36

EL AMIGO

RAQUEL

 

¡Qué noche!

Todo se ha complicado tanto desde que Ares llegó a mi vida. Él ha sido como un pequeño huracán, destruyendo todo a su paso. Ha tenido sus momentos tiernos, pero esos instantes son opacados por todas las veces que la ha cagado conmigo. ¿Cómo puede ser tierno un segundo y luego ser tan frío?

Suspiro, y mi respiración es visible al salir de mi boca. Está haciendo mucho frío, tal vez salirme del bar no fue mi idea más brillante, pero cualquier cosa era mejor que quedarme ahí aguantando todo. Intento llamar a Dani de nuevo, pero no hay respuesta. El árbol detrás de mí se siente muy duro contra mi espalda, así que me despego de él.

Y entonces lo escucho.

—¡Raquel!

La voz que atormenta mi mente y que hace que mi corazón se desboque sin control. Sorprendida, echo un vistazo calle arriba y veo a Ares caminar rápidamente hacia mí. La preocupación es evidente en su rostro, pero a estas alturas no me importa. Quisiera decir que no siento nada al verlo, aunque no es así, él siempre tan jodidamente hermoso y perfecto.

Al llegar a mí, me envuelve en un abrazo fuerte, siempre huele tan bien.

—Pensé que no te encontraría.

Me quedo inmóvil sin levantar mis brazos para devolverle el abrazo. Él se despega de mí y toma mi rostro en ambas manos.

—¿Estás bien?

Yo no digo nada y solo quito sus manos de mi cara.

Él parece herido, pero me deja hacerlo.

—Estás muy molesta, ¿no?

—No. —La frialdad de mi propia voz nos sorprende a ambos—. Estoy decepcionada.

—Yo... —Se rasca la parte de atrás de su cabeza, desordenando su cabello negro—. Lo siento.

—Ok.

Él frunce el ceño.

—¿Ok? Raquel, habla, sé que tienes un millón de cosas que decir.

Me encojo de hombros.

—La verdad, no.

—Mientes, vamos, insúltame, grítame, pero no te quedes callada. Tu silencio es... angustiante.

—¿Qué quieres que diga?

Él me da la espalda, sosteniendo su cabeza como si no supiera qué decir. Cuando se gira hacia mí de nuevo, su voz es suave.

—De verdad lo siento.

Una sonrisa triste se forma en mi boca.

—Eso no es suficiente.

—Lo sé y no pretendo que lo sea. —Él aprieta sus labios—. Solo... dame otra oportunidad.

Mi triste sonrisa se expande.

—En eso se ha convertido esto, un ciclo interminable de oportunidades. Me haces daño, te disculpas y vuelvo a ti como si nada.

—Raquel...

—Tal vez sea mi culpa por tener demasiadas expectativas contigo.

Una mueca de dolor cruza su rostro, me doy la vuelta y comienzo a alejarme de él. No sé qué estoy haciendo o adónde voy, pero necesito alejarme de él.

—Raquel —me llama—. Espera. —Me toma de un brazo, girándome hacia él una vez más—. Todo esto es muy nuevo para mí, y no es una excusa, nunca he... intentado nada serio con nadie antes. No sé qué es lo esperado, sé que parece obvio para muchas personas, pero no lo es para mí.

Me suelto de su agarre.

—Es sentido común, Ares. Tienes el coeficiente intelectual más alto del condado y no puedes deducir que no sería buena idea llevarme a un lugar donde están dos tipas que te has tirado.

—¿Dos tipas que me he tirado? —Él parece confundido—. Oh, Nathaly... —¿De verdad no lo recordaba?—. ¿Cómo sabes...? Ah, mierda, lo había olvidado por completo. Ella fue una cosa de una noche, nada relevante para mí.

—Claro.

—¿Qué más te dijo?

Levanto mi mentón.

—También me dijo que solías burlarte con tus amigos sobre mi obsesión contigo.

Él no parece sorprendido ante mi afirmación.

—Eso fue mucho antes de hablar contigo, ni siquiera habíamos cruzado un saludo.

—¿Y se supone que debo creerte?

—¿Por qué no me creerías? Nunca te he mentido.

Recordé todas esas veces que me habló tan claro que dolió.

—Claro, olvidaba que la honestidad es una de tus cualidades.

Sus ojos azules derrochan sinceridad.

—Creo que eso fue sarcasmo, pero de verdad no te estoy mintiendo. Nathaly nunca fue nada para mí.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho.

—¿Y qué soy yo para ti?

Él baja la mirada.

—Tú sabes lo que eres para mí.

—Después de esta noche no tengo ni la más mínima idea.

Él levanta la mirada, sus ojos brillando con un sentimiento que hace que se me acelere el corazón.

—Tú eres... mi bruja. La chica que me hechizó, que me hace querer ser diferente, intentar cosas nuevas que asustan, pero que, por ti, valen la pena.

Las cosquillas en mi estómago son insoportables.

—Lindas palabras, pero ya no son suficientes, necesito hechos. Necesito que me demuestres que de verdad quieres estar conmigo.

—Estoy aprendiendo. Te incluí con mis amigos. ¿Qué más quieres que haga?

Se ve tan vulnerable en estos momentos.

—Eso queda de tu parte. Estás acostumbrado a tener todo de manera fácil, no esta vez. Si quieres estar conmigo, tendrás que luchar por eso y ganártelo. Empezaremos como amigos.

—¿Como amigos? Los amigos no sienten lo que tú y yo sentimos, ni se desean de la forma en la que lo hacemos.

—Lo sé, pero necesitas ganarte las cosas después de todas las veces que has arruinado todo.

Él se pasa la mano por la cara.

—¿Me estás diciendo que no podré besarte o tocarte? —Solo asiento—. ¿Me estás dejando en la friendzone?

—No, realmente, bueno, sí, pero con la posibilidad de ser algo más si sabes hacer las cosas.

Una sonrisa de ironía llena sus labios.

—Jamás nadie me ha dejado en la friendzone.

—Siempre hay una primera vez para todo.

Él se acerca a mí.

—¿Y si no acepto ser tu amigo?

—Bueno —me cuesta toda mi fortaleza decir lo siguiente—, entonces, lamentablemente, estás fuera de mi vida.

—Guao, realmente te hice daño esta vez.

Ignoro sus palabras.

—¿Entonces? ¿Lo tomas o lo dejas?

Él se pasa la mano por el pelo.

—Sabes bien que me aferraré a lo más mínimo. Está bien, lo haremos a tu manera, pero con una condición.

—¿Cuál condición?

—Durante este periodo de amistad —hace comillas con los dedos— no puedes andar con otros chicos, sigues siendo mi chica.

Inevitablemente sonrío.

—¿Por qué siempre tan posesivo?

—Solo quiero dejar claro que, aunque estamos empezando desde amigos, eso no quiere decir que vas a poder andar con otros chicos. ¿Entendido?

—Los amigos no tienen esos derechos.

Él me da una mirada de pocos amigos.

—Raquel...

—Está bien, señor celoso, nada de andar con otras personas; eso también aplica para ti.

—Y se vale jugar sucio.

Mis cejas casi se juntan.

—¿A qué te refieres?

—El hecho de que sea tu amigo —vuelve hacer comillas con los dedos— no quiere decir que no pueda intentar seducirte.

—Estás loco.

Él extiende su mano frente a mí.

—¿Tenemos un acuerdo?

Yo asiento y aprieto su mano.

—Sí. —Él la levanta y la lleva hasta sus labios dándole un beso húmedo sin despegar sus ojos de los míos.

Trago grueso y libero mi mano. Él me da esa sonrisa torcida que tanto me gusta.

—¿Qué quieres hacer? ¿Quieres que te lleve a casa o quieres volver ahí dentro?

Me debato entre qué hacer.

Me decido por volver ahí dentro solo para probar a Ares, para saber cómo va a lidiar con esa situación ahora que se ha dado cuenta de que no la manejó de la mejor forma. Con mucha seguridad, vuelvo con él dentro del club.

La mesa está casi vacía con la excepción de Nathaly y Samy, que están ahí hablando. Supongo que los demás se fueron a bailar. Yo me siento al lado de Nathaly y Ares a mi lado. Ella me da una mirada de molestia y yo solo le sonrío abiertamente.

I’m back, bitch.

«Volví, perra», como diría Dani.

—¿Quieres algo de beber? —me pregunta Ares al oído.

—Un margarita —le respondo y él asiente y se levanta a buscarlo.

En un rato, Ares entra en mi campo de visión a lo lejos. Una copa de margarita aparece frente a mí en la mesa y Ares se sienta a mi lado. Comienza a sonar música electrónica y Nathaly se levanta, moviéndose al ritmo; pasa por delante de mí y se detiene frente a Ares.

—¿Quieres bailar? —Le extiende su mano. Yo solo tomo un sorbo de mi margarita, fingiendo una sonrisa.

—No.

Ni siquiera le da una explicación de por qué no.

—Ay, no seas aburrido. ¿Por qué no?

Ares se encoge de hombros y toma mi mano.

—Porque con la única que quiero bailar es con ella.

Eso no me lo esperaba. Nathaly vuelve a su puesto. Ares aprieta mi mano y me obliga a levantarme, así que vamos a bailar. Esto se pondrá interesante.

Cruzamos un montón de personas hasta quedar en medio de la masa de cuerpos moviéndose al ritmo de la música. Estoy nerviosa, no puedo negarlo, es la primera vez que bailaré con él. Ares está frente a mí, esperando. Luce tan perfectamente hermoso bajo las diferentes luces de colores que caen sobre nosotros. Muerdo mi labio inferior y comienzo a moverme, él sigue mis movimientos pegándose a mí.

Pongo mis manos alrededor de su cuello, moviendo mis caderas suavemente contra él. Puedo sentir su respiración sobre mi cara, su cuerpo contra el mío. Estar tan cerca de él es intoxicante y me doy cuenta de que tal vez subestime el efecto que él tiene sobre mí con todo esto de empezar como amigos.

Ares posa sus manos sobre mi cintura, moviéndose conmigo. La tensión sexual entre nosotros es palpable, como una corriente eléctrica que corre a través de nuestros cuerpos con la música. Él me da la vuelta y me abraza desde atrás envolviendo sus brazos alrededor de mi cintura. Descansa su barbilla en mi hombro, y me da un suave beso en el cuello. Sus labios se sienten húmedos y calientes contra mi piel. No sé cuánto tiempo pasa, pero no quiero que este momento se acabe. Quiero quedarme así con él, que nada cambie, que nada se arruine de nuevo porque no podría soportarlo.

La música cambia y suena la canción I hate you, I love you, de Gnash, y me giro para enfrentarlo y cantarla con él. Se ve tan lindo, cantando, mirándome a los ojos.

I hate you, I love you, I hate that I love you...

Ares me da la mano y me hace dar una dramática voltereta. Yo me echo a reír y sigo cantando. El mundo a nuestro alrededor desaparece, solo somos él y yo, cantando y bailando como unos idiotas en medio de la multitud. Una sensación de paz y alegría invade mi corazón.

Quiero creer en él, le daré un último voto de confianza para ganarse mi amor, estaré haciéndole barra al idiota dios griego que se robó mi corazón.