6
EL CONSEJO
—¡No puede morir! —grito a la pantalla del televisor. Esto es lo que odio de The Walking Dead, ese miedo de que alguno de mis personajes favoritos pueda morir en cualquier momento.
Yoshi come Doritos a mi lado.
—Se va a acabar el capítulo y no vamos a saber quién muere.
Le arranco la bolsa de Doritos de las manos.
—Cállate. Si eso pasa, juro que no vuelvo a ver esta serie.
Yoshi pone los ojos en blanco y acomoda sus gafas.
—Eso llevas diciendo desde la primera temporada.
—Soy débil, ¿ok?
Los dos estamos sentados en el suelo, nuestras espaldas recostadas a la cama detrás de nosotros. Hace calor, así que yo llevo puestos unos shorts y una camiseta blanca sin sostén. Estoy más que acostumbrada a andar cómoda alrededor de Yoshi y sé que él también lo está. Rocky duerme pacíficamente al lado de la ventana.
Mi cuarto tiene un tamaño decente, con una cama queen size y pósteres de mis fandoms favoritos por todas las paredes de color morado. Tengo unas pequeñas luces de navidad pegadas a lo alto de las paredes que se ven hermosas durante la noche. Frente a la cama está el televisor, a un lado del mismo está la ventana, y al otro, la puerta de mi baño.
Estamos completamente enfocados en el televisor cuando el capítulo termina y salen los créditos.
—¡Noooooooo! ¡Los odio, productores y guionistas de The Walking Dead! ¡Los odioooo!
—Te lo dije —gruñe Yoshi todo sabiondo. Le golpeo la parte de atrás de la cabeza—. ¡Au! No la pagues conmigo.
—¿Cómo pueden hacernos esto? ¿Cómo puede terminar así? ¿Quién va a morir?
Yoshi me soba la espalda.
—Ya, ya pasó. —Me pasa el vaso con Pepsi fría—. Toma, bebe.
—Voy a morir.
—Relájate, es solo una serie.
Apago el televisor en depresión total y me siento frente a Yoshi. Parece inquieto y sé que no es por la serie. Sus pequeños ojos miel tienen un brillo que no he visto antes. Me da una sonrisa nerviosa.
—¿Pasa algo?
—Sí.
El ambiente se siente pesado por alguna extraña razón, no sé qué tiene que decirme, pero me inquieta verlo dudar tanto. ¿Qué pasa? Quiero preguntarle, aunque sé que tengo que darle su tiempo.
Yoshi lame su labio inferior y luego habla.
—Necesito tu consejo en algo.
—Te escucho.
Se quita la gorra liberando su desordenado cabello.
—¿Qué harías tú si te gustara una amiga?
Mi corazón da un salto, pero trato de actuar normal.
—Pues descubriría mi lado lésbico. —Sonrío, pero Yoshi no lo hace.
Su semblante se pone aún más serio.
—Estoy hablando en serio, Raquel.
—Ok, ok, disculpe, señor seriedad. —Tomo mi barbilla como si pensara profundamente—. ¿Se lo diría?
—¿No te daría miedo perder su amistad?
Y entonces mi pequeño cerebro hace clic y me doy cuenta de lo que Yoshi me está diciendo. Acaso... ¿esa amiga que le gusta soy yo? Yoshi no tiene amigas mujeres, solo a mí y a unas cuantas conocidas. Oh... Mi corazón sube a mi garganta mientras mi tierno mejor amigo de toda la vida me observa con atención, esperando mi consejo.
—¿Estás seguro de lo que sientes? —pregunto, jugando con mis dedos en mi regazo.
Esos ojos tan lindos están plasmados en mí.
—Sí, muy seguro, ella me gusta mucho.
Mi garganta se seca.
—¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaba?
—Creo que siempre lo supe, he sido un cobarde, pero ya no puedo esconderlo más. —Baja la mirada y suspira, y cuando me mira de nuevo sus ojos tienen un brillo lleno de emociones—. Me muero por besarla.
Instintivamente, muerdo mi labio inferior.
—¿Ah, sí?
Yoshi se acerca un poco más.
—Sí, sus labios son una tentación, me está volviendo loco.
—Debe tener unos labios muy lindos, entonces.
—Los más hermosos que he visto en mi vida, me tiene hechizado.
Hechizado...
Hechizo.
Bruja...
Ares...
¡No! ¡No! ¡No pienses en Ares!
¡No ahora!
Inevitablemente, esos ojos azules como el mar vienen a mi mente, esa sonrisa torcida y arrogante, esos labios tan suaves lamiendo mi cuello.
¡Ah, no! ¡Te odio, cerebro!
Mi mejor amigo desde la infancia por fin está a punto de confesarme su amor y yo pensando en el idiota arrogante, dios griego, de mi vecino.
—¿Raquel?
La voz de Yoshi me trae a la realidad; parece desconcertado y no es para menos, pues escogí el peor momento para desconectarme mentalmente. Pero también me sirvió para aclarar un poco mi mente. Al ver a Yoshi tan vulnerable frente a mí me di cuenta de que yo no podría manejar una confesión, no ahora.
—Necesito usar el baño. —Me levanto antes de que Yoshi pueda decir algo.
Entro al baño y pongo mi espalda contra la puerta. Sacudo mi cabello en frustración, soy una cobarde de mierda y también estúpida. Ni siquiera traje mi teléfono al baño para pedir apoyo a Dani. ¿Quién entra al baño sin su teléfono hoy en día?
Nadie, solo yo, gruño y me masajeo la cara, pensando.
—¿Raquel? —Escucho el llamado de Yoshi al otro lado de la puerta—. Debo irme, hablamos otro día.
¡No! Abro la puerta tan rápido como puedo, pero solo alcanzo a ver su espalda desaparecer en la puerta de mi cuarto.
—¡Ash! —Me lanzo en mi cama y dejo que la pereza me consuma. Ya no quiero pensar más en lo que Yoshi iba a decirme, solo quiero descansar mi mente. Cierro los ojos y rápidamente caigo en el país de los sueños.
***
Los ladridos de Rocky me despiertan de manera abrupta, son seguidos y fuertes, lo que yo llamo «ladridos serios». Esos que él emite cuando hay alguien que no conoce en la casa. Me levanto tan rápido de la cama que me mareo y me estrello contra la pared a un lado.
—¡Au!
Parpadeo y veo a mi perro ladrándole a la ventana. Ya es de noche, la brisa nocturna mueve mis cortinas suavemente. No hay nada en la ventana, así que me calmo.
—Rocky, no hay nadie allí.
Pero mi perro no me escucha y sigue ladrando, tal vez anda un gato caminando afuera y ¿su sentido perruno se lo dice? Rocky no se detiene, así que camino hasta la ventana para calmarlo. Cuando me asomo, grito tan alto que Rocky brinca a mi lado.
Ares.
En una escalera.
Escalando a mi ventana.
—¿Qué demonios estás haciendo? —Es lo único que sale de mis labios al verlo ahí en la mitad del camino de una escalera de madera. Está tan lindo como siempre en sus jeans y camiseta morada, pero la locura de esta situación no me permite babearme.
—Se llama escalar, deberías intentarlo.
—No estoy de humor para tu sarcasmo —le digo, seria.
—Necesito restituir tu router, la señal está caída y es la única forma de recuperarla.
—¿Y decidiste meterte en mi habitación sin permiso, escalando mi ventana de esta forma? ¿Sabes cómo se llaman las personas que hacen eso? Ladrones.
—Traté de comunicarme contigo, pero no contestabas el teléfono.
—Eso no te da derecho a entrar así a mi cuarto.
Ares pone los ojos en blanco.
—¿Podrías dejar el drama? Solo necesito entrar un segundo.
—¿Drama? ¿Drama? Yo te enseñaré drama. —Agarro las dos puntas de la escalera pegadas a mi ventana y las sacudo, Ares se agarra fuerte y me lanza una mirada mortal.
—Vuelve hacer eso, Raquel, y verás lo que pasa.
—No te tengo miedo.
—Entonces, hazlo.
Sus ojos penetran los míos con esa intensidad arrolladora.
—No me retes.
—¿En serio? ¿Vas a dejarme caer?
—No vale la pena. —Observo cómo Ares sube cada escalón hasta que está frente a mí, su cara frente a la mía. Rocky se vuelve loco ladrando al visualizar al intruso, pero estoy embobada para hacer algo.
—¿Podrías controlar a ese saco de pulgas?
—Rocky no ha tenido pulgas este mes, así que más respeto.
—Claro, no tengo toda la noche.
Suspiro en frustración.
—Rocky, silencio, sentado. —Mi perro me obedece—. Quieto.
Retrocedo para dejar que Ares entre a mi habitación. Ya dentro su altura hace que mi habitación se sienta pequeña. Él me mira de pies a cabeza, sus ojos se quedan en mis pechos y ahí es donde recuerdo que no tengo brasier.
—Necesito ir al baño.
Por segunda vez en la noche, uso mi huida al baño como estrategia de escape, pero olvido un pequeño detalle: Ares no es Yoshi. Ares no me dejará escapar tan fácilmente. Su mano toma mi brazo, frustrando mi escape.
—De ninguna forma me dejarás solo con ese perro.
—Rocky no te hará nada.
—No me voy a arriesgar. —Me agarra, obligándome a caminar hasta mi computadora. Me empuja hasta que me siento en la silla y él se arrodilla para poner en marcha mi router.
—¿Por qué te crees el dueño de mi conexión a internet? —Se encoge de hombros—. Podría denunciarte por entrar a mi casa de esta forma, lo sabes, ¿no?
—Lo sé. —Lo miro extrañada—. Pero también sé que no lo harás.
—¿Cómo puedes estar tan seguro?
—Las acosadoras no suelen denunciar a sus acosados, suele ser al contrario.
—Esto —señalo a la ventana y después a él— también se consideraría acoso.
—No es lo mismo.
—¿Por qué no?
—Porque yo te gusto —hace una pausa—, pero tú no a mí.
¡Auch! ¡Justo en el corazón!
Quiero refutarle y decirle de todo, pero sus palabras fueron como alcohol en una herida recién hecha. Él sigue trabajando en el router y yo me quedo callada.
Porque yo te gusto, pero tú no a mí.
Lo dijo de una manera tan casual, tan honesta. Si no siente nada, entonces, ¿por qué besó mi cuello ese día en el cementerio?
Ignora sus palabras, Raquel, no dejes que él te afecte.
Ares levanta la mirada hacia mí.
— ¿Qué? ¿Herí tus sentimientos?
—¡Pssst! ¡Por favor! Claro que no. —Me trago mi corazón roto—. Solo apúrate con eso para que pueda seguir durmiendo.
Él no dice nada, y yo solo lo observo trabajar. Tenerlo así de cerca aún se siente tan irreal, puedo ver cada detalle de su cara, su piel suave y sin rastros de ningún tipo de acné. La vida es tan injusta a veces, Ares lo tiene todo: salud, dinero, habilidades, inteligencia y belleza.
—Listo. —Se sacude el polvo de sus manos con cara de asco—. Deberías limpiar tu habitación de vez en cuando.
Suelto una risa sarcástica.
—Oh, disculpe, su realeza, por pisar mi indigna habitación.
—La limpieza no tiene nada que ver con el dinero, floja.
—¡No juegues esa carta! No tengo tiempo para limpiar. Entre mi trabajo de verano, dormir, comer, acosarte... —Tapo mi boca en sorpresa. ¿Por qué dije eso? ¿Por qué?
Ares sonríe de oreja a oreja, el brillo de burla en sus ojos.
—Acosarme consume tu tiempo, ¿eh?
Parpadeo rápidamente.
—Nope, no, eso no fue lo que quise decir.
Aún de rodillas, Ares se arrastra hacia mí y yo me estremezco en mi pequeña silla. Esos ojos profundos no se separan de los míos, se acerca tanto que tengo que abrir mis piernas para dejarlo pasar. Su cara está a tan solo unos centímetros de la mía.
—¿Qué estás haciendo?
Él no responde, simplemente pone sus manos en los brazos de la silla, a los lados de mi cintura. Puedo sentir el calor que viene de ese cuerpo tan definido que tiene. Estamos demasiado cerca. La intensidad de su mirada no me deja respirar apropiadamente. Mis ojos curiosos bajan a sus labios y a ese piercing que ahora puedo ver tan bien.
Sus ojos bajan de mi cara a mis pechos y mis piernas expuestas, para luego volver a mi cara, con una sonrisa pícara invadiendo esos labios mojados que muero por probar. El aire se vuelve pesado y caliente alrededor de nosotros.
Ares toma mis manos con las suyas y las pone encima de los brazos de la silla, quitándolas de su camino. Sus ojos nunca dejan los míos cuando baja su cara hasta que queda en medio de mis rodillas.
—Ares, ¿qué estás...? —Sus labios tocan mi rodilla con un beso simple, dejándome sin aire.
—¿Quieres que pare? —Sus ojos buscan los míos y meneo la cabeza.
—No.
La manera en la que los músculos de sus brazos y hombros se contraen mientras él deja besos húmedos en el comienzo de mis muslos me parece tan jodidamente sexy. Su tatuaje tan solo agrega fuego a este volcán que él está despertando dentro de mí. Sus suaves labios besan, lamen y chupan la sensible piel de la parte interior de mis muslos. Mi cuerpo se estremece, pequeños escalofríos de placer corren a través de mis nervios, incendiando mis sentidos, nublando mi mente y mi moral. Su cabello negro me hace cosquillas al rozar con mis expuestos muslos.
Ares levanta su mirada mientras muerde mi piel, haciendo que un pequeño gemido escape de mis labios. Mi respiración es errática e inconsistente, mi pobre corazón late como loco. Él continúa su asalto, subiendo y bajando mis muslos, sus labios atacando, devorando. Mis caderas se mueven solas, pidiendo más, queriendo sus labios en un lugar un poco más arriba.
Mis ojos se cierran solos.
—Ares —gimo su nombre y puedo sentir sus labios estirarse en una sonrisa contra mi piel, pero no me importa.
—¿Me deseas? —Sus labios rozan mi entrepierna por encima de mis shorts y siento que moriré de un infarto, solo puedo asentir con la cabeza—. Quiero que lo digas.
—Te deseo.
Él se detiene.
Y yo abro mis ojos para encontrar su cara tan cerca de la mía que puedo sentir su respiración acelerada sobre mis labios, sus ojos clavados en los míos.
—Tú vas a ser mía, Raquel.
Y tan repentinamente como llegó a mi habitación, así se fue.