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THE WALK OF SHAME
RAQUEL
—Raquel. —Sacudida de hombro—. ¡Raquel!
Ser sacudida violentamente me trae del mundo de la inconsciencia de vuelta a la vida.
—¡Raquel! —Un susurro demandante alcanza mis oídos, pero no quiero abrir mis ojos—. ¡Por Dios santo, despierta!
Abro uno de mis ojos, apretando el otro mientras me acostumbro a la luz. Una figura está inclinada sobre mí.
—Qué... —Una mano tapa mi boca y lentamente parpadeo, tratando de ver quién está casi encima de mí.
Cabello negro cayendo a los lados de su cara...
Dani.
—¡Shhh! Necesito que te levantes con mucho cuidado.
Le doy una mirada de «pero qué mierda pasa», aunque ella parece desesperada.
—Te explicaré luego, pero necesito que te levantes con cuidado y no hagas ruido.
—Espera un segundo, primero que nada. ¿Dónde carajos estamos?
Anoche...
Mi mente pasa por una serie de imágenes demasiado vergonzosas: margaritas, vodka, bailes encima de la mesa del club, Gregory haciendo stripper, Ares y yo besándonos delante de todo el mundo, Dani y Apolo dándose miradas de «si te descuidas, te follo esta noche».
Oh, Virgen de los Abdominales, me voy a ir al infierno.
Básicamente cometí demasiados pecados en una sola noche. Y no solo eso, tuvimos que venirnos en taxi a la casa de Marco, que era la única casa sin supervisión adulta. Más alcohol, aún más shows de stripper, más miradas sexuales entre Apolo y Dani, y aún más besos entre Ares y yo.
Dani libera mi boca y yo me siento, porque mi estómago se revuelve y mi cabeza palpita.
—¿Qué pasa? —Mi garganta arde, seca, lastimada por tanto alcohol.
Dani levanta su dedo índice a sus labios y me hace un gesto a mi lado. Ares está durmiendo junto a mí, acostado sobre su estómago, con su cabeza en dirección contraria a nosotros. La sábana hasta un poco más arriba de su cintura, está sin camisa, su tatuaje visible y ese cabello negro desordenado apuntando a todos lados.
Dios, despertarse al lado de semejante hombre tiene que ser un privilegio, tal vez me esté gastando toda la felicidad de mi vida con este chico, pero vale la pena.
Dani me trae de vuelta a la realidad, pasando su mano frente a mi cara.
Con cuidado, me levanto, el colchón cruje y ambas miramos al dios griego, pero él está en el más allá. Siento un ligero dolor en mi entrepierna y me mareo un poco, Dani me sostiene esperando que me estabilice.
No vuelvo a beber.
Lo sé, eso dije la vez pasada.
El alcohol es como un ex no superado, prometes no volver a caer, no probarlo nunca más, pero te seduce y caes de nuevo.
Busco los tacones que llevaba puestos anoche, que están tirados en una esquina de la habitación, y un recuerdo viene a mi mente:
—¡Hechízame, bruja! —Ares grita mientras entramos al cuarto torpemente. Él me toma de la cintura para besarme ligeramente.
Yo suelto una risita.
—Estás tan borracho.
Se ve tan lindo con sus mejillas rojas y sus ojos entrecerrados. Ares me señala con el dedo.
—Tú no eres la personificación de sobriedad tampoco.
—Guao... Personificación. ¿Cómo se las ingenia tu cerebro intoxicado para decir esas palabras?
Ares me da una gran sonrisa, tocando su frente.
—Coeficiente...
—Más alto del condado —termino por él—. Inteligente y hermoso. ¿Por qué eres tan perfecto?
Él se encoge de hombros y acaricia mi mejilla.
—¿Por qué eres tú tan perfecta?
Y recuerdo con detalle todo lo que hicimos después de eso, Dios.
—¡Tierra llamando a Raquel!
Con la sangre en mis mejillas, vuelvo a la realidad. Dani me hace un gesto con su mano para que la siga a la puerta, meneo la cabeza.
—No puedo irme y dejarlo así.
Dani susurra.
—Le explicas todo luego en un mensaje de texto, necesito salir de aquí.
—¿No crees que se sentirá un poco usado?
Dani me da una mirada de «¿es en serio?».
—Se lo explicas luego, vámonos —dice, pero yo vacilo—. Por favor.
—Bien.
Ambas con nuestros tacones en mano salimos de la habitación, cerrando la puerta con cuidado detrás de nosotras.
—Ahora, ¿me puedes explicar qué pasa?
Dani menea la cabeza.
—Te explico en el camino, sé silenciosa, hay mucha gente durmiendo en estos cuartos.
El pasillo es largo, con puertas en ambos lados. Quiero protestar, pero Dani comienza a caminar delante de mí, y mis ojos caen en la parte de atrás del top de su disfraz y veo la etiqueta. ¿Está al revés?
Oh, oh, error de principiante.
—Dani, ¿tuviste sexo anoche?
—¡Shhhh! —Me tapa la boca, poniéndome contra la pared.
Yo me libero.
—Oh, por Dios, te tiraste a Apolo.
—¡Raquel!
—¡Niégalo!
Dani abre la boca para decir algo y la cierra de nuevo. La sorpresa no me cabe en el cuerpo.
—¡Por la Virgen de los Abdominales!
Dani arruga las cejas.
—Primero que nada, esa virgen no existe y, segundo, cállate la boca, Raquel, ni una palabra más.
—Oh, esto no me lo esperaba —digo, divertida.
Dani me agarra del brazo.
—Camina, no hagas que esta Walk of Shame sea peor de lo que ya es.
—¿Guok de qué?
Dani pone los ojos en blanco.
—La caminata de la vergüenza, ya sabes, al día después de que te tiras a alguien que no debías, hay hasta una película y todo.
Suelto una risita.
—¡Es que yo lo sabía! ¡Te dije que te daba un mes para que cayeras!
Dani me da una mirada asesina.
—Muévete, son las nueve y tu mamá sale de guardia hoy a las once.
—Oh, mierda, debiste empezar por ahí.
Empezamos a atravesar el pasillo cuando escuchamos la manilla de una puerta girar.
—Oh, mierda, mierda. —Dani murmura y ambas caminamos de un lado a otro sin saber qué hacer, chocando la una contra la otra varias veces.
Finalmente, nos congelamos y vemos a Samy salir de una de las habitaciones con mucho cuidado, con sus tacones en las manos también, y su actitud muy igual a la de nosotras.
No me digas que...
Samy nos ve y se paraliza por un segundo, saludando con su mano libre. Nos acercamos y Dani la toma de la mano para que escapemos juntas.
—Nadie juzga a nadie.
Cuando bajamos las escaleras, nos encontramos a Andrea. Sí, la no sé qué de Gregory, en la puerta, abriéndola con cuidado.
—¿Me estás jodiendo?
Dani, Samy y yo compartimos una mirada y sonreímos, yo suspiro.
—Esta tiene que ser la Wouk of Chin más popular de la historia.
Samy se ríe.
—¿Quieres decir Walk of Shame?
Bajo la cabeza y murmullo.
—El inglés se me hace difícil a veces.
Salimos de la casa, deteniéndonos en el jardín, Samy revisa su teléfono, se ve sin batería.
—¿Alguien tiene batería para llamar un taxi?
Andrea nos sonríe.
—Yo traje mi coche, las puedo llevar.
Es un auto muy bonito, femenino y pequeño. Samy entra en el puesto de copiloto y Dani y yo atrás. Andrea comienza la conversación.
—¿No les parece muy peculiar esta situación?
Samy asiente.
—Demasiado, diría yo.
Sin poder evitarlo, abro mi boca.
—Lo siento, pero creo que todas estamos curiosas de saber con quién...
Dani está de acuerdo.
—Nadie juzga a nadie, digamos los nombres.
Andrea se ríe.
—Gregory.
Samy se sonroja.
—Marco.
—¿Qué? —digo, sorprendida—. Eso no me lo esperaba.
Samy suspira.
—Yo tampoco.
Andrea entrecierra sus ojos.
—¿Nadie se sorprende con mi revelación? ¿Era tan obvio?
Todas decimos al mismo tiempo.
—Sí.
—Auch. —Andrea hace puchero—. Tú también eres obvia, Raquel. Ares, quién más.
Le saco la lengua y ella me ve por el retrovisor y me saca el dedo. El hecho de habernos encontrado en esta situación tan vergonzosa y vulnerable ha creado un ambiente de confianza muy agradable entre nosotras.
Samy se gira ligeramente en su asiento.
—¿Y tú, Daniela?
Dani baja la cabeza y, con su dignidad en el subsuelo, susurra.
—Apolo.
—¿Qué? —El grito de Samy y Andrea me lleva a hacer una mueca.
Me toco la frente.
—Sin gritos, resaca. ¿Recuerdan?
Andrea para en un semáforo en rojo.
—Eso sí que no me lo esperaba.
Dani se pasa la mano por la cara.
—Lo sé, me tiré a un niño.
Andrea la mira como si estuviera loca.
—No, no por eso, sino porque no sabía que ustedes se conocían tan bien.
Samy asiente.
—No me digas que estás sintiéndote mal por la edad, Daniela. —La culpa en la cara de Dani es obvia—. Apolo no es un niño, es un adolescente y déjame decirte que bastante más maduro que muchos chicos mayores que conozco.
Me alegra mucho que Samy piense como yo.
—Eso mismo le he dicho yo, está paranoica con la edad y el qué dirán.
Samy le da una sonrisa reconfortante, y estira su mano para apretar la de Dani.
—No te des mala vida, Daniela. ¿Sí?
Andrea cruza en la avenida principal.
—Lamento interrumpir el romance, pero ¿les molesta si paso por la farmacia? Mi cabeza está matándome, necesito algo para el dolor.
—Yo necesito un Gatorade para hidratarme —susurra Samy.
—¿Perdiste muchos líquidos anoche? —Dani bromea y todas hacemos una mueca de asco.
—¡Dani!
Andrea estaciona su auto en la farmacia y dejamos salir un largo suspiro. Tengo el presentimiento de que este es el comienzo de nuevas amistades; después de todo, no hay mejor manera de empezar un lazo de confianza que hidratándonos y lidiando con una de las peores resacas de nuestras vidas.