. Agarro a Yoshi por la camisa y lo lanzo en la cama. Cierro la puerta, riéndome como tonta, jugando con la orilla de mi camisa.

—Yoshi...

Yoshi solo murmura.

—¿Qué estás haciendo, Rochi?

—¿Tú qué crees? —Trato de moverme seductoramente hacia la cama, pero me tambaleo tanto que tengo que sostenerme en la pared.

Yoshi solo levanta la mano de la cama para mover su dedo en señal de no.

—No, Rochi, estás borracha, así no.

—Tú también estás borracho, tonto.

Me enfoco en tratar de quitarme la camisa por encima de la cabeza, pero no pasa de mi cuello, me enredo y me estrello contra la pared, y me caigo. Me levanto tan rápido como puedo, aún tambaleante.

—¡Estoy bien!

Pero Yoshi no me responde, solo escucho un ruidoso ronquido. Yo le doy una mirada mortal, bajando mi camisa a su lugar.

—¿Es en serio?

Gruño en frustración, y le pellizco la pierna.

—¿Yoshi? ¡Vamos, despierta! ¡Yoshi!

Otro que cayó en la inconsciencia.

Borracholandia debe estar a full esta noche.

Frustrada, salgo de la habitación y me recuesto en la puerta. Veo una luz al final del pasillo, y no, no estoy muerta. Pero igual, sigo la luz. Decir que escucho todo tipo de cosas mientras cruzo ese pasillo es poco. Me encuentro frente a una puerta de marcos blancos con cuadrados de vidrio, y la abro porque de ahí proviene la luz.

Es un balcón y está vacío.

O eso creo hasta que cierro la puerta detrás de mí y puedo ver a alguien recostado sobre la baranda del balcón a mi derecha, el humo de cigarro subiendo por encima de él. Solo puedo ver su espalda, pero sé que es él, y mi corazón también lo sabe y late como el idiota masoquista que es.

Ares.

No me muevo, mi boca está seca, mi lengua se siente pesaba, pero eso creo que es por el alcohol. Él me mira por encima de su hombro y no parece sorprendido de verme, ninguna expresión en su rostro, como pasó hace unas horas. Apretando mis manos a mis lados, me enfrento al estúpido dios griego que ha atormentado mis pensamientos toda la noche.

Mi primer instinto es huir.

No sé por qué, después de estar toda la noche pensando en él, buscándolo con la mirada por toda la fiesta, ahora que lo tengo a unos pasos de mí, quiero huir.

¿Quién me entiende?

Ares ni siquiera se ha molestado en girarse para mirarme completamente y aun así logra acelerar mi respiración y mi corazón. Su sola presencia es imponente y la tensión en el balcón es demasiada para mí. Como cobarde, me giro hacia la puerta de nuevo, pero antes de que pueda tocar su pomo él se mueve en pasos rápidos y se atraviesa en mi camino, bloqueándola.

Siempre se me olvida lo alto que es, lo hermosa y perfecta que es cada facción de su cara, y la intensidad de sus ojos. Bajo la mirada, retrocediendo, pero Ares se mueve conmigo, obligándome a retroceder hasta que mi espalda choca con la baranda del balcón.

—¿Huyendo? —Su voz es fría y me hace estremecer.

—No. —Meneo la cabeza, y me mareo un poco.

Mantengo mis ojos en su pecho, ni siquiera la valentía que me brinda el alcohol es suficiente para enfrentarlo. El olor de su colonia golpea mi nariz y lucho para no cerrar los ojos e inhalar exageradamente.

Extrañaba su olor, su presencia y la capacidad que tiene de hacerme sentir de todo sin ni siquiera tocarme.

—Mírame —ordena, pero me rehúso a hacerlo—. Mírame, Raquel.

De mala gana, obedezco; el océano infinito de sus ojos se ve espléndido bajo la luz de luna. Sin querer, mi mirada baja a sus labios, que lucen húmedos, y noto que su piercing no está.

Me aclaro la garganta.

—Yo... debo irme. —Intento hacerme a un lado para pasarlo, pero él pone ambos brazos contra la baranda encerrándome.

—¿Qué haces aquí arriba? —me presiona—. ¿Viniste a buscarme?

—Claro que no, el mundo no gira a tu alrededor.

Él me da esa estúpida sonrisa de suficiencia que amo-odio.

—El mundo, no. Pero tú sí.

Su arrogante afirmación me molesta, y lo empujo, pero él no se mueve.

—¡Quítate! —Lo empujo de nuevo sin éxito alguno.

—¿Por qué? ¿Te pongo nerviosa?

Retiro la mirada, fingiendo desinterés.

—Claro que no.

—Entonces, ¿por qué estás temblando?

No sé qué decir, así que solo miro hacia otro lado.

—Estás temblando y ni siquiera te he tocado, y no te preocupes, tampoco lo haré.

¿Por qué? Casi lo pregunto en voz alta, pero no lo digo. Él está fuera de mi vida, tengo que mantener mi palabra esta vez.

El silencio reina entre nosotros y me atrevo a levantar la mirada, su expresión impasible como siempre. ¿Cómo hace para no sentir nada? ¿Cómo hace para tenerme así de cerca y no demostrar una sola emoción? Mientras yo me estremezco, luchando para mantener mis sentimientos en control, él está tan normal, tan tranquilo. Entonces, ¿por qué no me deja irme si no le importo? ¿Por qué está bloqueando mi camino?

Y entonces una marea de emociones me invade. Ares me ha herido mucho, pero tampoco parece querer salir de mi vida, ya sea porque soy un juego para él o qué sé yo. Pero ya estoy cansada de estar dando vueltas, de esperar de él lo que jamás me dará. A él no le interesa estar conmigo, él no ha luchado ninguna de las veces que le dije que lo sacaría de mi vida.

Y la verdad, asumo parte de la culpa. Él fue honesto conmigo desde el principio, me dijo lo que quería y se lo di, voluntariamente. El recuerdo de aquel día en su cuarto de juegos llega a mi mente. Su cara impaciente, esperando que me fuera. Su mano ofreciéndome el teléfono, cual paga por mis servicios.

Apretando mis manos, empujo su pecho una vez.

—¡Déjame ir! ¡Quítate! —Él se mueve a un lado y me alejo de él. Me tambaleo en dirección de la puerta del balcón, mi estómago se retuerce.

No, no ahora, no vomites ahora, Raquel, no es el momento.

Me mareo tanto que me agarro de una silla de metal al lado de la puerta. Y caigo sentada sobre ella. Sudor frío baja por mi frente.

—No me siento muy bien.

Ares aparece a mi lado en un segundo.

—¿Qué esperabas? Bebiste demasiado.

No sé cómo él logra entender mis balbuceos.

—¿Cómo sabes que bebí dema...?

Vomito.

Sí, señoras y señores, vomito gloriosamente frente al chico del que estoy enamorada. Esto califica claramente como el momento más desagradable y embarazoso de mi vida.

Ares sostiene mi cabello mientras vomito horriblemente sobre el suelo de madera del balcón. Lágrimas brotan de mis ojos por el esfuerzo de cada arcada. Cuando termino, siento como si me hubiera tomado otra botella de alcohol entera. Ni siquiera puedo mantener mi cuerpo, soy como una muñeca de trapo.

Al parecer, vomitar me emborracha más. Siempre pensé que sería lo contrario. De ahí en adelante, todo se vuelve tan borroso y la voz de Ares tan lejana.