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LA FIESTA DE HALLOWEEN

—Te ves espectacular.

—Me siento espectacular —respondo con una gran sonrisa en mi cara mientras me veo en el espejo. Soy de ese tipo de personas que a veces se siente bonita, a veces regular y a veces simplemente horrible; es tan extraño, es como si no tuviera un concepto exacto de cómo luzco, y no ayuda el hecho de que la belleza sea algo que puede ser tan subjetivo.

—Debo decir que ese disfraz es la mejor decisión que has tomado en un buen tiempo. —Dani prosigue, delineando sus cejas frente al pequeño espejo en sus manos.

Estamos arreglándonos para salir esta noche de Halloween. Gregory me invitó aquella noche en el club, pero igual esperé a que Ares me invitara él mismo. No fue difícil escoger mi disfraz... Esta noche sería una bruja, mi disfraz consiste en un vestido negro sin tiras, apretado arriba pero suelto de la cintura hacia abajo, que llega hasta la mitad de mis muslos, un collar con un pendiente rojo, guantes negros, botas largas del mismo color y, por supuesto, un gran sombrero.

Dani se ha encargado de mi maquillaje, sombras oscuras, fuerte delineador negro y mi boca de color rojo fuego. Me siento supersexy. Mi mejor amiga —a la cual tuve que convencer para que fuera conmigo— se decidió por un disfraz de gatita malvada, con orejitas y todo.

—No puedo creer que vaya a ir contigo —murmura, levantándose.

—Ares me dijo que te llevara. —Es verdad, Ares me dijo que llevara a Dani, que era una salida grupal y que sería justo que tuviera a una de las mías conmigo—. Además, Apolo seguro que estará ahí.

—¿Y qué importa que esté ahí?

Suspiro, sé que a Dani no le gusta admitir sus debilidades o que un chico la afecta.

—No tienes que mentirme. Sé que estás dolida.

—Pfff —bufa—. Por favor, él y yo no teníamos nada.

—Pero estaban empezando algo cuando de pronto él dejó de escribirte —comento—. Y eso te está volviendo loca, no estás acostumbrada a que un chico se aleje de ti.

—No sé de qué hablas, muchos chicos se han alejado de mí.

—¿Ah, sí? ¿Como quién? A ver.

Ella me da la espalda para retocarse el maquillaje.

—No recuerdo un nombre en específico ahora, pero...

—Pero nada —la interrumpo—. Vamos a ir, te vas a divertir y, si él te habla, le preguntas directamente por qué cambió, punto. Esa es la Dani que conozco.

—Bien —responde de mala gana—. De acuerdo, no te prometo nada.

Me acerco a ella y le pellizco las mejillas.

—Ahora sonríe, gatito lindo.

Ares me envía un mensaje diciéndome que ya está aquí, y yo le respondo que nos dé unos minutos. Así que me dice que se va a bajar y a fumarse un cigarro con Marco afuera mientras esperan.

Estoy muy nerviosa, no sé la reacción que vaya a tomar cuando me vea con mi disfraz, quiero sorprenderlo. Las pasadas dos semanas han sido muy buenas para los dos, Ares se ha portado superbién y hemos salido varias veces, por fin teniendo las esperadas típicas citas. Sin embargo, la tensión sexual entre nosotros ha crecido a niveles de otro mundo. La verdad, no sé cómo me he aguantado tanto.

Salimos de la casa y al primero que veo es a Marco con un disfraz de policía, aunque no puedo negar que se ve muy bien. Ares sale de atrás de la camioneta y dejo de respirar por dos razones: una, se ve ridículamente sexy, y dos, su disfraz es de dios griego. Tiene puesta una especie de bata blanca que deja ver sus definidos brazos, con un lazo dorado que cruza su pecho y una corona sobre su desordenado cabello negro. Lamo mis labios sin poder evitarlo, esto es demasiado para mi pobre alma.

Virgen de los Abdominales, te encomiendo mi ser esta noche.

Ares me mira y sus ojos bajan por todo mi cuerpo lentamente, cada punto quemando, ardiendo bajo la intensidad de su mirada mientras una sonrisa torcida aparece en sus labios.

—Lo sabía.

—Yo también lo sabía. —Señalo su disfraz.

—Ven aquí. —Me hace un gesto para que me mueva hacia él y lo hago; de cerca, su rostro se ve aún más hermoso con esa corona sobre su cabeza. Él podría haber sido un dios fácilmente, la belleza la tenía. Su mano acaricia mi brazo.

—Hola, bruja.

—Hola, dios griego. —Mis manos están inquietas, así que las poso sobre su pecho, bajándolas un poquito para sentir ese abdomen definido a través de las finas telas de su disfraz. ¿Quién podría culparme por toquetearlo así?

—¿Tocándome tan temprano?

Me muerdo el labio.

—Ups, es que el disfraz te queda muy bien.

Ares se inclina hacia mí.

—¿Ah, sí? Pero creo que disfrutarías más tocarme sin el disfraz.

Me hago la escandalizada.

—¿Me estás proponiendo algo indecente?

Ares ladea su cabeza.

—Muy muy indecente, brujita.

Lo empujo y me echo a reír para alivianar la tensión entre nosotros, porque, si no, voy a terminar debajo de él gimiendo su nombre incluso antes de salir de la casa.

Huyo de Ares y me encuentro a Marco hablando con Dani.

—Hola, Marco.

—Hola, Raquel. ¿Estamos listos?

—Sí —respondo, sintiendo la mirada de Ares sobre la parte de atrás de mi cabeza—. ¿Y Apolo?

Marco se encoge de hombros.

—Está adentro de la camioneta, ya sabes que él no fuma.

Arrugo mis cejas, sé que él no tiene ese hábito, pero aun así me parece raro que no esté aquí afuera saludándonos. ¿Qué le pasa a Apolo últimamente? En la escuela, no he hablado mucho con él, ha cambiado.

—Vámonos. —Ares dice abriendo la puerta del conductor y metiéndose dentro de la camioneta. Yo hago lo mismo y veo a Dani vacilar cuando Marco abre la puerta para que ella entre, y además va a quedar en medio, justo al lado de Apolo.

Todos dentro, saludamos a Apolo, quien lleva puesto un disfraz de marinero, con un sombrerito blanco que lo hace ver más tierno de lo usual. Puedo ver la clara expresión de incomodidad en la cara de Dani y le doy una mirada reconfortante.

—El lugar está lleno. —Marco comenta, revisando su celular—. Estoy tan aliviado de que tengamos acceso VIP.

—¿Qué esperabas? —responde Ares—. Es Halloween después de todo.

—El próximo año deberíamos disfrazarnos de algo grupal. —Apolo habla, sorprendiéndonos—. Algo como todos de Power Rangers o las tortugas ninjas, o personajes de una serie como Juego de Tronos, sería muy cool.

Marco se ríe:

—¿Cuántos años tienes? ¿Doce?

Siento el impulso de defenderlo.

—Ey, no hay nada de malo con disfrazarse en grupo, me gusta tu idea, Apolo. —Le doy una sonrisa y él me la devuelve.

Marco no tiene intención de callarse.

—Dices eso cuando ni siquiera ustedes dos se disfrazaron en pareja.

—Claro que sí lo hicimos, bruja y dios griego —le explico, pero Marco bufa—. Es algo entre nosotros que jamás entenderías.

Ares también se ríe.

—Ella tiene razón, Marco. Jamás entenderías, la relación más larga que has tenido ha sido con el cigarro que te acabas de fumar y ya se acabó.

Todos nos reímos y Marco gruñe.

—Todos contra mí, ¿eh?

Cuando llegamos al bar, me doy cuenta de que Marco no estaba exagerando cuando dijo que estaba lleno. Hay una fila de gente afuera del lugar y un aviso sobre la puerta que indica que está muy lleno y que no garantizan la entrada así esperes horas afuera. El guardia ni siquiera pestañea al dejarnos entrar.

La decoración es alucinante, todo es negro y naranja, hay calaveras y cuerpos de mentira colgando del techo, telarañas y sangre falsa en los pilares, los bartenders están disfrazados de piratas, sirviendo bebidas verdes y de colores asquerosos. Hay varias máquinas de humo, liberando cada cierto tiempo, luciendo como niebla. Todo el mundo está disfrazado, mis ojos navegan por todos lados tratando de observar los disfraces. El ambiente es perfecto, con razón hay tanta gente que quiere entrar. Artemis sabe manejar su negocio y sacar provecho de las festividades.

Subimos las escaleras al área VIP, donde nos espera una mesa, con Samantha, Gregory, Luis y Andrea. ¿Sin Nathaly esta noche? Qué alegría.

La cara de Gregory se ilumina al verme y yo también me emociono, él se levanta y me da un abrazo.

—Raquel, sabía que vendrías.

Me separo de él.

—Por supuesto, jamás me perdería ver tu disfraz de vampiro. —Le doy mi pulgar arriba—. Te queda súper.

Luis también se levanta.

—¿Desde cuándo son ustedes tan cercanos? Me siento excluido.

Ares se nos une.

—Yo me estaba preguntando lo mismo. —Él pasa su mano por mi cintura, pegándome a su lado.

Gregory menea la cabeza.

—Tranquilo, bebé. —Le hace ojitos—. Solo tengo ojos para ti.

Ares le da una mirada cansada y yo me suelto de su agarre.

—Relájate, los vampiros no son lo mío.

Luis interviene.

—A ella le gustan... los... ¿Qué se supone que eres, Ares? ¿Dios?

—Un dios griego.

Samantha se nos une, saludando con una sonrisa.

—¿Estás haciéndole honor a tu nombre?

Luis cae en la cuenta.

—Ah, cierto, que ustedes tienen nombres de dioses griegos. El tuyo es el de la guerra o algo así, ¿no?

Gregory suspira.

—Con razón es tan problemático.

Ares le golpea el brazo.

—¿A quién le dices problemático?

Gregory de nuevo le hace ojitos.

—Dame más duro, bebé.

Todos nos reímos y nos sentamos.

Compartir con el grupo de amigos de Ares se ha vuelto más llevadero y definitivamente más cómodo. Creo que era cuestión de darme tiempo para conocerlos, compartir con ellos para dejar de sentirme fuera del grupo y parte del mismo. Hasta Andrea puede mantener una conversación decente sin su amiga Nathaly. Sin embargo, no olvido que Gregory me ha contado que ella era una interesada y le ha roto el corazón.

Apolo se sienta tan lejos de Dani como es posible, lo cual obliga a Dani a conversar con Luis, quien está obviamente coqueteando con ella, sin saber que mi mejor amiga tiene el corazón sobre el menor de los Hidalgo y no puede dejar de echarle vistazos de vez en cuando.

Sintiéndome más relajada con este grupo, me permito beber unas cuantas copas, se ven asquerosas pero saben divinas, especialmente una que se llama Arrástrame al infierno, que es una delicia, y a este paso, si sigo tomando, terminaré en el infierno con cierto dios griego que anda por ahí. Puedo sentir mis mejillas y orejas calientes, mis labios secos; aparentemente, el alcohol me pone caliente, lo que me hace un objetivo fácil para Ares.

Lamentablemente, el alcohol no solo afecta mis hormonas, sino también en modo atrevido y curioso, y camino al salón de las velas del club de Artemis. No me doy cuenta de que Ares me sigue hasta que estoy dentro y noto que su voz suena detrás de mí.

—¿Qué haces aquí, bruja? —Me giro hacia él, y veo sus ojos azules brillando con algo oscuro y peligroso: deseo.

Trago grueso por segunda vez esta noche, mi mirada notando el pequeño sofá a un lado, mi corazón latiendo desesperado, estamos solos en esta semioscuridad.

—Deberíamos volver.

Ares se acerca a mí con pasos lentos.

—Sí, deberíamos.

Lamo mis labios, observando su cuerpo, recordando cómo siente desnudo contra el mío.

—Sí, de verdad, deberíamos irnos.

Él asiente, quedando tan cerca de mí que tengo que alzar mi mirada para verlo a los ojos.

—Lo sé.

—¿Entonces por qué seguimos aquí? —pregunto, con su nariz rozando la mía. Mis labios se abren en anticipación, mi respiración ya es un desastre.

Él me agarra del cuello.

—Porque esta noche —susurra— vas a ser mía otra vez, bruja. —Y con eso él estampa sus labios contra los míos.