37
LA BORRACHA
Sudor...
Margaritas...
Risas...
Música...
Esa combinación ha invadido la noche, jamás pensé que podría sudar de esta forma, pero al parecer bailar entre un montón de gente tiene ese efecto. Me recojo el cabello, buscando un lugar para sentarme en la mesa. Todo el mundo está alegre en estos momentos, ya han sido demasiados tragos para que quede alguien cuerdo.
Estoy un poco mareada, así que paro un poco de beber. Marco aparece, y sus ojos encuentran los míos.
—¿Por qué no bailas conmigo, Raquel?
Mi vista viaja a Ares, que está hablando con sus amigos, pero aun así me echa vistazos frecuentemente. Ares y yo estamos en una situación muy frágil ahora. Aunque estoy haciendo que se gane mi corazón, no quiero hacer nada que se preste para malentendidos o situaciones incómodas. Además, Marco no ha sido del todo amigable conmigo.
Marco está esperando mi respuesta, y yo arrugo la cara.
—Nah, no es lo mío bailar con amargados. Marco no dice nada, solo agarra su vaso y, sin quitar sus ojos de mí, toma un trago largo.
Gregory me da cinco.
—¿Qué harás para Halloween? ¿Tienes planes?
—La verdad es que no, aún faltan dos semanas.
—Nosotros, creo que iremos a una fiesta en la ciudad, me imagino que vendrás.
Ares no lo ha mencionado.
—Puede ser.
Gregory suspira.
—¿Crees que debería ser un vampiro o un policía sexy?
Me echo a reír abiertamente. ¿Por qué tiene dos opciones tan opuestas?
Gregory golpea mi hombro suavemente.
—En serio, necesito la opinión de una chica.
—Hmmm. —Lo miro y me lo imagino en ambos disfraces—. Creo que serías un vampiro muy sexy.
—¡Lo sabía! —Parece orgulloso y yo solo sonrío.
Siento que alguien me mira y echo un vistazo alrededor. Andrea está asesinándome con la mirada.
—Tu novia no luce muy contenta —le comento, tomando un sorbo de mi margarita.
Gregory le da una mirada rápida.
—No es mi novia.
No digo nada, no quiero parecer entrometida, pero Gregory sigue hablando.
—Ella me gustaba mucho, pero... —Le da una mirada nostálgica—. Es igual a sus amigas.
—¿A qué te refieres?
—Todos los chicos en esta mesa son de familias adineradas. —Mis ojos se pasan por cada uno de ellos: Ares, Zahid, Óscar, Luis, Marco, y termino en Gregory—. Ellos son los próximos gerentes y dueños de compañías, corporaciones y negocios.
—Oh.
Gregory señala a varios tipos vestidos de negro alrededor del bar.
—¿Ves a esos tipos? —Asiento—. Son guardaespaldas, nunca estamos solos, aunque así lo parezca.
¿Pero qué tiene que ver eso con Andrea?
Gregory parece ver la confusión en mi rostro.
—Son muy pocas las personas que se nos acercan sin ningún interés. Andrea... —Noto la ligera tristeza en su voz—. Solo digamos que sus sentimientos no eran genuinos.
Aprieto su hombro.
—Lo siento.
Él oculta su tristeza con una sonrisa.
—Estoy bien, estaré bien. Arrasaré en Halloween con mi traje de vampiro.
Sonrío ampliamente.
—Seguro que sí.
Suena una canción movida y Nathaly y Andrea se levantan, comenzando a bailarles a los chicos que están sentados. Samy se queda sentada, revisando su celular. Andrea se menea frente a Gregory y yo aparto la mirada incómoda. Vigilo a Nathaly, que ni siquiera se le ocurra acercársele a Ares.
Nathaly se mueve frente a Marco, quien no se molesta en ocultar su desinterés. Ella pasa al siguiente, quien es Luis, y este sí la aplaude y le sigue el juego. La observo cuidadosamente pasar a Óscar y luego a Zahid. El siguiente es Ares y dejo de respirar. No puedo hacer una escena aquí si ella le baila. ¿Qué debería hacer?
Nathaly va a moverse hacia Ares, pero él le da una mirada tan fría que siento escalofríos recorrer todo mi cuerpo. He olvidado lo helado que puede llegar a ser el dios griego. Ella ignora su mirada y se dirige a él, pero, antes de que pueda alcanzarlo, Ares se levanta y dice que va al baño, dejándola parada ahí sola.
Oh, dios griego, estás aprendiendo.
Con su dignidad en el suelo, Nathaly aprieta sus labios y vuelve a su asiento.
Tomo mi teléfono y escribo un texto para Ares.
Buena jugada. Estoy orgullosa de mi amigo. :)
Su respuesta llega rápido.
Ares: Estás disfrutando esto, ¿no?
Yo: Pffft, nope, ni un poco.
Ares: Vas a caer, «amiga».
Yo: Nah y soy tu amiga, las comillas están de más.
Ares: Mi «amiga» que gime en mi oído y me pide más cuando le doy duro.
Un escalofrío me recorre y siento el calor invadir mi cara.
Yo: Muy inapropiado, amigo.
Ares: Inapropiadas son las cosas que quiero hacerte, no tienes ni idea.
Uff, hace calor aquí de pronto. Como la cobarde que soy, no le respondo, me da miedo lo que pueda decirme.
El tiempo pasa volando y ya es hora de irnos. No puedo creer que sean las tres de la mañana. En el estacionamiento todo el mundo comienza a despedirse. A Samy no le sentó muy bien el frío cuando salimos, Marco la está sosteniendo y la ayuda a entrar a la camioneta.
Todos entramos a la camioneta y Ares enciende el motor y agradezco la calefacción.
Marco sopla la cara de Samy.
—Ey, Samantha.
—Creo que estoy borracha. —Samy dice y suelta una carcajada. Siento pena por ella.
Ares la mira por el retrovisor.
—¿Eso crees?
Marco suspira, sosteniéndola en el asiento trasero.
—No podemos llevarla a su casa así, su madre la mataría.
—Lo sé. — Ares comienza a conducir—. Será mejor que se quede en mi casa.
Giro la cabeza tan rápidamente hacia él que mi cuello duele, y le doy una mirada incrédula. Marco se pasa la mano por el pelo.
—Sí, también me quedaré en tu casa para ayudar a cargarla.
Cálmate, Raquel, son amigos.
Marco también se quedará ahí, es normal, son amigos quedándose en casa de su amigo. Pero los celos me están comiendo por dentro. Cuando llegamos a mi casa, dudo en bajarme, pero no quiero hacer una escena, especialmente frente a Marco.
Controlándome, finjo una sonrisa.
—Bueno, espero que pasen una feliz noche.
Abro la puerta del auto, pero Ares toma mi mano y se la lleva a sus labios.
—Confía en mí, bruja.
Tomo una respiración profunda, quiero decirle que la confianza es algo que se gana, no algo que se pide, pero me trago mis palabras y salgo de la camioneta.
En el suave frío de otoño, veo la camioneta desaparecer calle abajo.
***
ARES HIDALGO
—Ares, no se quiere bajar de la camioneta. —Marco gruñe en molestia.
Cierro la puerta del conductor y me dirijo a la puerta de atrás. Samy está recostada de lado en el asiento, con sus piernas colgando fuera de la camioneta.
—Samy —la llamo y ella me mira—. Tienes que bajar ahora.
—No —murmura—, todo me da vueltas.
—Vamos, Samy —le digo y, con cuidado, paso mis manos por debajo de sus piernas y espalda para cargarla. Marco cierra la puerta detrás de mí. Entramos por la parte de atrás de la casa, Marco me abre las puertas. Samy se agarra de mi cuello con fuerza, murmurando.
—Mi príncipe oscuro.
Marco me da una mirada triste al escucharla llamarme así. Ella me ha llamado así desde que éramos niños, según ella porque siempre he estado ahí para salvarla, pero lo que ella ha olvidado es que Marco también ha estado ahí para ella siempre.
—Tengo hambre. —Se dirige a la cocina, y yo sigo a los cuartos de visitas, porque de ninguna manera voy a subir las escaleras con ella así.
Entro al cuarto y la bajo, ella se tambalea, pero se mantiene de pie con ayuda.
—No debiste beber tanto.
Ella se acaricia el rostro torpemente.
—Lo necesitaba.
Sus ojos negros encuentran los míos y sé que no debo preguntar, pero ella espera que lo haga.
—¿Por qué?
Ella apunta mi pecho.
—Tú sabes por qué.
El silencio reina entre nosotros por unos segundos, su expresión cada vez más triste.
—Ares...
—¿Huh?
—Has estado toda la noche pendiente de tu novia, pasándola bien, ni me has mirado.
—Samantha...
—Y yo solo viéndote desde lejos, te he extrañado tanto. —La súplica en su voz me martiriza, ella me importa, tal vez no de la forma que ella espera, pero sigue siendo muy importante para mí—. ¿Tú no me has echado de menos ni un poco?
Considero decirle que sí para no hacerla sentir mal, pero el rostro de Raquel invade mi mente, su sonrisa, la forma en la que arruga su rostro cuando algo no le gusta, pero no quiere decirlo, cómo se siente cuando ella me toca... Es como si estuviera tocando más allá de mi piel, como si con sus manos pudiera llegar hasta mi corazón y calentarlo. Así que no respondo, no quiero darle falsas esperanzas a Samy cuando mi corazón le pertenece a Raquel.
Sus ojos negros se llenan de lágrimas y me paso la mano por el pelo.
—No llores.
—Eres un idiota. ¿Sabías eso? —La rabia en su voz es punzante—. ¿Por qué? ¿Por qué tuviste sexo conmigo? ¿Por qué jugaste conmigo como con todas las demás? Pensé que yo era diferente, que yo te importaba.
—Samy, si me importas mucho.
—¡Mentira! Si te importara, nunca hubieras dejado que esto pasara a algo más. Tú sabías que yo tenía sentimientos por ti y, si no los correspondías, no debiste dejar que avanzara.
Me acerco a ella e intento alcanzarla con mi mano, pero ella se aleja como si mi toque fuera venenoso.
—Samantha...
Las lágrimas caen libremente por sus mejillas.
—¿Por qué, Ares? —Su voz se rompe—. ¿Por qué me besaste aquella noche de Navidad? ¿Por qué iniciaste algo cuando sabías que no sentías nada?
—Samantha...
—Dime la verdad por primera vez en tu vida. ¡¿Por qué?!
—¡Estaba confundido! Pensé que sentía cosas por ti, pero no fue así... Lo siento. —El dolor en su rostro hace que mi pecho se apriete—. De verdad lo siento.
—¿Lo sientes? —Ella suelta una risa entre lágrimas—. Qué fácil es para ti decir eso, destruyes todo lo bueno a tu alrededor y esperas arreglarlo con un «lo siento». Así no funciona la vida, Ares. No puedes ir por ahí hiriendo a las personas y esperando perdón como si fuera tan simple.
—Sé que estoy jodido, Samantha, pero yo...
—Sabes que estás jodido, pero sigues hiriendo a las personas. No haces nada para cambiar eso.
—No sabes de lo que hablas, estoy intentando ser diferente.
—¿Por ella? Quieres cambiar por Raquel, ¿no?
—Sí.
Ella muerde su labio.
—Y... ¿no pudiste intentar eso conmigo? ¿Acaso no fui suficiente para ti?
—No se trata de eso, Samantha. Simplemente no puedo controlar lo que siento. Tú me importas mucho, pero ella... —tomo una pausa—, ella es... Lo que ella me hace sentir es... otro nivel.
Una gruesa lágrima se desliza por su mejilla.
—¿La amas?
Parece tan herida, no quiero hacerle más daño.
—Necesitas descansar.
Ella asiente y se tambalea hacia la cama, se acuesta de lado mirando en mi dirección, levanta su mano llamándome.
—¿Te importaría acompañarme hasta que me duerma?
Dudo, pero se ve tan derrotada que no puedo herirla más, así que me acuesto a su lado, y nuestras caras quedan a una distancia prudente. Ella solo me mira, tiene lágrimas rodando y bajando por un lado de su cara.
Acaricio su mejilla.
—Lo siento.
Su voz es débil.
—Te amo tanto que duele.
Es la primera vez que me dice que me ama, pero de alguna forma sus palabras no me sorprenden, tal vez ya lo sabía.
Ella entiende mi silencio y me da una sonrisa triste.
—Necesito alejarme de ti un tiempo, necesito deshacerme de estos sentimientos. Porque, como tu mejor amiga, quiero estar feliz por ti, porque por fin encontraste a alguien que te motive a cambiar, alguien que te haga feliz, pero estos estúpidos sentimientos lo arruinan todo.
—Tómate todo el tiempo que necesites, estaré aquí cuando vuelvas.
Ella coge mi mano.
—Da lo mejor de ti, Ares. Tienes una oportunidad de ser feliz, no lo arruines, está bien abrir tu corazón, eso no te hace débil. No tengas miedo.
—¿Miedo? —Suelto una risa sarcástica—. Estoy aterrorizado.
—Lo sé. —Ella aprieta mi mano—. Sé que es difícil para ti confiar en las personas, pero Raquel es una buena chica.
—Eso lo sé, pero no puedo evitar sentirme tan jodidamente vulnerable. —Suspiro—. Ella tiene el poder de destruirme, podría hacerlo tan fácilmente si quisiera.
—Pero no lo hará. —Ella cierra sus ojos—. Buenas noches, Ares.
Me inclino y beso su frente.
—Buenas noches, Samy.