51
EL TRABAJO
RAQUEL
Apolo, Ares y yo estamos dando lo mejor de nosotros trabajando en el turno nocturno en McDonald’s después de la preparatoria.
Sin embargo, ando odiando a mi novio en estos momentos. Lo sé. ¿Cómo podría? Cuando apenas puedo creerme que es de verdad mi novio, ¿por qué tiene que ser tan atractivo? ¿Por qué todo le tiene que quedar bien? El uniforme de McDonald’s es la ropa más antisensual del mundo y, aun así, Ares se ve genial en él.
Gruño, observando que un grupo de tres chicas le sonríen y comparten miradas mientras él está tomando los pedidos detrás de la registradora. Las entiendo, de verdad, pero este McDonald’s se ha tornado en un jodido circo desde que Ares comenzó a trabajar aquí hace una semana. Juro que hemos aumentado la clientela femenina solo por él. El gerente está fascinado con Ares y yo solo tengo que ver como la mitad del pueblo viene aquí todos los días a ver a mi novio.
Suspiro, dramáticamente, preparando un McCafé de uno de los pedidos. Gabo se ríe a mi lado.
—Ay, McNuggets. —Gabo aún no deja de llamarme así—. Te veo un poco molesta.
Bufo.
—Claro que no, estoy perfectamente bien.
Gabo se pone la mano en el corazón.
—He sido destronado. —Su tono es dramático—. Antes, yo era el rey de este McDonald’s.
Me echo a reír y le golpeo el hombro.
—Idiota.
—Oh, mira. —Gabo señala detrás de mí al grupo de chicas que aún está pidiendo—. Hoy se atrevieron a darle sus números.
Las chicas les pasan unos papeles entre risitas y Ares los recibe amablemente, pero no les sonríe, su expresión se mantiene fría y cerrada como lo recuerdo cuando lo conocí.
Lo siento, pero tienen mucho trabajo para llegar a donde estoy yo ahora.
Gabo mete unas patatas fritas en una bolsa para llevar, completando un pedido.
—No sé por qué siguen viniendo —comenta—. Él ni siquiera les sonríe. ¿Te imaginas si les sonriera? Tendríamos una jodida explosión de ovarios aquí.
Apolo sale de la cocina, se ve tierno con el gorrito transparente sobre su pelo.
—O una inundación.
—No estás ayudando —le digo, preparando los pedidos para el Drive-Thru.
Apolo me da esa sonrisa inocente que tiene.
—Calma, solo unos minutos más para que se acabe el turno.
No ha sido fácil ignorar toda la atención que Ares ha recibido, pero he tratado de manejarlo lo mejor que puedo. A pesar de que no se gana mucho con el medio turno de McDonald’s después de la escuela, algo es algo. Apolo decidió trabajar también para apoyar a su hermano. Hemos aplicado a varias becas y estamos esperando respuestas.
Disimuladamente, espero hasta que Ares termine de atender al grupo de chicas y ellas se alejen para pasar detrás de él y susurrar:
—Te estoy observando.
Ares se gira, con esa sonrisa torcida que amo tanto formándose en sus labios, y me siento como la reina del mundo, porque él sonríe para mí con tanta facilidad, mientras cruza sus brazos sobre el pecho.
—Observarme siempre ha sido tu pasatiempo, ¿no?
Sé que se refiere a cuando lo acosé.
—No sé de qué estás hablando.
—¿No? ¿Acaso no era tu clave de wifi AresYYoForever?
—No eres el único Ares en el mundo.
—Soy el único Ares en tu mundo.
Alzo una ceja.
—¿Por qué tan seguro?
Apolo aparece entre nosotros.
—Dejen de coquetear, tenemos clientes. —Señala a dos chicas, esperando por Ares para pedir.
Dios mío. ¿De dónde salen tantas chicas?
Dejo salir un suspiro de molestia y me pongo frente a la registradora.
—Bienvenidas. ¿Puedo tomar su pedido?
Las chicas no disimulan su descontento.
—Eh —comparten una mirada—, aún no sabemos lo que queremos, así que lo pensaremos. —Y dan unos pasos atrás, alejándose. ¿En serio?
Ares pone su mano en mi cintura, empujándome ligeramente fuera de la caja.
—Confía en mí, bruja.
Apenas, Ares toma el control de la caja, las dos chicas vuelven, sonriendo como si no hubiera un mañana.
Respira, Raquel.
—Es hora de tu descanso de quince minutos, ve —me dice el jefe y no lo dudo para salir de ahí; el aire fresco de primavera me recibe al salir, me siento a un lado del local en la acera, relajando mis piernas; necesito alejarme del ambiente de chicas persiguiendo a mi novio por un rato.
Escucho la puerta abrirse, y la chica veinteañera que siempre viene a pedir un café y escribir en este McDonald’s sale, con una mochila en su espalda donde sé que tiene su computador portátil; es una cliente fija y aún no entiendo por qué siempre viene a este lugar, pues no tiene nada de especial.
Hacemos contacto visual y ella me sonríe amablemente.
—¿Estás bien?
Le sonrío.
—Sí, eso creo.
Ella parece vacilar por un segundo, pero finalmente se sienta a mi lado.
—No quiero sonar rara, pero lo he visto todo.
Arrugo mis cejas.
—¿A qué te refieres?
—¿El chico nuevo es tu novio?
—¿Cómo lo sabes?
Ella se ríe, con sus ojos azules iluminándose.
—Soy muy observadora, ventajas de ser escritora y, además, he pasado por eso.
Le doy una mirada de incredulidad.
—¿De verdad?
Ella observa el cielo.
—Oh, créeme, ser la novia del chico atractivo no es tan fácil como parece, muchas veces me encontré preguntándome si yo era suficiente para él, o qué rayos veía en mi para estar conmigo cuando tenía tantas opciones mucho más atractivas que yo.
—Exacto.
Ella se gira hacia a mí, mirándome.
—Es muy tentador menospreciarse en una situación así. —Ella pausa como si recordara algo—. Pero la realidad es que el amor no es algo que nace y crece a base de las apariencias, necesita mucha más sustancia para ser de verdad. Sí, la atracción física puede ser el comienzo de sentimientos, pero jamás será suficiente, siempre necesitará ese algo más, esa conexión que no se consigue con cualquiera.
No sé qué decir, así que ella continúa.
—Para él, tú eres ese algo más, esa conexión. Sí, hay personas más bonitas que tú, más inteligentes que tú, más talentosas que tú, pero nadie es mejor o peor que tú y nadie es igual a ti.
El silencio reina entre nosotras, pero no es incómodo, asiento y le sonrío.
—Gracias, me siento mucho mejor.
—Me alegra.
—Tengo curiosidad —comienzo—: ¿Sigues siendo novia de ese chico atractivo?
Ella menea la cabeza.
—No.
—Oh.
Ella levanta su mano, mostrándome su anillo.
—Soy su esposa ahora.
—Oh, guao. —La alegría que emana cuando lo dice es contagiosa—. Te ves muy feliz.
—Lo soy, aunque no fue nada fácil al principio.
—Quisiera ser más madura y no ponerme celosa, pero a veces no puedo evitarlo.
Ella se ríe.
—Los celos son completamente normales cuando se está enamorado, pero cómo actúes respecto a ellos es lo que dirá si son dañinos o naturales.
Bufo.
—Suenas demasiado sabia para ser tan joven.
—Ya te lo dije, la experiencia, he pasado por muchas cosas y creo que eso me ha ayudado.
Un auto pasa y se estaciona frente a nosotros a una distancia prudente. La joven se sacude la parte frontal de sus pantalones.
—Ya vinieron por mí.
Levanto una ceja.
—¿Tu esposo?
Asiente y se levanta.
—Espero haber sido de ayuda.
Me levanto.
—Lo fuiste, de verdad.
Capto movimiento con el rabillo del ojo y veo a un hombre salir del auto. ¡Virgencita de los Abdominales!
Es alto, de cabello negro desordenado alrededor de su cara y ojos oscuros, tiene puesto un traje azul oscuro, pero la corbata está medio suelta como si acabara de meter los dedos entre la misma, y tiene un tatuaje misterioso y semiescondido en su cuello. La joven suelta una risita a mi lado.
—Es atractivo, ¿no?
Avergonzada, me sonrojo sin decir nada, no fue mi intención mirar a su esposo de esa forma.
Él llega a nosotros y la mira con pura adoración en su rostro.
—Hola, fresita. —Le da un beso rápido y corto.
Ella gira la mirada.
—Evan, ella es Raquel, trabaja aquí.
Evan me sonríe amablemente, veo huequitos formándose en sus mejillas.
—Mucho gusto, Raquel, espero que mi esposa no te haya molestado mucho.
Meneo la cabeza.
—No, para nada, solo me ha dado muy buenos consejos.
Él pasa su mano alrededor de los hombros de ella.
—Sí, es buena en eso.
Ella se ríe, con su cara entera iluminándose.
—Debemos irnos, fue un placer, Raquel. —Comienzan a caminar, despidiéndose y ella de pronto se gira.
—Ah, por cierto, me llamo Jules, nos vemos por ahí.
Los veo juguetear y empujarse para después abrazarse de nuevo mientras caminan al auto. Qué bonita pareja, pienso, y decido volver a trabajar.