60

LA FOGATA

Ares...

Ares...

Ares...

No puedo dejar de mirarlo, él está riéndose de una historia que Gregory está dramatizando con las manos en el aire. Ambos están sin camisa, con la playa de fondo. La brisa del mar mueve mi cabello hacia atrás, estoy sentada en un tronco, disfrutando la vista.

El atardecer está aquí, no sé cómo se nos fue el día entero en la carretera cuando la playa solo estaba a dos horas, bueno, en realidad sí lo sé: en cada parada, nos quedábamos bromeando y hablando de tonterías un buen rato.

Apolo, Marco y Yoshi están jugando con una pelota que compramos en una de esas dichas paradas, corriendo por la arena como niños. Dani está caminando por la orilla de la playa, disfrutando un momento de soledad y tranquilidad, supongo.

Samy se sienta a mi lado en el tronco.

—Hermosa vista, ¿no?

—Sí, valió la pena el viaje.

Ella me ofrece un vaso metálico.

—¿Quieres un trago?

Lo recibo y tomo un sorbo, el fuerte sabor de whisky quema mi garganta.

—¿Whisky? —Se lo devuelvo y la veo beber sin ni siquiera arrugar la cara.

—Supongo que andar con los chicos me ha afectado, sus gustos y mañas se me han pegado.

Me paso la parte de atrás de la mano por la boca, como si eso me quitara el sabor.

—¿No tienes amigas?

—No, siempre han sido ellos. —Sus ojos viajan a Gregory, Ares para luego ir a Marco y a Apolo—. Pero estoy bien, ellos han sido geniales conmigo.

—Debe haber sido emocionante conocerlos desde pequeños —le comento, curiosa.

Samy se ríe un poco.

—Oh, créeme, sé muchas historias vergonzosas, aunque Claudia me gana, se sabe muchas más que yo.

Le doy una mirada llena de preguntas y ella parece leerme la mente, y levanta su mano en señal de paz.

—No, tampoco sé qué es lo que pasa entre ella, Artemis y Apolo.

Eso me hace arrugar las cejas.

—¿Apolo?

Ella abre sus ojos en una expresión de que dijo algo que no debía.

—Eh. —Se acomoda el cabello detrás de la oreja—. Quiero decir... No es que pase algo, solo asumo... Solo olvídalo.

Mi mente viaja a aquella vez en el hospital cuando me di cuenta de que Artemis había golpeado a Apolo, y luego el momento en mi cumpleaños, en que Apolo había golpeado a Artemis. Mi mirada cae sobre Dani, mi necesidad de protegerla ganándole a todo.

—¿Apolo tiene algo con Claudia?

Samy no dice nada, así que la presiono.

—Samy, no me gusta presionar a la gente, pero Dani es mi mejor amiga y por ella haría cualquier cosa. Necesito saber si debo decirle que se olvide de Apolo.

—Si supiera lo que pasa, te lo diría, de verdad, Raquel. Pero no tengo ni idea. Artemis es un bloque de hielo indescifrable, Apolo es tan honorable que jamás hablaría de una chica y Ares, pues, es honesto con todo menos con las cosas de sus hermanos. Tienen un sentido de lealtad increíble.

La creo.

Las veces que he intentado sacarle información a Ares sobre esa situación han sido un fracaso, incluyendo una vez que intenté usar el sexo como arma de extracción informativa, y solo terminé follada e igual de curiosa. Ares se une a los demás chicos para jugar con la pelota mientras Gregory camina hacia nosotros.

—¡Bellezas tropicales!

Eso me saca una sonrisa, Gregory es tan energético y alegre, me recuerda a Carlos. Samy le ofrece trago.

—¿Cómo es que siempre tienes tanta energía?

Gregory bebe y exhala notoriamente.

—Es la fuerza de la juventud. —Se sienta en la arena, frente a nosotros—. ¿De qué hablaban? Tenían expresiones serias.

—Tonterías —le digo, sobándole la cabeza como si fuera un perrito—. ¿Quién es un buen chico?

Gregory ladra y saca la lengua, Samy gira su mirada.

—Por tu culpa es que no madura. —Gregory le da una mirada de cachorro herido—. No voy a sobarte. —Gregory sigue con sus ojos, solo puedo ver el espectáculo con una sonrisa en mi cara. Samy suspira—. Bien. —Y le acaricia la cabeza. Gregory saca la lengua y le lame la mano—. ¡Ah!

El sol está a punto de ocultarse.

—Deberíamos hacer una fogata antes de que perdamos la luz del sol.

¿Por qué siempre se me ocurren ideas como esta?

Ocho caminatas de búsqueda de leña después.

En las películas, encender una fogata no es tan complicado, se ve fácil y práctico, pues, bienvenidos a la realidad, es jodidamente difícil. Estamos todos sudados con la oscuridad ya sobre nosotros, pero finalmente la fogata ha encendido. Nos sentamos alrededor de la misma, el reflejo del fuego sobre nuestros rostros que se ven brillantes por el sudor.

Estoy al lado de Ares, apoyo mi cabeza sobre su hombro, con mis ojos observando las llamas del fuego, que como tiene destellos azules me tranquiliza y me da una sensación de paz. El viento de la playa, el sonido de las olas, el chico a mi lado, los amigos a mi alrededor, es un momento perfecto, y me fijo en cada detalle para guardar este instante en un lugar especial en mi corazón.

—Voy a extrañarlos. —Gregory rompe el silencio y creo que dice lo que todos estamos pensando.

Apolo lanza un pedazo de madera en el fuego.

—Por lo menos, tú también te vas a la universidad, Gregory. Yo me quedaré solo en la preparatoria.

Dani se le queda mirando, sus sentimientos claros en sus ojos. Me pregunto si me veré así de obvia cuando miro a Ares.

Por supuesto que sí, le gruño mentalmente a mi consciencia respondona.

Marco regresa de su búsqueda en el auto, las bolsas de malvaviscos en sus manos.

—Llegó la comida.

Samy le ayuda con las bolsas.

—¡Sí! Tengo tantas ganas de comer algo dulce.

Gregory tose.

—Marco puede darte algo dulce, ya sabes, para chupar.

Samy hace una mueca.

—Eres de lo peor.

A Dani se le ocurre la maravillosa idea de hablar.

—Además, eso no es dulce.

—¡Ohhhhhhh!

Solo puedo taparme la cara. Dani se sonroja al darse cuenta de que ha cometido un grave error. A eso es lo que me gusta llamar: suicidio verbal. La molestarán por los siglos de los siglos con eso.

Mientras molestan a Dani, Ares me susurra.

—¿Vamos a caminar por la orilla de la playa?

Dios, amo su voz.

Me enderezo, quitando mi cara de su hombro para mirarlo.

—Solo si prometes comportarte.

Él me sonríe abiertamente.

—No puedo hacer promesas que no puedo cumplir.

—Ares.

Él toma mi mano, con una sonrisa pícara danzando en sus labios.

—Bien, prometo no hacer nada que tú no quieras.

Entrecierro mis ojos.

—Buen intento, ya usaste esa estrategia una vez, no caeré.

Él aprieta sus labios con fingida frustración.

—No pensé que lo recordarías.

Le doy con el dedo en la frente.

—Lo recuerdo todo, dios griego.

Él se soba la frente.

—Eso es obvio. ¿Quién olvidaría la maravillosa follada que te di esa mañana? Gemiste tanto y... —Le tapo la boca.

—Bien, vamos a caminar. —Me levanto de golpe—. Ya venimos —digo rápidamente.

Ares me sigue en silencio, pero puedo sentir su estúpida sonrisa a pesar de que no lo veo. Llegamos a la orilla y me quito los zapatos para cargarlos en mi mano, dejando que las olas mojen mis pies cada vez que acechan la orilla. Ares hace lo mismo.

Caminamos juntos, nuestras manos libres entrelazándose, el silencio se siente muy bien. Ambos sabemos que nos quedan pocos días juntos, pero no hablamos al respecto. ¿Cuál es el punto de hablarlo? Ares se va a ir de todas formas, prefiero disfrutar cada segundo con él, sin tener conversaciones que solo nos llevarán a sufrir antes de tiempo.

Como diría mi mamá: «No sufras antes de tiempo. Cuando llegue la hora de cruzar ese puente, lo harás».

Sin embargo, por la expresión de Ares, puedo ver que quiere decir algo al respecto, así que decido hablar de algo antes de que abra la boca. Recordé mi conversación con Samy.

—¿Te puedo preguntar algo?

Él sube mi mano entrelazada con la suya y la besa.

—Claro.

—Claudia y Apolo, ¿tienen algo?

—Ya te he dicho...

—Bien, bien, solo dime una cosa. —Acomodo mis palabras—. Dani está muy enamorada de él, y no quiero que sufra, Ares. No tienes que decirme lo que pasa exactamente, solo dime si debo decirle a mi mejor amiga que se olvide de él o que mantenga sus esperanzas, por favor.

Ares me mira, torciendo sus labios, lo veo vacilar.

Finalmente, habla.

—Dile que se olvide de él.

Oh.

Eso me dolió, y ni siquiera soy Daniela. Supongo que esa es la cosa con las mejoras amigas, sientes por ellas, con ellas, compartes no solo historias, sino emociones también. Ares no dice nada más y sé que no obtendré nada más de él, así que dejo el tema. Solo lo observo caminar a mi lado y recuerdo tantas cosas que se me aprieta el corazón.

¿Crees que no sé de tu pequeña obsesión infantil conmigo?

Sí, te deseo, bruja.

Estamos a la orden, siempre, bruja.

Y tú eres hermosa.

Quédate conmigo, por favor.

Puedo ser tu Christian Grey cuando tú quieras, brujita pervertida.

Estoy enamorado, Raquel.

Solo puedo ver el perfil de su lindo rostro mientras mi mente me hace revivir todo de nuevo.

—Ah, soy masoquista —digo en un murmullo.

Ares me mira.

—¿Sexualmente? Porque sí he notado que te gusta que te dé algún azotito y...

—¡Cállate! —Lo callo de inmediato—. No, me refiero a emocionalmente, fuiste tan idiota conmigo al principio.

—Define «idiota».

Me suelto de su mano y le saco el dedo.

—Me ha quedado claro.

—Es que ¿cómo se te ocurrió darme el celular justo después de que tuvimos sexo por primera vez? Sentido común, Ares, sentido común.

Su expresión se apaga.

—Lo siento, no me cansaré de disculparme por todo eso, no tengo excusa. —Me extiende su mano de nuevo—. Gracias por no darte por vencida, he cambiado para mejor gracias a ti.

No le doy la mano, y me hago la dura.

Ares salta y señala a mi lado de la arena.

—¡Cangrejo!

—¡Ah! ¿Dónde? —Me pego a él instintivamente.

Él me abraza de lado.

—Ven, te protegeré.

Lo empujo al darme cuenta de su mentira para que lo abrace.

—Ah.

Ares se adelanta y se arrodilla frente a mí, ofreciéndome la espalda.

—Vamos, arriba.

El recuerdo de él haciendo eso aquella noche que me robaron llega a mí, cómo él me había hecho sentir a salvo, lo lindo que fue conmigo esa noche.

Sí, no me iré, no esta vez.

El desayuno al otro día, cómo había tomado mi mano gentilmente haciéndome saber que estaba segura, que no dejaría que nada me pasara. Fue la primera vez que vi el lado tierno de Ares. Me subo sobre su espalda y él se levanta, dejándome envolver mis piernas sobre sus caderas y mis manos alrededor de su cuello para sostenerme.

Ares me carga a través de la orilla de la playa, y me doy cuenta de que este día está lleno de momentos perfectos. Descanso mi cara en su hombro. El sonido de las olas llenando mis oídos, el calor del cuerpo de Ares mezclándose con el mío. ¿Cómo voy a sobrevivir sin ti, dios griego? Alejo esa pregunta de mi cabeza.

—Ares.

—¿Huh?

Despego mi cara de su hombro y el lado de su cara.

—Te amo.

Él se queda callado por un momento y eso me hace entrecerrar mis ojos, hasta que habla.

—Me quedaré.

—¿Qué?

—Sabes que, si me lo pides, me quedaré. ¿Cierto?

—Lo sé.

—Pero no vas a pedírmelo.

—No.

Él suspira, y no dice más nada por un rato.

Jamás podría pedirle que se quede, que abandone su sueño por mí. No puedo ser tan egoísta, no puedo quitarle eso. No sería justo que, mientras yo cumplo mi sueño y estudio en la universidad que siempre he querido, él tenga que estudiar algo que no quiere solo por estar conmigo.

Siempre pensé que, cuando la gente decía «el amor no es egoísta», se estaban engañando a sí mismos, guiándome por el principio de que siempre debemos ponernos a nosotros primero que a los demás, pero cuando es por el bienestar del otro, está bien hacer a un lado lo que sientes por la felicidad de alguien más. Creo que no hay mayor prueba de amor que esa.

Vuelvo a descansar mi cabeza sobre su hombro, lo escucho susurrar tan bajo que apenas lo oigo.

—Yo también te amo, bruja.

Con esas palabras, lo dejo cargarme por la orilla de la playa, saboreando cada segundo de este momento.