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LA PRÁCTICA DE FÚTBOL

—¿Que tú qué? —Daniela, mi mejor amiga de la infancia, casi escupe su refresco en mi cara. Estamos en el café más popular del pueblo.

—Sí, exactamente lo que oíste —suspiro, jugando con el sorbete de mi jugo de naranja. Daniela sonríe ampliamente como si hubiera ganado la lotería. Su pelo negro cae a los lados de su cara, tiene ese tipo de pelo que si no lo peinas igual se ve bien. ¡Qué envidia! De la buena, por supuesto.

Daniela ha estado a mi lado desde que recuerdo, nuestra amistad empezó en el jardín de infancia cuando ella metió un lápiz en mi oído. Sí, fue un inicio poco convencional para una amistad de toda la vida, pero así somos nosotras, poco convencionales y alocadas. De alguna forma, nos amoldamos la una a la otra de una manera perfecta y sincronizada. Si eso no es una amistad eterna, entonces no sé lo que es.

Dani mantiene esa tonta sonrisa en su cara.

—¿Por qué pareces tan desanimada al respecto? Estamos hablando de Ares, tu amor frustrado desde que tenías siete o algo así.

—Ya te dije cómo me trató.

—Pero te trató, Raquel, habló contigo, notó tu presencia en este mundo. Eso es un comienzo, mucho mejor que solo verlo desde lejos como una acosadora.

—¡Yo no lo acoso!

Dani pone los ojos en blanco.

—¿En serio? ¿Tratarás de negármelo a mí que te he visto acosarlo desde las sombras?

—Claro que no, es pura casualidad que lo vea a lo lejos cuando ando caminando por el pueblo.

—¿Caminando por el pueblo o escondiéndote detrás de un arbusto?

—En fin. —Corto el tema porque no me conviene—. Se supone que tienes que ayudarme, necesito encontrar una forma de evitar que use mi wifi, no quiero que se salga con la suya.

—¿Por qué no cambias la clave?

—¿Para que vuelva a hackear mi compu? No, gracias.

Dani saca su compacto de maquillaje y se ve en el espejo, acomodando su cabello.

—La verdad es que no sé qué decir, nena. ¿Y si le pedimos ayuda a Andrés?

—¿Estás de broma? Y, por última vez, Dani, es André, sin s.

—Da igual. —Saca su labial y empieza a pintarse los labios de un rojo bastante llamativo—. Él es bueno en cosas de computación, ¿no? Por algo es el nerd de la clase.

—¿De verdad tienes que hacer eso aquí? No estamos en tu casa —comento, aunque sé que pierdo mi tiempo—. Y sí, supongo que él sabe de eso, él ayudó a Francis en su proyecto de computación.

—Ahí lo tienes. —Dani guarda su maquillaje y se levanta—. ¿Ves como siempre te consigo soluciones? —Abro mi boca para hablar, pero ella continúa—. Es más, ¿sabes cuál es mi consejo para esto?

—¿Que lo supere?

—Sí, pierdes tu tiempo, de verdad.

—Es que él es tan... —suspiro— perfecto.

Dani ignora mi declaración.

—Tengo que ir al baño, ya vuelvo.

Se da la vuelta y se aleja, ganándose unas cuantas miradas de unos chicos cuando pasa al lado de sus mesas. Dani tiene un gran talento para arreglarse, también ayuda que tiene un cuerpo esbelto y que es alta. Puedo decir que mi mejor amiga es una de las chicas buenas de mi colegio.

Juego con mi sorbete, al terminar mi jugo de naranja. Hace un calor infernal, pero me regocijo en él. No quiero que el verano termine porque eso significa clases y, para ser honesta, mi último año de preparatoria me asusta un poco.

Ares invade de nuevo mi mente, y me permito recordar su voz junto con esa sonrisa arrogante de la noche anterior. Yo sabía que él no tenía la mejor personalidad del mundo, cuando lo he observado me he dado cuenta de lo frío y meticuloso que es haciendo las cosas. Es como si fuera un robot, incapaz de sentir. Una parte de mí tiene la esperanza de que yo esté equivocada y que en realidad él sea dulce por dentro o algo así.

La alarma de mi teléfono suena y la reviso: práctica de fútbol. Una sonrisa se forma en mis labios. Es de conocimiento público que todos los martes y jueves, a las cinco de la tarde, el equipo de la preparatoria de Ares tiene práctica de fútbol en una cancha pública cerca de mi vecindario.

Guardo mi celular en el bolso y pago la cuenta. Me recuesto en la pared frente al baño para esperar a Dani, muevo mis pies impaciente hasta que mi mejor amiga se digna a salir.

Dani alza una ceja.

—Pensé que cenaríamos aquí.

—Práctica de fútbol.

—¿Estás diciéndome que me abandonarás aquí por irte a ver a un montón de chicos hermosos y atractivos posiblemente sin camisa? —me pregunta, pero sé que bromea.

—¿Quieres ir?

—No, acosar chicos desde la distancia no es lo mío, soy más de acción con dichos chicos y lo sabes. —Me guiña un ojo.

—Deja de restregarme tu experiencia —finjo sonar dolida.

—Deja de ser virgen. —Me saca la lengua.

—Quizás ya no lo sea. —También le saco la lengua.

—Sí, claro, deja de guardarle tu virginidad a ese amor platónico tuyo.

—¡Dani! Yo no estoy guardándole nada.

Ella desvía su mirada.

—Claro, claro, vete. Dios no permita que pierdas la oportunidad de verlo sin camisa por mi culpa.

—Él nunca se quita la camisa —murmuro.

Dani se ríe.

—Es que te tiene muy mal, chica mala.

—¡Dani!

—Ya me callo. Vete, cenamos otro día, no te preocupes.

Con mis mejillas en llamas, salgo del café y camino en dirección de la cancha. Dani está loca, siempre habla de esa manera para incomodarme. Aunque no tenga experiencia con los chicos, sé lo que hay que saber sobre sexo. Aun así, no puedo hablar al respecto sin sonrojarme un poco.

Después de llegar a la cancha, compro mi malteada de piña —mi favorita—, tomo mis lentes oscuros, agarro la capucha de mi chaqueta para cubrir mi cabello y me siento en las tribunas frente al campo de fútbol a disfrutar la vista. Otras cuatro chicas y yo somos las únicas en el lugar.

Los chicos llenan el campo haciendo los estiramientos de rutina. Aunque este es el equipo de fútbol de la prestigiosa escuela de Ares, se ven obligados a practicar aquí durante el verano. Ares trota alrededor de la cancha, lleva puestos unos shorts negros y una camiseta verde con el número 05 en su espalda. Su pelo negro se mueve con el viento mientras trota. Lo observo como tonta y se me olvida nuestra interacción de anoche.

¡Es tan lindo!

Cuando la práctica termina, el cielo retumba con un fuerte trueno y, sin aviso previo, empieza a llover. Frías gotas de lluvia caen sobre mí; maldigo para mis adentros y aprieto la capucha de mi chaqueta sobre mi cabeza. Corro tribunas abajo y paso el estacionamiento rápidamente, los chicos están por salir, así que corro el riesgo de que Ares me vea. En mi apuro por salir de ahí me estrello contra alguien de manera estrepitosa.

—¡Au! —Me toco mi nariz, alzando la vista. Es uno de los chicos del equipo, un moreno alto de ojos claros que parece salido de una serie de televisión.

—¿Estás bien?

Asiento con la cabeza y le paso por un lado para seguir caminando. Y entonces ocurre, escucho la voz de mi amor frustrado de toda la vida.

—¿Qué estás haciendo aquí parado bajo la lluvia? —Oigo a Ares preguntarle al moreno detrás de mí.

—Me tropecé con una chica muy extraña, llevaba lentes de sol con esta lluvia.

«Extraña, tu abuela», pienso, y trato de oír la respuesta de Ares a través de la lluvia, pero ya me he alejado. Eso estuvo cerca.

Camino lo más rápido que puedo, y suspiro en alivio cuando veo la salida de la cancha. Cruzo a la derecha para seguir mi camino hasta mi casa. La lluvia es fuerte, pero no veo nada donde pueda cubrirme, ni siquiera una parada de autobús. Escucho voces y por instinto me meto en un callejón. Con la espalda contra la pared, me atrevo a echar un vistazo a la calle.

Ares está charlando con unos chicos del equipo, todos tienen paraguas, por supuesto. ¡Debí revisar el pronóstico del clima!

—¿Seguro que no quieres ir con nosotros? —El moreno con el que me estrellé antes pregunta insistente.

Ares menea su cabeza.

—No, tengo cosas que hacer en casa.

Sus amigos se alejan y Ares solo se queda ahí parado bajo la lluvia como esperando algo. Entrecierro mis ojos, ¿a qué está esperando?

Ares decide moverse y para mi sorpresa no toma la dirección a su casa, sino el sentido contrario. ¿Les mintió a sus amigos? La curiosidad me hace tomar una mala decisión: seguirlo.

Cada vez está más oscuro, y nos alejamos del centro del pueblo, adentrándonos en calles más solitarias. Esta es una mala idea. ¿Qué se supone que estoy haciendo? Nunca lo he seguido antes, pero me interesa saber por qué les mintió a sus amigos, aunque, honestamente, eso no es mi problema.

Ares no duda en sus pasos como si supiera exactamente adónde va. Pasamos un pequeño puente de madera y la brisa fresca de la noche se hace presente mientras las nubes oscuras se tragan lo que queda de luz de sol. Me abrazo y humedezco mis labios. ¿Adónde planea ir en esta oscuridad?

Ya no puedo ver la carretera, solo un camino de tierra que nos lleva dentro del bosque. Mi confusión crece aún más porque sé que en este lugar no hay nada más que árboles y oscuridad. Ares se salta una cerca pequeña del lugar que menos espero ver: el cementerio del pueblo.

¿Qué demonios? Ni siquiera sabía que por aquí se podía llegar al cementerio del pueblo. ¿Y qué hace él aquí? Oh, no. Mi imaginación vuela como loca de nuevo: él es un vampiro y viene aquí a reflexionar sobre si matar o no a su próxima víctima. O peor aún, sabe que lo estoy siguiendo y me trajo hasta aquí para chupar mi sangre hasta dejarme seca.

No, no, no, yo no puedo morir virgen.

Dudosa, me salto la pequeña cerca. No puedo creer que lo esté siguiendo dentro del cementerio. ¡Bendita curiosidad!

Decir que el cementerio se ve horriblemente tenebroso es poco, las nubes negras que aún ocultan un semioscuro cielo junto con los pequeños relámpagos que alumbran las tumbas hacen que me sienta en una película de terror.

Siendo la estúpida que soy, sigo a mi amor platónico a través de tumbas y árboles secos que se mueven con el viento. Quizás él viene a visitar a alguien, pero en la familia de Ares no hay muertes que yo recuerde. Créeme, en un pueblo pequeño te enteras de todo, y todo el mundo sabe todo.

Ares comienza a caminar más rápido y lucho por alcanzarlo manteniendo una distancia prudente. Entramos a un área de mausoleos, que parecen pequeñas casas para aquellas personas que ya no están con nosotros. Ares dobla en una esquina y me apuro en seguirlo, pero, cuando cruzo la esquina, ya no está.

Mierda.

Manteniendo la calma, atravieso ese pequeño camino entre mausoleos, pero no lo veo por ninguna parte. Trago grueso, mi corazón late como loco en mi pecho. Unos relámpagos seguidos de un trueno me hacen saltar del susto. Yo sabía que esta era una muy mala idea. ¿Cómo se me ocurre seguirlo al cementerio mientras anochece? Me doy la vuelta, tratando de seguir los pequeños caminos entre tumbas por donde entré. Necesito salir de aquí antes de que una de estas almas decida venir por mí.

Esto me pasa por curiosa, me lo merezco. Otro relámpago, otro trueno, ya mi pobre corazón está al borde del colapso. Voy pasando por el frente de una cripta y escucho ruidos extraños.

Mierda, mierda, mierda.

No me voy a quedar a averiguar quién es o qué es. Me apresuro casi corriendo, pero, por supuesto, como soy torpe cuando estoy asustada, me tropiezo con una raíz de un árbol y caigo sobre mis manos y rodillas. Me siento sobre la parte de atrás de mis muslos sacudiendo mis manos cuando lo siento: algo o alguien detrás de mí, una sombra se refleja en el camino delante de mí, una sombra sin forma.

Y grito, tan fuerte que mi garganta arde después de ello. Me levanto deprisa en pánico y me giro para empezar a rezar en defensa y entonces lo veo a él.

Ares.