30

LA DECEPCIÓN

—Necesito que seas mi freno de mano.

Dani me da una mirada extrañada.

—¿Tu qué?

—Mi freno de mano..., como el que tienen los coches, que me detengas cuando pierda mis frenos que, en este caso, vendrían siendo mi autocontrol...

—Para. —Dani me interrumpe—: Primero que nada, esa es la peor analogía que has hecho y créeme que has hecho muchas malas. —Yo abro mi boca para opinar, pero ella sigue—: Segundo, quieres que te detenga cada vez que le quieras abrir las piernas a Ares, ya, entendido. Sin tanto rodeo y analogías sin sentido.

—Mis analogías son las mejores.

Ella mueve los ojos, levantándose. Estamos en su cuarto, vinimos a charlar después de la escuela. Es lunes y el comienzo de semana me ha dado duro, me siento tan agotada. ¿Por qué tengo que estudiar? ¿Por qué?

Porque necesitas un futuro, casi puedo escuchar la voz gruñona de mi mamá en mi cabeza. Dani regresa a la cama con su teléfono en su mano.

—Ya me sé toda la historia de Ares, pero hay algo que no entiendo.

—¿Qué?

—Hoy estuviste evitando a Yoshi en la escuela como si tuviera la plaga. ¿Por qué?

Me dejo caer hacia atrás en la cama, aún abrazando la almohada.

—Esa parte del fin de semana puede que la haya omitido.

Dani se deja caer junto a mí y vuelve su cara para mirarme.

—¿Qué pasó?

Yo observo el techo por un momento, sin decir nada, y Dani parece entender todo.

—¿Por fin te dijo que le gustas?

Giro mi cabeza hacia ella tan rápido que me duele el cuello.

—¿Tú lo sabías?

—Todo el mundo lo sabía menos tú.

La golpeo con la almohada.

—¿Pero qué...? ¿Por qué no me lo dijiste?

—No era mi secreto para revelar.

Vuelvo a mirar al techo.

—Bueno, esa noche me lo dijo y él... me besó.

—¡Ohhh! —Dani se sienta en la cama de un brinco—. ¡Eso no me lo esperaba! ¿Cómo fue? ¿Te gustó? ¿Le respondiste el beso? ¿Usó lengua? ¿Qué sentiste? ¡Detalles, Raquel, detalles!

Yo pongo los ojos en blanco, sentándome también.

—Fue... bien.

Dani levanta una ceja.

—¿Bien? ¿Eso es todo?

—¿Qué quieres que te diga? Él... Él siempre ha estado ahí y yo... llegué a sentir cosas por él de manera platónica. Jamás esperé gustarle... y besarlo fue rico, pero fue... irreal. No sé cómo explicarlo.

—Te gustó, pero no fue tan alucinante como es cuando besas a Ares.

—Fue diferente...

—Estás perdida, Raquel. Estás tan enamorada de Ares.

Bajo la cabeza sin poder negarlo. Dani pasa su brazo sobre mis hombros para darme un abrazo de lado.

—Está bien. Sé que da miedo sentir tanto por alguien, pero todo estará bien.

—No sé qué decirle a Yoshi.

—La verdad, dile que en estos momentos no estás lista para intentar nada con nadie. Tienes sentimientos por otra persona y tal vez no sean correspondidos, pero eso no quiere decir que puedes dejar de sentir de pronto. Dile que no quieres usarlo.

—No debí responderle el beso.

—Y yo no debí comerme esa hamburguesa tan tarde, pero todos cometemos errores.

Yo me echo a reír, separándome de ella.

—¿Comiste hamburguesa sin mí?

Su teléfono suena con un mensaje. Ella, emocionada, lo revisa, y una sonrisa tonta llena sus labios.

—Ok, esa sonrisa es sospechosa.

Ella se aclara la garganta.

—Claro que no.

—¿Con quién estás hablando?

Ella pone su teléfono con la pantalla hacia abajo en su regazo.

—Solo un amigo.

Lucho con ella y le arranco el celular de las manos. Intento leer los mensajes, pero ella me ataca, así que corro fuera del cuarto. Descalza, corro por el pasillo y me encuentro a su hermano Daniel en las escaleras, que viene con el uniforme de su escuela.

—Raquel, ¿qué...?

Escucho la voz de Dani a lo lejos del pasillo.

—¡Daniel! ¡Detenla!

Corro aún más rápido escaleras abajo y al llegar al final me paro en seco. Me detengo tan abruptamente que casi me caigo hacia adelante.

Ares.

Él está igual de sorprendido al verme.

Lleva puesto el fino uniforme negro de su escuela, al igual que Daniel. Está sentado en el sofá, con los codos sobre sus rodillas, inclinado hacia adelante.

Reacciona, Raquel.

Recobro la compostura y le doy una sonrisa amable.

—Hola.

Él me devuelve la sonrisa, pero no es solo amable, es esa sonrisa encantadora que tiene.

—Hola, bruja.

Y allá va mi corazón a latir como loco.

—¡Raquel! —Dani aparece detrás de mí y se congela como yo cuando ve a nuestra inesperada visita—. Ah, hola, Ares.

Ares solo le sonríe.

Daniel vuelve para salvar la incómoda situación.

—Aquí están los apuntes. —Le pasa un cuaderno a Ares.

Su sola presencia causa estragos en mí. Ares le da la mano a Daniel.

—Gracias, ya me voy. —Sus ojos caen sobre mí y yo trago grueso—. ¿Tú aún no te vas, Raquel?

—¿Yo?

—Podría llevarte si quieres.

Esos ojos hermosos...

Esos labios...

Quiero gritarle que no y rechazarlo, pero las palabras se atoran en mi garganta. Dani se pone frente a mí.

—No, ella no se va todavía, vamos a terminar unas cosas.

Yo la miro confundida y ella me dice por lo bajito:

—Freno de mano.

Eso me hace sonreír.

Ares me da una última mirada antes desaparecer por la puerta principal.

—Guao, eso fue interesante. —Daniel comenta, girándose hacia nosotras—. Qué tensión.

Dani asiente.

—Tensión sexual fuertemente, mano. Yo creo que quedamos embarazados todos.

Daniel se ríe y yo les doy una mirada asesina.

El celular en mis manos suena con un mensaje y recuerdo lo que estaba haciendo antes de que llegara el dios griego y me revolviera todo. Corro escaleras arriba, con Dani persiguiéndome. Me encierro en el baño de su cuarto, lo cual me hace sentir estúpida porque debería haber hecho eso desde un principio.

Revisando los mensajes, mi boca casi cae al suelo.

Son de Apolo. Al parecer, llevan tiempo hablando, se dan los buenos días y las buenas noches.

—Puedo explicarlo.

Yo me río a carcajadas.

—¿Apolo? Oh, Dios, amo el karma de verdad.

Dani cruza los brazos sobre su pecho.

—No sé en qué estás pensando, pero estás equivocada.

—¡Estás coqueteando con él! ¡Te gusta!

—¡Claro que no! ¿Ves? Por eso no te lo quería decir, porque sabía que tendrías la idea equivocada, es un niño.

—No es un niño, Dani, y lo sabes, pero te gusta incitarlo a que te pruebe que es un hombre —le digo cogiéndola por los hombros—. Y que te agarre y te bese tan apasionadamente que tus panties caigan al suelo.

Ella abofetea mis manos, quitándolas de sus hombros.

—Deja de inventar. Él no me gusta, fin del tema.

—Un mes.

—¿Qué?

—Te doy un mes para que llegues con la cabeza baja y me digas que caíste con él. No es fácil negarse a los Hidalgo, créeme.

—Me niego a seguir hablando de esto.

—Pues no hables, solo escucha —le digo poniendo mis manos sobre la cintura—. Él no es un niño, solo eres dos años mayor que Apolo. Y él es muy maduro para su edad. Si te gusta, ¿por qué prestarles atención a los prejuicios? ¿No has escuchado que en el amor no hay edad?

—Sí. ¿Sabes a quién escuché decir eso? Al pedófilo de la esquina.

—No seas exagerada.

—Solo... olvidemos eso.

—No tienes que mentirme a mí. Lo sabes, ¿no? Puedo ver a través de ti con tanta claridad.

—Lo sé, solo no quiero decirlo... No quiero hacerlo real.

—Ay, mi querida freno de mano, ya es real.

Dani me lanza una almohada y luego parece recordar algo.

—¡Ah! Mira, encontré el viejo teléfono que te dije.

Me pasa un teléfono pequeño, la pantalla es de luz verde y solo se ve la hora. Dani suelta una sonrisa nerviosa.

—Solo sirve para llamadas y mensajes, pero algo es algo.

—¡Está perfecto!

Por lo menos, podré comunicarme, aunque una parte de mí se siente triste por haber perdido mi iPhone. Trabajé tan duro y tantas horas extras para ahorrar y comprármelo. Recuerdo las palabras de Ares cuando fui a devolverle el teléfono:

Sé que lo compraste tú, con tu dinero, de tu trabajo duro. Lamento no haber podido evitar que te lo quitaran, pero puedo darte otro. Déjame dártelo, no seas orgullosa.

Su gesto fue tan lindo.

Y luego fue tan idiota.

Nunca pensé que podría existir alguien que pudiera ser las dos cosas a la vez, pero Ares ha superado las expectativas.

Me despido de Dani para ir a la compañía de teléfonos a ponerle mi viejo número a este teléfono. Me aburre hacer todos esos procedimientos tediosos, pero no tengo otra opción. Quiero recuperar mi viejo número, todas las personas que conozco tienen ese número.

Ares tiene ese número.

Pero eso no me importa, ¿verdad?

Después de desperdiciar dos horas de mi vida, por fin vuelvo a mi casa. Ya está oscureciendo, y mi teléfono no ha parado de sonar con todos los mensajes recibidos. Sonrío cuando veo el mensaje de Apolo invitándome a la fiesta en su casa hace casi dos semanas. Cómo me habría gustado poder leer ese mensaje aquel día.

Hay varios mensajes dramáticos de Carlos, como de costumbre, y unos viejos mensajes de Dani y Yoshi, obviamente de antes que supieran que había perdido mi celular.

Nada de Ares...

¿Y qué esperabas? Él fue el primero en saber que te habían robado.

Bostezo, cerrando la puerta detrás de mí.

—¡Llegué!

Silencio.

Pongo un pie dentro de la sala y me sorprende encontrar a Yoshi y a mi mamá sentados en los muebles. Yoshi aún tiene puesto el uniforme del colegio. ¿Vino aquí directo de la escuela? ¿Por qué?

—Oh, hola, no esperaba verte aquí —le digo honestamente.

Mamá luce extremadamente seria.

—¿Dónde estabas?

—En casa de Dani y luego fui a la compañía de... —Me detengo porque las expresiones en sus caras me asustan—. ¿Pasa algo?

Yoshi baja la cabeza, mamá se levanta.

—Joshua, puedes irte, hijo. Tengo que hablar con mi hija.

Mi cara de confusión hace que Yoshi murmure algo al pasar a mi lado.

—Lo siento.

Lo sigo con la mirada mientras desaparece por la puerta. Cuando la miro, mamá está frente a mí.

—Mamá, ¿qué pa...?

La bofetada me toma por sorpresa, haciendo eco por toda nuestra pequeña sala. Sostengo mi palpitante mejilla, completamente pasmada. Mis ojos se inundan con lágrimas, mi madre jamás me ha golpeado, jamás ha sido violenta conmigo.

Sus ojos están rojos como si estuviera conteniendo las lágrimas.

—Estoy tan decepcionada. ¿En qué estabas pensando?

—¿De qué estás hablando? ¿Qué te dijo Yoshi?

—¿De qué estoy hablando? ¡De que mi hija está por ahí teniendo sexo irresponsablemente!

—Mamá...

Sus ojos se llenan de lágrimas, y eso me aprieta el corazón de una forma horrorosa. Ver a tu mamá llorar es simplemente devastador.

—Te di tanta confianza, tanta libertad y ¿así es como me pagas?

No sé qué decir, solo bajo la mirada avergonzada. La escucho tomar una respiración profunda.

—Tú mejor que nadie sabes por lo que yo pasé con tu padre. ¡Tú lo viviste conmigo! Pensé que lo único bueno que habíamos sacado de esa situación era que aprenderías a través de mí, que serías una jovencita inteligente que sabría valorarse a sí misma. —Su voz se quiebra—. Que no serías como yo.

Sollozos dejan mi cuerpo porque de verdad no tengo como justificarme. Levanto la mirada y se me rompe el corazón. Mi mamá está tocándose el pecho como intentando aliviar el dolor.

—Lo... siento tanto, mamá.

Ella menea la cabeza, limpiando sus lágrimas.

—Estoy tan decepcionada, hija.

Yo también, mamá, yo también estoy decepcionada de mí misma.

Ella se sienta en el mueble.

—Esto me duele tanto, pensé que te había criado mejor, pensé que éramos un equipo.

—Somos un equipo, mami.

—¿En qué me equivoqué? —Mi corazón cae al suelo—. ¿En qué te fallé?

Me arrodillo frente a ella y tomo su cara en mis manos.

—Tú no te equivocaste en nada, en nada, mami. Es mi culpa.

Me atrae hacia ella y me abraza.

—Ay, mi niña. —Besa mi pelo y sigue llorando y mi corazón está tan arrugado y dolorido que solo puedo llorar con ella.