DIEZ

APOLO

Kelly saca el teléfono para mostrarme Instagram y en la pantalla está el perfil de Érica. La mayoría de sus fotos son cafés y selfis de ella sonriendo de oreja a oreja. No hay ninguna foto en la que no se la vea feliz. Y confirmo que sí es la misma Érica, mi única amiga de la facultad. Y la conversación que tuve con ella hace unas semanas y su reacción al marcharse airada cobran sentido: «¿Party Monster es tu amigo?».

—Ya veo —disimulo, porque no sé si decirle que la conozco aporte algo a esta conversación, Kelly ya parece lo bastante triste—. ¿Sabes qué pasó entre ellos?

—Ni idea, no sé quién dejó a quién, pero él... No sé cómo explicarlo, Apolo. A veces puedo ver claramente cuándo está pensando en ella, aun estando a mi lado.

—Lo siento, debes de sentirte...

—Horrible algunas veces, otras no siento nada.

—¿Eh?

—Por eso digo que estoy confundida. Me afecta y me duele unas veces y otras simplemente me da igual. No sé lo que siento.

—Ah, entiendo.

La verdad, no entiendo lo que pasa entre ellos dos. Kelly apoya la cara en el sofá y me observa durante unos segundos.

—¿Nunca vamos a hablar de eso?

Me tenso un poco.

—¿De qué?

—De... lo que le dijiste borracho a Gregory.

Ah.

Puedo sentir el calor recorriéndome la nuca. Sin embargo, ella tiene razón, nunca lo he explicado. Ni siquiera me he puesto a pensar en eso ni tampoco me he disculpado con ella.

—Lo siento, Kelly, no sé qué me pasó. Tuve un mal día y bebí... La verdad, siento haberte puesto en una situación incómoda.

Kelly no dice nada durante unos segundos, solo me mira con una intensidad que no sé cómo interpretar.

—Es refrescante.

—¿Qué? —pregunto, confundido.

—Tu forma de ser. Tú... eres refrescante, Apolo —dice—. Siempre tienes cuidado de lo que haces para no herir a nadie y te disculpas cuando debes hacerlo... He conocido a pocas personas como tú.

El modo en que dice «tú» y en que su mirada baja a mis labios es tentador, tengo que admitirlo. Por eso la he evitado, por eso no he querido lidiar con esto para nada. Porque ella me gusta, y estar así a solas únicamente lo hace más obvio e imposible de evitar. Me rio por lo bajo para calmar el ambiente.

—Y esta es la parte en la que me dices que soy diferente —bromeo, pero ella no se ríe.

Me pongo rígido cuando ella se arrastra un poco en el sofá hasta quedar a mi lado, hasta que puedo sentir el calor de su cuerpo mezclarse con el mío. De cerca, veo mejor lo hinchados que tiene los ojos y lo roja que está su nariz. Aun así, está preciosa. Sus labios parecen tan llenos, tan húmedos...

—¿Kelly? —susurro.

No sé qué está haciendo, pero sé que no deberíamos estar tan cerca. No debería tentarme, y es lo que siempre ha hecho desde que la conozco. Me mira a los ojos y sonríe antes de decir:

—¿Yo... te gusto?

Su mano acuna mi mejilla y casi cierro los ojos ante el contacto. Ha pasado tiempo desde la última vez que alguien me tocó con tanta delicadeza y cariño. Ah, está claro que necesito un poco de eso, solo que no creo que debería dármelo ella.

—Kelly.

—Tenemos que hablar de eso en algún momento.

—Lo acabamos de hacer y me he disculpado —respondo con firmeza.

Su sonrisa se desvanece y ella baja la mano. Casi protesto.

—Oh, claro, fue un error. —Se aclara la garganta y aparta la mirada—. Entendido.

Ella vuelve a abrazar el cojín y se pasa la lengua por los labios, apenada. Y en ese momento, todas las veces que me han dicho que me relaje, que me deje llevar sin pensar tanto, me pasan factura. No es el mejor momento, quizá no sea ni la persona indicada, pero quiero besarla. He querido hacerlo desde que la empecé a conocer. Y son las palabras de Gregory lo que termina de darme fuerzas: «No tenemos nada serio, pero aprecio tu sinceridad... Necesitas dejar de tomarte la vida tan en serio, Apolo. Tienes dieciocho años, estás en la universidad y te llueven las chicas. Tú disfruta».

Así que tomo la mejilla de Kelly, ella se tensa un poco y nuestros ojos se encuentran. Trago saliva con dificultad, mis intenciones son claras. Cuando ella se acerca para cortar el espacio entre nosotros, nuestros labios se rozan y una corriente cálida me recorre el cuerpo. Y es como si desatara todo mi deseo. Dejo de pensar y la beso como un desquiciado.

Pocas veces en la vida me he dejado llevar como ahora.

No beso a Kelly con delicadeza, pero tampoco soy salvaje. Nuestros labios se rozan y se chupan con ligera torpeza al principio hasta que cogemos el ritmo. Ella sabe lo que hace, ladea la cabeza y su lengua entra en acción, llevándome a la locura. Unos cuantos segundos de esto y ya puedo sentir el calor que me baja a la entrepierna. Nuestras respiraciones se escuchan en el silencio del salón. Me muerde el labio, suelto un jadeo ronco y vuelvo a besarla con desesperación. Mi boca se mueve de manera más agresiva y ella gime por lo bajito antes de pasar una pierna por encima de mi regazo y sentarse a horcajadas sobre mí para presionarse contra lo que ya es una inminente futura erección.

Mis manos bajan a sus caderas y las aprieto. Ella jadea contra mis labios. No sé si es porque me gusta de verdad, pero las sensaciones que me recorren no se comparan con nada que haya sentido en mucho tiempo. Con Charlotte todo fue muy rápido, muy físico, con Kelly es... más. Este beso es increíble, no solo está cargado de deseo, sino de una necesidad de... cariño... de ser apreciado por alguien. Cómo nos acariciamos, cómo nos besamos... cada gesto tiene un toque de gentileza, de calidez. Mis dedos suben y rozan el borde de su camiseta, entrando en contacto con la piel de su cintura y de su abdomen.

Nos separamos un segundo para respirar.

—Apolo... —susurra mi nombre al abrir los ojos y me pierdo en su mirada durante unos segundos porque no sé qué decir.

Tomo un mechón de su pelo y se lo pongo detrás de la oreja. No deberíamos hacer esto, ¿o sí? ¿Cómo he pasado de consolarla mientras lloraba por otro chico a besarla y tenerla encima de mí de esta forma? ¿Qué estoy haciendo?

—No deberíamos... —gruño cuando ella mueve sus caderas. Ya estoy duro por completo y ni siquiera sé qué iba a decir. Kelly entierra su rostro en mi cuello y lame la piel con agilidad mientras se sigue moviendo. Suspiro, cierro los ojos y dejo caer la cabeza hacia atrás contra el sofá—. Kelly...

Ella sigue lamiendo hasta subir a mi oreja para murmurar:

—Deja de pensar tanto, Apolo.

Su respiración es pesada. Enrosco las manos alrededor de su cintura y puedo sentir cada movimiento que hace encima de mí. La deseo... mucho. Y eso me impulsa a agarrarla de los hombros para despegarla de mí. Me mira confundida y le subo la camiseta, exponiendo sus pechos... pequeños y sexis. Mi erección se sacude un poco ante la vista y ella no dice nada, solo me mira, esperando.

Ya no puedo más.

Me rindo y me inclino hacia sus pechos, mi boca se cierra sobre uno de ellos. Ella gime y arquea la espalda mientras yo lamo y chupo con deseo. He esperado demasiado, me ha tentado tanto... Dibujo un círculo con la lengua sobre la punta ya endurecida de su pecho. Ella me acaricia el pelo y acelera los movimientos de sus caderas. Su entrepierna presionándose contra mi erección es una tortura. Paso al otro pecho, dejando estelas de saliva por toda su piel. Sus movimientos se vuelven torpes y descoordinados, sus gemidos más fuertes, subo la mano y le cubro la boca porque sé que Gregory debe de estar en su habitación.

Puedo sentir la calidez emanando de su entrepierna. Me pongo aún más duro imaginando lo mojada que debe de estar y lo mucho que me gustaría estar dentro de ella ahora mismo. Ella me toma el rostro y me besa de nuevo. Esta vez sí es un beso desesperado, sexual, hambriento. Ya no hay gentileza, ambos estamos demasiado excitados para eso. Nos deseamos y queremos follar, eso está claro.

Pero entonces, el ruido de una puerta que viene del pasillo de las habitaciones nos sorprende. Ambos nos despegamos tan rápido como podemos. Kelly se baja la camiseta y cae lo más lejos posible del sofá, mientras yo agarro el cojín y me tapo la visible erección. Nuestros pechos suben y bajan rápido mientras vemos salir del pasillo a Gregory despeinado. Tiene un ojo entrecerrado mientras se esfuerza por mirarnos.

—¿Qué hacéis despiertos? —pregunta mientras bosteza y su mano tantea la pared buscando el interruptor para encender la luz.

—Charlando para que nos entre sueño —responde Kelly—. No enciendas la luz, nos vas a quitar las pocas ganas de dormir que nos han entrado hablando.

—Me ha parecido escuchar quejidos... —Gregory bosteza otra vez.

—Ah, el balcón está abierto. Ha pasado un coche por la avenida con unos chicos gritando y chillando cosas. Ya sabes, el fin de semana... —explica Kelly. Me sorprende la naturalidad con la que miente, mientras yo no he podido pronunciar palabra.

—Ah... —Gregory se rasca la nuca y me mira—. ¿Estás bien?

Asiento.

—Sí, pero no puedo dormir mucho.

—Sigues pensando en Rain, ¿eh? —comenta Gregory y me tenso. Miro a Kelly, cuya expresión se ha ensombrecido—. Estás obsesionado con esa chica, no te culpo, Rain es...

—¿Por qué no has ido a la fiesta? —interrumpo para cambiar el hilo de esta conversación. No soy tan idiota como para ponerme a hablar de otra chica mientras Kelly está a mi lado y acabamos de besarnos como locos.

—Me dieron una patada en el último partido de fútbol y me duele la pierna. Voy a tomarme algo para el dolor —contesta Gregory. Se va a la cocina y esta se ilumina cuando abre la nevera para sacar una botella de agua.

Él vuelve al pasillo, pero se detiene y mira a Kelly como si la esperara. Ella sonríe y se levanta.

—Espero que puedas dormir bien, Apolo —me dice ya de pie.

Camina hacia él y me la quedo mirando hasta que desaparecen en el pasillo. Por un segundo, me atrevo a imaginarla yendo a dormir conmigo, no con él. Y eso me confunde y me crea una amarga sensación en la boca del estómago. ¿Van a follar? ¿Kelly sería capaz de follar con él justo después de haberse excitado por mí?

«Ese. No. Es. Tu. Problema. Apolo», me recuerdo.

Cuando la he besado, sabía que estaba con él. No tengo derecho a sentirme mal. Sin embargo, como soy idiota, me siento extraño de todos modos y no lo entiendo. Lanzo el cojín a un lado y me voy a mi habitación.

Me dejo caer de espaldas en mi cama y reviso el teléfono. Me encuentro con un mensaje de texto de un número desconocido:

No podré dormir si no me disculpo: perdón por la forma en la que te hablé. Solo intentabas ayudar. Rain me ha dado tu número. Xan

Eso me devuelve al desastre mental en el que me encontraba hace un rato. Me paso la lengua por los labios y le respondo:

Yo: No te preocupes, no ha pasado nada.

Xan: Mañana puedes pedir lo que quieras en la cafetería, invita la casa para recompensarte.

Eso me hace sonreír en medio de la oscuridad.

Yo: Vale, hasta mañana, Xan.